"El mundo no se hizo en el tiempo, sino con el tiempo"

San Agustín

lunes, 7 de diciembre de 2015

David Cañaveral, un novel que promete: El triángulo escaleno

Como reto especial, he decidido cambiar de registro en esta ocasión y volver a entrevistar a autores. Espero que me perdonen mi atrevimiento los verdaderos periodistas que caigan en estas páginas, si es que cae alguno, ya que mi labor es sólo dar más a conocer a escritores que luchan por obtener su lugar. Creo que éste es uno de los que se lo merece.

David Cañaveral es un joven con dos novelas en su haber, pero cargado de nuevas ideas que se agolpan por salir de su amueblada mente. Con el próximo y cercano PRIMER ENCUENTRO DE AUTORES INDEPENDIENTES, que ocurrirá en breve en la localidad de Aranjuez (Madrid) y donde David tendrá cabida junto a otros tantos autores, aprovecho la entrevista realizada sobre "El triángulo escaleno", su primera novela.
Espero que os aclare más sobre su persona y esta obra de fantasía diferente. Que lo disfrutéis.
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El triángulo escaleno es una novela compleja, pero muy bien hilvanada. Aunque supongo que la cuestión no es muy original, no puedo dejar de preguntarte: ¿cuál fue el germen?

Reconozco que lo he pensado en muchas ocasiones desde que empecé la promoción del libro, el año pasado, pero ya ni me acuerdo de cuándo fue el momento exacto. Sí sé que fue hace más de diez años. La idea de la equivalencia entre los personajes (cada uno de ellos se reencarna en las tres épocas de la novela: 1431, 2007 y 2403) fue lo primero que germinó en mi cabeza. La trama del presente y la del pasado, y sus conexiones, estuvieron claras desde el principio. Pronto surgió la historia del futuro. Surgió así un escrito de tres caras, con la síntesis de todo lo que se me iba ocurriendo y la estructura, que la tuve clara. De las primeras cosas que recuerdo haber visto en mi mente fue el giro argumental del final de la primera parte.


Se trata de un libro con tres historias hilvanadas mediante un fuerte nexo, ¿te resultó difícil crear las distintas épocas? ¿Cómo fue el proceso de unión entre ellas?

Fue complicado. Ese primer escrito de tres páginas luego pasó a ser un resumen de cincuenta en el que formé el primer armazón de la estructura: las tres partes y los capítulos que componen cada una. Sabía cuáles eran los nudos que quería que sucedieran entre las tres historias, sobre todo al final de cada parte. Las tres épocas tuvieron su factor de complicación. En la de 2007, lo más complejo era plasmar una fidelidad suficiente, dentro de las licencias oportunas, un sitio real y, además, precioso: la isla de Lanzarote y, en menor medida, la de Gran Canaria. La trama de 1431 entrañaba el reto de hacer creíble ese reino olvidado en un universo paralelo que, aún así, se parece mucho al nuestro y que, siguiendo las pistas, el lector puede ubicar en el mapa. Y 2403 suponía imaginar un futuro que, aunque con cierta libertad, debía ser verosímil también. A la hora de unir las historias, que se van intercalando en el libro, tuve que ser muy cuidadoso y, de hecho, tuve que cambiar el orden de unos capítulos porque no tenía sentido que el lector se enterara de algunas cosas antes de una historia que en otra.


Gabriel, Alejandro, Anwar, Dora, Eternia, Aldemar...está claro que los nombres de los personajes están muy pensados y tienen personalidad propia. ¿Fueron primero ellos o lo que representaba cada uno? ¿Cómo fue el proceso de selección de estos nombres?

Lo primero eran los personajes en sí, sus caracteres y el destino al que se enfrentarían, no solo en una trama, sino en las tres en común. Todos tienen paralelismos con sus equivalentes en otras encarnaciones. Cada personaje tenía una función. Eso era fundamental. A partir de ahí, busqué nombres. Deseaba que el significado de los nombres en sí entroncara directa o indirectamente con sus personalidades y sus designios. Apunté montones y montones de nombres. Para 2007, fui más libre. Simplemente escogí nombres habituales hoy día que cuadraran con los personajes. Para 1431, intenté imprimir una pátina de antigüedad. Para 2403, busqué exotismo, nombres que no nos sonaran corrientes desde nuestro punto de vista.


