"El mundo no se hizo en el tiempo, sino con el tiempo"

San Agustín

sábado, 26 de marzo de 2011

El Corsario


Aquí os dejo un relato de un colega escritor que me ha captado el interés por el tema y la deliciosa forma de describir. Llama más la atención esto último que lo que cuenta, de todas formas. Para mí, chapeau.


El Corsario
Mikel Artea, recostado en la pared de la hospedería y con la mirada perdida tras el cristal empañado de una ventana, sostiene un generoso vaso de ron. No es posible vislumbrar en su ajado rostro restos del joven marino altanero y de mentón alargado que lanzaba miradas penetrantes. Ahora representa al prototipo de pescador que se enfrentó a la dureza de la intemperie, las traiciones del océano y la separación del hogar.

¿Atrapa recuerdos?, ¿indaga nostalgias?, ¿acaso rememora tiempos casi olvidados?

Esta tarde sueña los verdes prados que rodeaban el antiguo caserío familiar entre altos y oscuros robles, el tufo a estiércol y a miasmas desprendidas por mitológicas brujas, la chimenea sosteniendo el caldero humeante que enmohecía las negras paredes. En aquel entorno las estaciones se sucedían cada año al mismo ritmo y con idénticos paisajes. La rutina provocaba desaliento. Corrían rumores proclamando que la caza de la ballena, escasa en las costas del Cantábrico, forzaba a arribar en países más lejanos y que la actividad de navegar y la de descubrir corrían parejas. A finales de Setiembre junto a su vecino Eneko, del caserío Gaztambide, con gran disgusto por parte de sus familias, decidieron escapar hacia el puerto más cercano, Ondárroa. Ojeada desde el risco la población se abría al mar a través de una estrecha bocana y sus angostas escaleras, que permanecen todavía, estaban flanqueadas por viviendas multicolores. Nada más llegar percibieron una desconocida tufarada que procedía del astillero donde los ayudantes del maestro calafate calentaban breas y aceites de pescado con el fin de embadurnar las cuadernas y pintar las jarcias de las embarcaciones alineadas en él.

Nuestro personaje aprieta contra su pecho una botella de ron que ha requisado del ultramarino, mientras, las barcas de bajura se recogen en el puerto después de faenar todo el día. Marinos y gaviotas comienzan a abandonar la playa rumbo a sus nidos

Recuerda como desataron los hatos y repararon su apetito. Como reanudaron sus pasos con el fin de recabar información en una taberna próxima. El tumulto del local evidenciaba gran actividad. En algunas mesas se apiñaban hombres, con rasgos curtidos que discutían sin cesar, esperando estampar su firma en una lista de contratación. Recorrieron, sin suerte, varios grupos pero contrastada su juventud eran rechazados. Al cuarto día, mientras dormían bajo uno de los porches, sintieron unas sacudidas que les despejaron en un santiamén. Un rechoncho marino, escupiendo una oscura masa que hasta ese momento masticaba con fuerza, les obligó a levantarse para comprobar su constitución. En la embarcación que capitaneaba faltaban muchachos para realizar las faenas más sencillas: limpieza, cocina y almacenaje de cabos. Al comprobar que ambos eran apropiados para esos menesteres les ordenó que le siguieran para embarcar en el Txalupa, una urca a punto de partir hacia el mar del Labrador. Las campañas de pesca se fueron sucediendo, en muchas ocasiones alargadas por tormentas, nieblas o atascos entre témpanos; Mikel regresaba y pasaba algún tiempo en el caserío familiar disfrutando de una dieta más rica y sabrosa. En uno de aquellos descansos se topó con su vecino Eneko el cual había formado una familia que ya contaba con cinco retoños; la casa paterna proporcionaba abrigo a la prole, en ausencia del marino, haciendo más llevaderos los meses de espera. Sus rutas e inquietudes eran distintas. ESu vecino estaba enrolado en un buque de carga que transportaba hierro vizcaíno al puerto de Lisboa. El carácter inquieto de Mikel no consentía permanecer mucho tiempo en un ambiente tranquilo y se comía los meses deambulando por las poblaciones costeras dedicando sus días a charlas de taberna, en las que cosechaba todo tipo de información referente a posibles embarques, y las noches recorriendo lupanares en los que satisfacía sus apetitos. En uno de esos garitos se encaprichó de Nekane una atractiva moza de pelo moreno, ojos brillantes, labios jugosos y un cimbrear de caderas que provocaba las miradas de todos los clientes. Su sonrisa mostraba una dentadura bien alineada y reluciente que centelleaba bajo las sábanas de la alcoba con cada una de las sonrisas y zalamerías que el marinero sabía compensar con buen trato y generosos estipendios. La relación fue apasionada y nunca buscó lanzar anclas ni la seguridad del puerto.

