"El mundo no se hizo en el tiempo, sino con el tiempo"

San Agustín

domingo, 24 de abril de 2011

Sé sauce (parábola)

Os voy a presentar un texto de uno de los foreros de los que soy fan desde que lo conocí. Tiene una facilidad con el lenguaje pasmosa, dando giros y regiros y utilizando las palabras como quiere. La verdad es que, aunque supongo que él mismo dirá que me he pasado tres pueblos, lo compararía con Borges por el dominio de las letras y con textos, relatos o impresiones que muchas veces no alcanzo a entender en mi gran incultura. Pero que me absorbe.
Se llama Dnaz (D en foros varios), vive al otro lado del charco, y creo que merece la pena echar un vistazo a su blog para ver de qué estoy hablando.
El texto escogido no es de lo más "complicado" que le leí, pero merece la pena y sirve de aperitivo hacia otros más profundos.
Disfrutadlo



Sé sauce (parábola)
—¿Es que no te vas a venir a acostar todavía? —El comentario flota desde el rellano de la escalera hasta la estancia iluminada por ese parpadeo enfermizo del monitor de la computadora, en las pequeñas horas de la madrugada.

—Ya pronto… —miente por enésima vez Gonzalo, obstinado en transformar este maleficio de insomnio en algún sortilegio de letras. Tiene la ridícula creencia de que la falta de sueño es el conducto por donde se puede colar esa musa resbaladiza de la Literatura.

Pero ahora Gonzalo ya no puede pensar mas que en todas esas ocasiones cuando su abnegada Marcia pregunta cuándo fue la última vez que él durmió bien.

Entre refunfuños, Gonzalo estira los brazos por encima de la cabeza y arquea la espalda, escuchando con satisfacción todos esos pequeños chasquidos ascendentes en las vértebras, que así comunican su alivio de la posición encorvada tan fastidiosa que Gonzalo siempre adopta frente a la computadora mientras cavila.

En lo que restriega los ojos para disipar esa sensación de tenerlos llenos de arena, una vocecilla en el centro de su cabeza murmura…


La última vez que dormí a gusto ha de haber sido hace como dos…, no, más bien hace unas tres vidas anteriores, cuando era herrero, y al final de una larga jornada yacía a la vera del riachuelo favorito, sobre el regazo de mi amada. Recostado sobre sus rodillas, sentí sus dedos revolotear sobre mis sienes y mi frente, frescos, fuertes, largos, tiernos, confiados, serenos. El sueño conciliado a caricias me transportó a la plenitud del descanso. Nunca antes, ni desde ese entonces, he dormido mejor. Pero al despertar, en lugar de mi amor, me encontré bajo la sombra de un enorme sauce, que con sus largas ramas colgantes bailaba en la fresca brisa mañanera, coqueteando conmigo con el juego de rayos de sol que se escabullían por entre sus ramas ondeantes, como las miradas de mi amada durante bailes en las Ferias de Mayo…


Gonzalo despierta sobresaltado. Había cerrado los ojos y dormitado por unos instantes sin percatarse de haberlo hecho. Mira la pantalla, confundido de encontrar dos palabras donde antes había solo una página en blanco; ese vacío que es congoja y reto para quien escribe.

Comprendido el mensaje, Gonzalo abandona la computadora en el acto y, sin despojarse de sus prendas, se apresura a escabullirse entre las sábanas frías que ya lo extrañaban. Se aferra a Marcia; se aferra.

En la pantalla de la computadora abandonada, el cursor parpadea, atónito:

«Sé sauce», dice allí.


D

http://levedesliz.blogspot.com

sábado, 16 de abril de 2011

POR EL PLACER DE LA LECTURA

La SGAE (Sociedad General de Autores) ataca de nuevo.

Escrito y firmado por José Luis Sampedro, escritor.

POR LA LECTURA

Cuando yo era un muchacho, en la España de 1931, vivía en Aranjuez un Maestro Nacional llamado D. Justo G. Escudero Lezamit. A punto de jubilarse, acudía a la escuela incluso los sábados por la mañana aunque no tenía clases porque allí, en un despachito que le habían cedido, atendía su biblioteca circulante. Era suya porque la había creado él solo, con libros donados por amigos, instituciones y padres de alumnos. Sus 'clientes' éramos jóvenes y adultos, hombres y mujeres a quienes sólo cobraba cincuenta céntimos al mes por prestar a cada cual un libro
a la semana. Allí descubrí a Dickens y a Baroja, leí a Salgari y a Karl May.

Muchos años después hice una visita a un bibliotequita de un pueblo madrileño. No parecía haber sido muy frecuentada, pero se había hecho cargo recientemente una joven titulada quien había ideado crear un rincón exclusivo para los niños con un trozo de moqueta para sentarlos. Al principio las madres acogieron la idea con simpatía porque les servía de guardería. Tras recoger a sus hijos en el colegio los dejaban allí un rato mientras terminaban de hacer sus compras, pero cuando regresaban a por ellos, no era raro que los niños, intrigados por el final, pidieran quedarse un ratito más hasta terminar el cuento que estaban leyendo. Durante la espera, las madres curioseaban, cogían algún libro, lo hojeaban y a veces también ellas quedaban prendadas.