Aunque comentas en cierto momento tu semejanza con alguno de los personajes, masculino en este caso, háblame de la importante carga femenina de la novela. ¿Te costó meterte en la piel de Carol o Dora, por ejemplo? ¿Qué personaje te fue más difícil?

Me esforcé por hacerles justicia, por conseguir que quedara clara una idea que siempre fue mi intención: que los personajes femeninos de esta novela eran todos mujeres fuertes que, en más de una ocasión, no solo se enfrentan a destinos muy duros, sino que son ellas quienes conducen a los hombres a las misiones que deben encarar. Puede que Dora, y sus equivalentes del pasado y el futuro, fuesen las más complicadas. Necesitaba que cuando el lector descubriera el lazo que les unía las comprendiera, que entendiera sus decisiones, sus acciones. En realidad, en Dora y sus “compañeras del alma” reside gran parte de la clave de la novela. En general, los personajes del presente fueron más complicados porque debían hacer que el lector se identificara.


El Mal se concentra en la novela en “la sombra”, el Mahlá, cuya descripción me parece soberbia. ¿Por qué escogiste estas características?

¡Gracias! Las palabras, a veces, surgen así, aunque es cierto que en esta novela me esforcé por conseguir que el texto transmitiera cierta profundidad. (En mi siguiente novela, por ejemplo, creo que he sido más directo, mucho menos descriptivo, más entregado a la acción). En concreto, Mahlá, la sombra, era fundamental. La idea central del libro es que somos responsable de las acciones que hacemos. El karma, tarde o temprano, aunque sea en otra visa, nos premia o nos castiga. Y Mahlá era la muestra de la corrupción total del alma, llena de inquina y avaricia. Es la materialización de aquello contra lo que luchan los personajes en la batalla final.


Y ahora, hablando del autor, dime qué clase de novelas te interesa más como lectura y qué escritores te llaman más la atención. ¿Alguna historia, por cierto, te ha inspirado en parte para acometer alguna de tus novelas?

Normalmente, no busco un género o un estilo concreto. Más que escritores, me llenan novelas. Me suele gustar aquello que me engancha, que me intriga. El suspense me parece esencial y, en mi opinión, el suspense puede estar en cualquier género: fantasía, policíaca, romántica, etc. En cuanto a inspiraciones, en el caso de El triángulo escaleno, escribirla fue un proceso largo, más de cinco años, en el que pasé por varias etapas. La mayoría de lo que me inspiraba procedía de la fantasía. Al final, mi empeño fue que la fantasía fuera cercana, que el lector dijera: esto que estoy leyendo podría pasarme a mí, ¿qué haría yo en esta misma situación?

¡Gracias!




David F. Cañaveral nació en 1983 en Madrid y es Técnico Superior en Imagen para el Diagnóstico, campo de profunda vocación personal en el que actualmente tiene la suerte de trabajar. Es escritor sobre todas las cosas. “El triángulo escaleno”, su primera novela, se publicó en 2014. En 2015 ha salido a la luz “Dados de cristal”, el primer volumen de “Ciudad Fortuna”, una nueva serie de misterio y fantasía.
Puedes saber más sobre él en:
www.davidfcanaveral.com
Twitter: @DavidFCanaveral
Facebook: www.facebook.com/davidfcanaveralescritor

lunes, 30 de noviembre de 2015

El extraño caso de Antonio- de Jesús García Lorenzo

Jesús García es un escritor versado en relato corto impactante, cargado de giros originales y buenas historias. Tuve la suerte de contar con él para la antología solidaria Leyendas de la caverna profunda con uno de sus cuentos, en este caso uno de los más cómicos de la misma. En la contraposición se encuentra la riqueza, y aquí no se quedó corto.
Hace meses, al final, decidió recoger gran parte de estos relatos suyos, especiales para "trayectos cortos", como gusta decir el autor, y publicó su antología Brelatos
Animo encarecidamente a que la adquiráis de un modo u otro; estoy seguro de que disfrutaréis.


