"El mundo no se hizo en el tiempo, sino con el tiempo"

San Agustín

miércoles, 20 de mayo de 2015

El loco Casimiro- de Blanca Miosi

Si existe una persona que es referencia para muchos escritores independientes, esa es, sin ninguna duda, Blanca Miosi.
Con un amplio bagaje en el mundo de las redes y en perseverancia y esfuerzo por hacer llegar a todo el mundo sus "productos", Blanca ha sabido moverse como nadie. "La Búsqueda", "El Legado", "El Manuscrito", etc, son varios de sus libros que se encuentran entre los más vendidos de Amazon, con miles de lectores fieles que siguen con avidez sus pasos y movimientos. Blanca, además, es una autora generosa y amiga de sus amigos, apoyando a otros escritores noveles siempre que puede y aportando útiles consejos para aquellos que se deciden a publicar por libre. Todo un ejemplo a seguir.
En este relato, perteneciente nuevamente a la antología solidaria "Leyendas de la caverna profunda", nos encontramos con un tal Casimiro al que parece ser que, al final, la vida le sonríe...o no. Se trata del texto, quizás, menos fantástico de todos los de la citada antología.
Se salva, en el sentido más "fantástico" de la palabra, como comenté en una ocasión, por un café.


El loco Casimiro

Casimiro Espinoza llevaba casi media hora metido hasta el cuello en la tina de agua caliente.
La gente que lo había recogido de la calle esperaba que aflojara lo sucio antes de proseguir con su aseo. Mientras aguardaba a que continuasen con el plan de convertirlo en caballero, según habían dicho con sus propias palabras, él hacía un recuento de su vida observándose las uñas.
Diez años. Diez años habían transcurrido desde que empezara su camino cuesta abajo en la rodada, como diría el tango de Gardel, pensaba Casimiro. Un buen día se vio en la calle: su mujer y su hija lo echaron de casa y, claro, después de un tiempo él mismo les dio la razón.
¿Cómo soportar a un hombre sin trabajo, borracho y encima, celoso? La verdad de todo era que a los cuarenta y ocho años difícilmente podría encontrar empleo, por lo menos uno acorde con el nivel de vida que habían llevado hasta entonces. Después de la reducción de personal no hubo manera de volver a trabajar en algo que valiera la pena. Y lo cierto de todo era que él no era hombre para empezar un negocio, ni siquiera de buhonero. Así que pronto se bebió los últimos ahorros que le quedaron y un buen día apareció literalmente en la calle, pero estaba tan ebrio que lo único que le importaba era encontrar algún buen lugar donde echar una siesta. Después la siesta se convirtió en sueño nocturno y al cabo de algunas semanas se encontró peleando con otros indigentes por un buen lugar en el alféizar de la ventana del Banco Exterior, el que daba a los jardines. El mejor lugar de Los Ruices. Afortunadamente pudo quedarse con el sitio, y la figura de Casimiro pasó a formar parte del entorno del lugar. Después de un tiempo se había habituado a un programa de actividades. Él siempre había sido un hombre de hábitos.
Su recorrido empezaba temprano por la Panadería Los Cortijos, donde el portugués parecía tenerle cierta simpatía, algo difícil entre aquella masa de inmigrantes, pero cada mañana, Casimiro sabía que en cuanto llegase a la panadería el portugués le convidaba a un café con leche grande y una canilla de pan.
—Tu no te pelas una... —le dijo cierto día el portugués en tono de cachaza.
—Ni muerto, portu... ni muerto —prometió Casimiro solemnemente, poniendo la mano en el pecho.
Blanca Miosi (fragmento de "El loco Casimiro", perteneciente a Leyendas de la caverna profunda, antología solidaria hacia Save The Children. Sólo por donar 1€ obtendrás un conjunto de relatos donde disfrutarás de este y 17 historias más)


Blanca Miosi (breve biografía)