La botella de ron permanece vacía sobre la piedra del malecón, entretanto Mikel disfruta de una hermosa puesta de sol que tiñe de naranjas y rojos las aguas de la bahía. Una suave brisa acaricia su rostro.

No puede impedir que sus ojos se tornen tristes al revivir cómo se iniciaron los saqueos, por parte de ingleses y franceses, que obligaron a los propietarios de la flota a solicitar del rey patente de corso para surcar los mares en igualdad de condiciones. Mikel formaba parte de la marinería; su arrojo y el de sus compañeros habían ganado merecida fama por sus abordajes, que acababan casi siempre con el bajel conquistado añadido a la flota y su carga repartida como botín. El rugir de los cañones, la sangre dispersa por las cubiertas, el pillaje y la indisciplina a bordo endurecieron su temperamento. Empezó a acumular cicatrices que le granjearon la confianza de los oficiales y, en consecuencia, ascendió en la cadena de mando ocupándose de la custodia de la santabárbara, el control de la limpieza del barco y disponiendo el trabajo de los grumetes. En sus llegadas a puerto Nekane, que compensaba las huellas que el tránsito del tiempo perfilaba en su cuerpo a base de grandes dosis de sabiduría y ternura, le mostraba una lealtad inmerecida aliviando, bajo las mantas que cubrían un envejecido catre, el creciente reuma del navegante con delicados balanceos de sus nalgas y abandonando, con mimo, su cuerpo sobre los muslos del corsario. Con el sol de mediodía les esperaba la tasca, en la que acostumbraban a satisfacer sus estómagos, con generosas jarras de vino y platos de alubias, cocinadas con tocino, morcilla y col; en aquel ambiente permanecían hasta el anochecer ahogando en cerveza y acordeón la nostalgia de años pasados. El silencio era su habitual conversación y sólo sus penetrantes miradas insinuaban complicidad en aquellos raquíticos encuentros. Las temporadas de pesca eran cada año más pobres pero se compensaban con cargas de tejidos y otras mercancías requisadas. Entre la tripulación la sífilis causaba estragos y el barbero no daba abasto intentando resolver, sin demasiado éxito, cualquier tipo de dolencia.

El día ha declinado. De vuelta a la hospedería un plato de sopa caliente le reconforta.

Rememora el embargo de barcos vizcaínos realizado por la corona española para fletar una poderosa Armada que partió hacía Inglaterra. Mikel por aquellas fechas servía en La Magdalena nave corsaria de dieciséis cañones que debió unirse a un sinfín de goletas, carabelas y otros bajeles. Ya en el mar fuertes vientos y tormentas desordenaron sus derrotas dispersando la flota. La singladura que podía haber originado una terrible batalla naval acabó en una desbandada que se cobró miles de vidas. El barco corsario se desvió hacia el mar de Irlanda. El clan MacDonnell, enemigo del imperio sajón, les prestó ayuda para conseguir reparar las embarcaciones y las fuerzas. Una vez más regresó, sano y salvo, a su puerto de origen.

Apuradas un par de pipas se dirige a la barra para saludar a unos vecinos y tras una breve despedida abandona el local. La noche avanza y sobre la mar rizada tiembla el reflejo de la luna ¿Cuantas veces, en la oscuridad y mecido por el vaivén de la quilla, serenó su alma con aquella imagen?... Sumido en la nostalgia de pasados tiempos y recuerdos el viejo corsario siente una lágrima surcar su curtida y arrugada mejilla, su sabor no es de mar ni su motivo el arrepentimiento. Protegiendo sus doloridos brazos en los bolsillos del pantalón alza el cuello de su grueso chaquetón, cubre sus orejas ajustando su gorro de lana y con paso lento avanza, por los húmedos escalones, en busca del merecido descanso junto a Nekane, ahora, su único presente.