El extraño caso de Antonio (fragmento)

Una mañana, fría y amenazante de lluvia, Antonio se encaminó, como era su costumbre, a la cafetería para desayunar. Al doblar la esquina una espesa niebla lo rodeó, y nunca más se supo. Había desaparecido.
Al no saber nada de él, los compañeros de trabajo, extrañados, denunciaron su desaparición. Se comenzó entonces una búsqueda exhaustiva por todo el término municipal. La policía usó sus perros, los vecinos y conocidos fueron organizados en patrullas, todos estuvieron ojo avizor para encontrar una pequeña e insignificante pista que pudiera dar con el paradero de Antonio. Pasaron los días y poco a poco se fue reduciendo la búsqueda. La Ley de desaparecidos fue adquiriendo fuerza, y los investigadores judiciales dieron carpetazo al asunto, archivando el caso con la coletilla de: “Sin resolver”.
Pasaron dos años, y cuando todo el pueblo ya se había olvidado del caso, una mañana de otoño apareció Antonio en la cafetería Buen Día, pidió una taza de café largo cortado de leche y una magdalena. El camarero le sirvió el desayuno. Al terminar su desayuno y pedir que lo anotara en su cuenta el camarero lo reconoció. Sorprendido quedó sin habla. Tanto que no supo qué hacer. Quedó observando cómo Antonio abandonaba la cafetería dirección a la estafeta de correos.
Sin pensárselo un momento el camarero siguió sus pasos, no sin antes decirle a su mujer que volvía enseguida. Desde la acera de enfrente lo vio entrar en la estafeta a las nueve en punto; como era habitual en él. Cruzó la calle y empujó la puerta, pero estaba cerrada, miró a través del cristal y vio cómo las luces fluorescentes iban encendiéndose una tras otra. De repente un funcionario de la oficina se presentó al otro lado de la puerta. El camarero, que no lo vio acercarse, retrocedió unos pasos por el susto. El funcionario le señaló el cartel que colgaba en medio del cristal y donde se podía leer: «Cerrado».
—Hasta las nueve y media no se abre. —Gritó el empleado público.
—Acaba de entrar…
— ¿Entrar? Nadie. Aquí no ha entrado nadie. Vuelva luego.
Sorprendido por la contestación del funcionario se volvió a la cafetería. Mientras cruzaba la calle se preguntaba cómo no podían haberlo visto entrar. Se paró en la acera de enfrente, justo desde donde lo vio cruzar la puerta. Además, le había servido el desayuno. Recordó de pronto que había dos clientes en la barra cuando sucedió. Comenzó a correr para preguntarles antes de que se fueran.
Al llegar, su mujer, que entraba y salía de la cocina, le preguntó, recriminándole, dónde se había ido. No contestó, se limitó a dar un vistazo rápido al local buscando los clientes de la barra. Se habían marchado.
—Si buscas a los clientes que estaban desayunando les he cobrado yo.
— ¿Tú has visto aquí en la barra a Antonio esta mañana?
— ¿A quién? ¿Al que desapareció hace dos años?
— ¡Justo, ése!
— ¿Qué pasa, se ha ido sin pagar?
El camarero le contó lo sucedido, y su mujer lo miró, movió la cabeza y se volvió a la cocina.
A la mañana siguiente, a la misma hora apareció otra vez Antonio. Cuando, de espaldas, le oyó pedir el mismo desayuno, reconoció la voz, o quiso reconocerla. Al volverse lo vio salir dirección a la estafeta. Sin perder un momento salió detrás de la barra y lo siguió. En el mismo lugar que el día anterior se paró y observó como abría la puerta de la oficina, pero antes de entrar Antonio se volvió hacia el camarero y le dedicó una sonrisa. El camarero se deshizo del mandil y se quedó esperando media hora a que abrieran la estafeta. Al entrar recorrió con su mirada todo el establecimiento hasta que encontró a Antonio. Estaba sentado en una mesa realizando el trabajo de clasificación de cartas postales.
El camarero quedó allí parado en medio, sin poder apartar la vista de Antonio. Un funcionario se le acercó, y él le señaló hacia el lugar donde se encontraba Antonio.
—Allí no hay nadie.
— ¿Nadie? —Dijo el camarero— ¡Pero si lo estoy viendo!
Antonio dejó de clasificar cartas, levantó la cabeza y le dedicó una sonrisa. En ese preciso instante el camarero cayó redondo al suelo. Cuando llegó el médico, tan sólo pudo dictaminar el fallecimiento.
Pasaron dos años más, y la cafetería Buen Día cerraba sus puertas todas las noches a las once; el nuevo dueño no veía motivo para estar abierto más allá de esa hora, pues nadie acudía. Esa noche sin embargo se presentó un cliente pidiendo un café con leche. El nuevo dueño del local le informó del cierre, pero no quiso problemas y le sirvió el café con leche. Al terminar el cliente le pagó, y antes de irse le agradeció que mantuviera su local en buen estado, y desapareció en la oscuridad.
A la mañana siguiente a las ocho de la mañana aparecía en la cafetería Buen Día, pidiendo un desayuno, Antonio. El café estaba medio lleno y hubo dos clientes que lo reconocieron. Nadie le dijo nada. Al terminar el desayuno vieron como se dirigía a su antiguo lugar de trabajo. Uno de los clientes llamó a la policía antes de ir a la estafeta. No tardó en aparecer un coche policial en el café y otro en la estafeta. Al momento el juez de guardia levantaba dos cadáveres, uno en cada sitio.