Blanca Miosi nació en Perú y vive desde hace décadas en Venezuela. Publicó su primera novela El pacto en 2004 y en 2005, otra obra suya, El cóndor de la pluma dorada, quedó finalista en el concurso Yo escribo. La búsqueda, publicada en 2008, Barcelona España, una novela basada en la vida de su esposo, prisionero superviviente del campo de concentración de Auschwitz, tuvo una gran acogida. Fue ganadora del Thriller Award 2007.
En 2009 publicó de la mano de Editorial Viceversa,Barcelona, España: El legado, una novela sobre una saga familiar basada en el personaje Erik Hanussen, considerado durante muchos años el mejor vidente de Berlín y consejero personal del Adolf Hitler. A la venta en España, Sudamérica y ahora en Amazon en formato Kindle. 
EL MANUSCRITO 1 El secreto, se publica en la actualidad por el sello B de Books de Ediciones B, se encuentra a la venta también en edición de bolsillo y también en idioma turco.
LA BÚSQUEDA estuvo un año y cuatro meses consecutivos en el primer lugar del ranking de todas las categorías en Amazon. Actualmente lleva tres años como una de las novelas más vendidas. También figura en la lista de libros en papel más vendidos. Está traducida a los idiomas francés e inglés.

Obras publicadas en Amazon (Todas en el top 100 de bestsellers)

La búsqueda
El legado
El manuscrito 1 - El secreto
Dimitri Galunov 
El piso de la calle Ryden y otros cuentos de misterio
La última portada
El cóndor de la pluma dorada
Amanda
El gigoló
El manuscrito II El coleccionista
Waldek, The Boy Who Defied The Nazis
¿Quién era Brian White?
The Manuscript I The Secret

Puedes conocerla más a fondo en: blancamio

sábado, 2 de mayo de 2015

El triángulo escaleno (un fragmento) - por David F. Cañaveral


Una nueva de fantasía que no parece tal entró con fuerza en el mundo de las publicaciones hace sólo unos meses. Su autor, un joven llamado David F. Cañaveral, ha dedicado varios años de elaboración para este bello escrito, muy bien perfilado y cuidado al máximo. Un autor que en breve, según ha anunciado, hará público otro de sus trabajos. Un autor independiente que, lejos de la etiqueta que muchos dan a los "independientes", autores de baja calidad literaria, ávidos de reconocimiento y de que su obra salga a la luz lo antes posible sin dedicarse a las revisiones oportunas ni a los filtros que (supuestamente) otorgan las editoriales, ha optado por hacer su sueño realidad por sí mismo. Quizás haya que dar más oportunidades a gente de este tipo.
Sin más preámbulos, disfrutad de este fragmento de una historia que son en realidad tres, o de tres historias que confluyen en una única. Tres épocas diferentes y distantes entre sí guardan un nexo común. ¿Cuál es?