José Ignacio

http://www.dqmq.blogspot.com/

miércoles, 16 de marzo de 2011

Taller de guión de cortometrajes

Desde el taller de escritura El Desván de la Memoria me ha llegado este anuncio que puede ser interesante. Aquí os lo dejo, por si podéis acercaros:


El sábado 26 de marzo de 2011 se impartirá un taller intensivo sobre Creación y guión de cortometrajes. En él veremos cómo escribir un guion en la práctica (ya sea de corto, largo o serie de tv), con el visionado y comentario de algunos cortometrajes.
Objetivos:
—Elementos básicos de construcción de un guion
—Inicio: guion de corto, largometraje y series TV
—Proceso de creación del guion
—Teoría y desarrollo práctico de guiones

La duración será de 4 horas, de 16:30 a 20:30 en la escuela AULADANZA (calle Doctor Calero, 19 de Majadahonda).
Más información:
http://tescrituratg.blogspot.comhttp://www.tallerliterario.net/agendaservicios.htmContacto, inscripción y reservas en el teléfono 617712014 o en el correo:
tescritura.tg@gmail.com

domingo, 6 de marzo de 2011

Nadie apuesta por los escritores noveles y/o desconocidos

Aunque el siguiente texto se escribió en el año 2008 por un editor de Aladena, y comenta cosas bien sabidas por todos, no queda de más que lo publique.

"Cuando uno se adentra en el aparentemente complejo mundo del libro, y lo ve desde una óptica diferente a la de lector -en este caso la de editor, y por ende, empresario-, uno empieza a vislumbrar y a entender conceptos y aptitudes que antes se pasaban por alto. Se descubre, por ejemplo, cómo funciona la distribución de un título, cómo se pone el precio idóneo a un libro, cómo funcionan las imprentas o, más cercano a todos, cómo se mueven los libros por las librerías

Uno de los temas más peliagudos dentro del mundo de la edición es el que se forja alrededor de un término que muchos conocerán, y en en el que otros tantos también se verán identificados: el del escritor novel.

Se define a un escritor novel como aquel que publica su primer libro -independientemente de cómo lo haga-. Conseguir editar un libro hoy día ya no tiene misterio. Cualquiera puede editar un libro, ya que hay opciones que abarcan las fórmulas más diversas para conseguirlo. Y los costes, en función de qué se quiera, pueden llegar a ser tan asequibles que sorprenderían si se contasen.

Sin embargo, que uno publique un libro no significa NADA. Empezar en el mundo de la literatura no es nada fácil. Y digo en el mundo de la literatura, que no en el de la escritura. Porque si algo se descubre con el tiempo y la lectura es que escribir un libro no convierte a uno en escritor.

Una de las grandes leyendas urbanas que circulan es que los escritores noveles no saben escribir, que tienen "que pulirse". Eso es FALSO. Es cierto que no todos los escritores noveles tienen obras que son "leíbles". Hay quien escribe sin ton ni son, sin ningún tipo de orden, sin ningún tipo de estilo, y que presenta obras insufribles. Sin embargo, otros muchos presentan obras de indudable interés, con una capacidad de narración que abarca lo extraordinario, y con unas temáticas, historias y personajes que nada tendrían que envidiar a los de los grandes de este universo literario.

¿Saben cuál es la única razón por la que los escritores noveles no suelen tener acceso a las editoriales? Porque muchos de sus responsables consideran que NO SON RENTABLES, e invertir en quienes crees que no te van a generar el dinero que deseas, no es buen negocio. ¿Qué se entiende por RENTABILIDAD EDITORIAL con respcto a un autor? Aquel que saber de antemano que te va a generar, mínimo, el doble o triple de lo invertido.

¿Publicar a autores noveles es un riesgo? No siempre, y lo único real es tener ganas y apostar. Nadie sabe con antelación cómo va a ser una obra, y el público comprará en función de gustos, y de manera independiente, a aquellos autores cuya temática interese. ¿Que la venta de un libro depende de la promoción, de la vistosidad, y de su accesibilidad? Eso es algo que nadie pone en duda... pero es necesario dar una oportunidad a los que empiezan y no basarse en criterios ambigüos que, en demasiadas ocasiones, demuestran ser ineficaces.