Tiempo después me enteré de que la experiencia había dado sus frutos: algunas lectoras eran mujeres que nunca habían leído antes de que una simple moqueta en manos de una joven bibliotecaria les descubriera otros mundos. Y aún más años después descubrí otro prodigio en un gran hospital de Valencia. La biblioteca de atención al paciente, con la que mitigan las largas esperas y angustias tanto de familiares como de los propios enfermos, fue creada por iniciativa y voluntarismo de una empleada. Con un carrito del supermercado cargado de libros donados,
paseándose por las distintas plantas, con largas peregrinaciones y luchas con la administración intentando convencer a burócratas y médicos no siempre abiertos a otras consideraciones, de que el conocimiento y el placer que proporciona la lectura puede contribuir a la curación, al cabo de los años ha logrado dotar al hospital y sus usuarios de una biblioteca con un servicio de préstamos y unas actividades que le han valido, además del prestigio y admiración de cuantos hemos pasado por ahí, un premio del gremio de libreros en reconocimiento a su labor en favor del libro.

Evoco ahora estos tres de entre los muchos ejemplos de tesón bibliotecario, al enterarme de que resurge la amenaza del préstamo de pago. Se pretende obligar a las bibliotecas a pagar 20 céntimos por cada libro prestado en concepto de canon para resarcir -eso dicen- a los autores del desgaste del préstamo.

Me quedo confuso y no entiendo nada. En la vida corriente el que paga una suma es porque:
a) obtiene algo a cambio.
b) es objeto de una sanción.

Y yo me pregunto: ¿qué obtiene una biblioteca pública, una vez pagada la adquisición del libro para prestarlo? ¿O es que debe ser multada por cumplir con su misión, que es precisamente ésa, la de prestar libros y fomentar la lectura?

Por otro lado, ¿qué se les desgasta a los autores en la operación?.¿Acaso dejaron de cobrar por el libro?. ¿Se les leerá menos por ser lecturas prestadas?. ¿Venderán menos o les servirá de publicidad el préstamo como cuando una fábrica regala muestras de sus productos?. Pero, sobre todo: ¿Se quiere fomentar la lectura? ¿Europa prefiere autores más ricos pero menos leídos? No entiendo a esa Europa mercantil. Personalmente prefiero que me lean y soy yo quien se siente deudor con la labor bibliotecaria en la difusión de mi obra.

Sépanlo quienes, sin preguntarme, pretenden defender mis intereses de autor cargándose a las bibliotecas. He firmado en contra de esa medida en diferentes ocasiones y me uno nuevamente a la campaña.

¡NO AL PRÉSTAMO DE PAGO EN BIBLIOTECAS!

José Luis Sampedro

martes, 5 de abril de 2011

Corazones solitarios


Blanca Miosi es una escritora de los pies a la cabeza. Con varios libros a la espalda y presente en diversos foros literarios no quería dejar de crear una primera entrada dedicada a ella y a los duros días que está pasando. Ella sabe por qué, y que me perdone por el relato de su autoría que he elegido (el mismo que hoy tiene colgado en su propio blog, por otra parte). Mucho ánimo, Blanca.


Corazones solitarios
Rodeada del silencio roto por el sonido de los coches once pisos abajo, en la avenida, transcurre esta mañana. Un amanecer solitario impregnado de la atmósfera de otros domingos en los que la alegría dejaba su rastro en las horas, los minutos, los segundos cambiantes, de un tiempo que pasa inmutable, contemplando sin opinar, sin condolerse, sin esperar. Si pudiera pedir un deseo, sería: que se hubiera hecho eterno un segundo de mi dicha.
Una dicha que se escapa como el agua cuando quieres retenerla entre las manos. La soledad aplasta mi vida esta mañana que se va convirtiendo en tarde, calurosa, de las que antes disfrutaba contigo, cuando compartíamos la frescura del aire acondicionado, encerrados en la habitación, mirando una película, que muchas veces quedaba en la bruma de los sueños. Estiraba la mano y estabas ahí, siempre, junto a mí.


Desde mi atalaya soy testigo de lo que mis sentidos percibieron antes y ya nada es igual. Ni siquiera el sonido del cucú que ahora dicta las horas a su antojo, como si se hubiese confabulado con el tiempo para decirme que nada es determinante. ¿Acaso la vida lo es? ¿Qué sucedería si cierro los ojos y vuelvo a abrirlos? Todo estaría igual que antes, pero sería un momento diferente. Oye, ¿me escuchas?, ¿puedes verme?, ¿acaso puedes sentir cómo mi pecho se quiebra? No. Aunque desee creer que sí lo haces, sé que no es así. Fui a ver la placa de bronce que pusieron sobre tu lápida y no sentí nada. Era un lugar ajeno, rodeado de otros cuerpos en la misma situación. Es aquí, en la atmósfera impregnada de otros domingos en tu compañía, donde tengo ganas de llorar.

Blanca Miosi
http://blancamiosiysumundo.blogspot.com