El triángulo escaleno

Melchor se inclinó sobre la cama, besó la frente de su benjamín y arropó a sus dos chicos. Apagó la luz de la mesita de noche y corrió tras de sí la cortina que separaba las dos estancias. Se sentó en el suelo, delante del televisor. Lo conectó y puso el volumen al mínimo, lo justo para poder escuchar sus voces extranjeras sin perturbar a sus hijos.
Tardó en asimilar lo que veía. Estaba saliendo en todas las cadenas. Se acercó a la pantalla hasta casi dar con la nariz en ella. Estaban hablando de Alemania. Las fronteras se habían abierto. El muro estaba cayendo. La gente, eufórica, pasaba al otro lado. Era una marea de personas, una riada humana, una cascada de vida.
–Acuario… –murmuró, impresionado.
¿Estaría ocurriendo realmente? ¿Era aquella la señal del comienzo? El cambio se avecinaba. El ciclo se cerraría. Y una nueva era daría comienzo.
Como siempre.
Aquel torrente humano… Los individuos se convertían en colectividad. La fuerza de uno se transformaba en la de todos. Piscis daba paso a Acuario.
Melchor desconectó la televisión y se puso en pie. Se quedó allí parado, flotando en sus pensamientos. Se dio cuenta de que respiraba agitado. Se había puesto nervioso.
Cayó en la cuenta de dónde y cuándo estaban, de adónde había conducido a su familia. A Praga, a Checoslovaquia. La noche de la caída del muro de Berlín.
Tuvo miedo: miedo por Dora; miedo por los niños; miedo por sí mismo.
Melchor tenía cincuenta y tres años. Le llevaba casi quince a su esposa. Era alto y corpulento, de hombros anchos y tórax prominente. Su abundante cabello moreno peinaba ya bastantes canas. Tenía una frondosa barba negra con vetas blancas. Había arrugas de sabiduría en torno a sus ojos oscuros. Era un hombre culto y respetable, como inspiraba su mirada.
Melchor era el padre. Su nombre significaba “rey de la luz”.
Sintió una súbita punzada de dolor en el pecho. Instintivamente, presionó con la mano la zona agarrotada, tratando de calmar tan inesperado malestar. Respiró con calma unos instantes, y logró reponerse. Pues no, todavía no había llegado su hora. Pero Melchor era consciente de la herida centenaria que había arraigado en su corazón; un designio que tarde o temprano le alcanzaría.
Y sintió pena por sus hijos, sabiéndose impotente ante la idea de que, algún día, él ya no estaría a su lado. El día que faltase, ya no sería nada. Nada.
Un ruido le sacó abruptamente de sus cavilaciones: una pisada, fuera en el pasillo. Melchor se puso alerta. Cerró los puños inconscientemente, haciendo acopio de fuerzas, deseando tener algo que utilizar como arma.
Más ruidos, más pisadas. Lentas y cautelosas, procurando pasar inadvertidas, pero indudablemente dirigidas hacia la puerta de aquella habitación. El picaporte se giró con insoportable lentitud, y la puerta se abrió despacio.
Melchor respiró aliviado cuando reconoció a Dora en el umbral. Su mujer le miró en silencio. No sonrió, y Melchor se percató de ello. Parecía consternada, superada por algo que hubiera ocurrido durante su escapada nocturna.
Dora cerró la puerta cuidadosamente y caminó hacia su marido. Se encontraron en mitad de la estancia, contemplándose el uno al otro, con gesto profundo y circunspecto. Melchor no pudo soportar más la incertidumbre, y preguntó:
–¿La has encontrado?
Dora mostró una mirada temblorosa a su marido. Parecía estar a punto de prorrumpir en un desconsolado llanto. Se metió la mano en el bolsillo de la chaqueta y la extendió ante él, desvelándole lo que guardaba entre sus dedos. Melchor admiró ensimismado el objeto, casi boquiabierto. Era una joya, una joya magnífica. Era un triángulo equilátero, de unos dos centímetros de
lado; grueso y robusto. Estaba hecha de algún material precioso, negro con ribetes marfil. Era una oscuridad que a la vez brillaba. Era fabulosa. Estaba engastada en un triángulo de oro que protegía su reverso y le otorgaba un matiz de majestuosidad.
Melchor puso una mano bajo la de su esposa, como si así la ayudara a sostener el peso de aquella maravilla. Colocó la otra mano por encima, ocultando el curioso brillo que el objeto despedía.
Melchor y Dora se miraron a los ojos. Los dos comprendían el significado de la existencia de aquella gema. Se fundieron en un arrebatado abrazo, conteniendo toda su emoción, perdiéndose cada uno en el pecho del otro, buscando su protección.
Sentían el peso de muchas vidas sobre sus hombros.

David F. Cañaveral (Fragmento de "El triángulo escaleno")


Su novela, en formato digital y en papel, la puedes conseguir aquí

Si quieres saber más sobre el autor puedes hacerlo en su página: davidfcanaveral.es