¿Ser autor novel es difícil? Sólo en la medida en la que las editoriales quieran apostar por ellos. "

Escrito por Fran Vázquez, periodista y editor, en su blog de la Editorial (2008)
http://franaladena.wordpress.com/2008/10/05/nadie-apuesta-por-los-escritores-noveles-yo-desconocidos/

viernes, 4 de marzo de 2011

Arenas


La playa. El amanecer. Un lugar de vacaciones tranquilo. ¿Tranquilo? Eso creía yo.
Paseaba por ella una mañana temprano en la que no había podido dormir bien, por lo que decidí despejarme con las olas acariciando mis pies.
El sol salía por el horizonte. ¡Qué imagen más preciosa!, ¡ y cuánto hacía que no la disfrutaba! A ver, allí imposible. Me senté un momento sobre la arena fina. Qué a gusto me encontraba. Las gaviotas revoloteaban sobre mi cabeza, de un lado al otro de la playa. Caray, cuántas eran y qué grandes. Algunas se posaron sin miedo a pocos metros de mí; parecían ignorarme.
“Menudo pico tienen” me dije, y enseguida me vi recordando escenas de la película “Los pájaros” del maestro Hitchcock.
De pronto todas levantaron el vuelo asustadas y una figura pasó corriendo junto a mí y se lanzó al agua. Me había parecido... no, no podía ser. ¿O sí? Tragué saliva. Era una mujer desnuda. Sï, sí. Creo que era rubia, con el pelo ondeando sobre su cabeza, y con un cuerpo...pues...bueno...la vi sólo un momento, pero, sí, estaba bien, pero que muy bien. Mi cuerpo comenzó a temblar, y mi respiración se hizo más rápida. Nadaba muy velozmente, y en pocas brazadas se había alejado de la orilla.
Me levanté y me giré, alejándome de allí. “¡Qué demonios! – me dije-“¿es que no va a poder hacer uno nada sin que le molesten? La chica tiene derecho, ahora no hay nadie. Excepto yo, parece que no se ha dado cuenta de mi presencia.”
¿O sí se había dado? Me giré un momento, aunque ahora no la vi. En fin, era mejor que siguiese mi camino, no fuera a ser que...Reprimí los instintos como tantas veces había hecho en la empresa donde trabajaba, como ejecutivo que soy, y desvié la mirada.
Caminé descalzo sobre la arena. Vaya por Dios, todo lleno de algas ahora. Ay, ¿qué es esto? Una chapa. Y botellas. Pero qué mierda era aquello (y nunca mejor dicho). Perdóname los tacos, pero es que a veces....Vale, nada de tacos, que si no se me enfadan...Sigo. En ese momento vi tanta suciedad junta que no vino mal desahogarme un poco. En fin, ahora tranquilidad. En ese momento también lo pensé, necesitaba tranquilidad, y la playa estaba para eso, para desahogarme de la vida pasada. Debía demostrar que no necesitaba nada más que paz, y todo arreglado.
Dejé a un lado las botellas y reprimí mis impulsos de liarme a mamporros con ellas; pero, claro, eso no se debe hacer nunca. Los problemas son muchos y hay que ir sobreponiéndose a ellos, si no, te consumen.
Una pareja de novios se acercaba hacia mí. Oh, l`amour, un amanecer, qué imagen. Les saludé con una sonrisa, sin detenerme. Me recorbaban a nosotros, mi mujer y yo, cuando éramos novios. Ahora no, ella estaba fea y gorda, como siempre ocurre. O al menos así la recordaba yo, hacía tanto que no la veía...Desde que se fue. ¡Qué pena! Aquellos sí que eran tiempos.
Me tumbé en la arena para controlar mis temblores, que habían vuelto. Los finos granos se introdujeron entre los dedos, calmándome los nervios de nuevo. Ah, eso sí que no cambia, siempre es igual de bueno. Me gustaba, me gusta. Me habría quedado allí toda la vida.
Me dormí no recuerdo cuanto rato. Noté algo asqueroso sobre la cara, algo que resbalaba por mis labios y mejillas. Desperté sobresaltado y golpeé a lo que se encontraba a mi lado. Un niño salió despedido hacia atrás. Su cubo cayó a un lado, derramando el agua sobre la arena. Me había salpicado el muy hijo de...vale, sí. Se trataba de agua. Pedí disculpas a la madre, la cual había venido pronto a socorrer a su bendito hijo. Les presté un pañuelo para limpiar la sangre que caía de su nariz a chorros. A veces no mido mi fuerza. ¡Es que no dejan dormir a uno tranquilo! Tanto bañista de pacotilla y domingueros todos. Me alejé rápidamente de allí para no oír a la mujer cómo me insultaba. Me daba igual, si no hubiesen venido a molestar... La playa se había llenado, ya era medio día y hacía calor, mucho calor. Mi cuerpo volvía a temblar. Qué asco de lugar, estaba como siempre, hasta la bandera de gente de...Sí, no te preocupes, estoy tranquilo, sólo lo recuerdo ahora.
Anduve esquivando toallas. La gente me miraba y eso me producía mayores temblores. Debía ser que estaba vestido, sí. No como ellos, todos enseñando sus chichas y michelines. Gordos de mi...Un autobús aparcó en la carretera, a pocos metros de donde yo caminaba. Comenzaron a salir viejos, muchos viejos. Todos iban cargados de sombrillas, bolsas nevera, sillas y demás mi...¡Más gente no!.
Sonreí. Había que buscar el lado positivo. Algún viejo cogería una insolación y alguno más, si había suerte, se ahogaría (je,je). “ Las Últimas Vacaciones del Reumático” titularía yo a esta excursión. Escribiré un libro, sí señor, ahora que tengo tiempo. Bueno, qué malo soy. Es broma, claro. Si al menos uno de ellos no me hubiese recordado a aquel capullazo de la empresa...Cuando volviese se iba a enterar el muy cabrón. Despedirme así. Decía que yo era un inestable, que era un peligro. Será maricón. El sí que es eso y mucho más. De todas formas no sé cómo me lo recordó, es un hijoputa más joven, aunque aquella figura se le parecía, para qué negarlo. Tenía unas ganas de cogerle y...
Agarré un canto de la playa, lo admito, vale. Pensé que había que librar a la sociedad de tipos como aquel. Seguro que el viejo era muy parecido, tenía la pinta... La verdad, creo que me pasé un poco, aunque...
La primera pedrada no le dio, aunque la segunda le alcanzó en la pierna. ¡Cómo chillaba el condenao! Los demás soltaron todos los trastos y ¡pies para qué os quiero! ¡Ja, ja! ¡cómo corrían! ¡Ni reuma ni artrosis, ja, ja!
-¡ Cobardes, ahora corréis!- gritaba yo persiguiéndoles- ¡Fuera de esta playa, carcamales!.
El revuelo que se armó fue de los gordos. Lástima que la gente se me echase encima, y lástima que por no reprimir mis impulsos ante aquello (hijo de puta) supiesen de mi paradero. No recuerdo bien qué pasó después, pero el hecho fue que me libré de mis agresores como un valiente, y corrí, corrí...Oh, qué agobiamiento de playa, la gente gritando, gente por todas partes. Todos a exhibirse, ¡puercos!. ¡¿Dónde estaba aquella tía tan buena de la mañana?! ¡¡Como la volviera a pillar se iba a enterar, so zorra!! ¡¡ Me cago en la madre...!!

Bueeeeeno, tranquiiiilo, que me sulfuro al recordarlo, lo sé, no volverá a pasar. Sosiego es lo que necesito, y qué mejor que en mi hogar, aquí, en el hospital. No sé cómo se me ocurrió eso de escaparme. Fue un punto, lo admito. Ja, ja, menuda carrera se dieron mis colegas de blanco, sobre todo Jaime, con lo gordito que está. Hasta que dieron conmigo en aquella maldita playa. Y todo por culpa de los viejos, ¿o fue por la zorra? En fin, ya pasó. Ahora me voy a tomar el zumito y a pensar en cosas más alegres. Nada de alteraciones, que me lo prohiben. Mira, ahí llega Elisa, le enfermera, a ver qué nos cuenta hoy.