Jesús García Lorenzo (continúa el relato en "Leyendas de la caverna profunda")



Jesús García Lorenzo (breve biografía literaria)

Primer premio del 8º concurso de relato corto de El coloquio de los perros, en Montilla (Córdoba).
Ganador de la mención de honor del 1º concurso de Prosófagos (foro literario internacional).
Ha colaborado en la publicación del libro de cuentos Necroslogía, una antología de la muerte.
Finalista Marítimo Portuario del XI Certamen de Narrativa Corta “Carmen Martín Gaite”
Ha publicado cuentos y artículos en la revista literaria virtual de Prosofagia.
Publica en su blog “Luz y papel” cuentos cortos.
En 2015 salió a la luz Brelatos , libro donde recopiló gran parte de estos cuentos de muy diversa índole.

lunes, 26 de octubre de 2015

El rastreador- de Blanca Miosi

Con el motivo de la visita a España de esta autora de bestsellers como es Blanca Miosi, hoy toca un fragmento de su última novela "El rastreador" que gustosamente nos ha cedido para mostrarlo como adelanto.
Hay poco que decir sobre ella que no se sepa ya, por lo que no me explayaré. Sólo recordar, por destacar algo, que su novela La búsqueda es la novela hispana más vendida de amazon kindle de todos los tiempos.

Disfruten del adelanto.


El rastreador- de Blanca Miosi

El atestado restaurante tenía un penetrante olor a fritura. Ian buscó con la vista alguna mesa vacía pero todas estaban ocupadas. Una joven lo vio y quitó su bolso del asiento frente a ella; una pesada mochila. Él se sentó y ella siguió sorbiendo un milkshake con la pajilla. Al cabo de un rato vino la mesera y dejó el menú. Ian notó que la chica lo miraba largo rato sin pedir nada. Supuso que no tenía dinero.
—¿Me permites invitarte?
Ello lo miró con desconfianza. Sus ojos volvieron a recorrer el camino hacia el menú y luego de unos segundos asintió con la cabeza sin soltar la pajilla de la boca.
—Escoge lo que quieras.
—¿En serio?
—Sí, en serio.
Pidió una hamburguesa doble con pickles y ensalada de patatas. Ian solo pidió ensalada y té frío.
—¿A dónde vas? —preguntó ella, más animada.
—A Nuevo México.
—Yo también voy en esa dirección.
—¿Tienes coche?
—No.
Ian terminó de tomar el té y dejó el vaso a un lado.
—Puedo llevarte, si lo deseas.
—Gracias. Me quedé sin dinero, me robaron la cartera.
—Tienes tus documentos, supongo.
—Ah, eso sí. Los guardo en uno de los bolsillos de mi mochila.
Abrió uno de los compartimentos y sacó su licencia de conducir. Ian vio que era norteamericana. Justo lo que necesitaba, Alá estaba con él, ya no le quedaban dudas.
—Tú no pareces norteamericano…
—Soy francés.
—Se nota en tu acento.
—Pasaré la noche aquí, vengo conduciendo desde Montreal. Debo descansar.
—¿Necesitas compañía?
—No, por ahora; pero alquilaré una habitación doble, si quieres pasar la noche aquí.
Ella pareció decepcionada. Por un momento quiso probar lo que le habían contado de los franceses, pero el que tenía delante parecía ser la excepción.
—Está bien…
—Fabrice.
—¡Qué lindo nombre! Me llamo Sibylle —se presentó ella, aunque él ya lo había visto en el permiso de conducir.
Ian estaba empezando a notar el cansancio de tantas horas sometido a tensión. Necesitaba dormir, pero no confiaba en la mujer; empezó a arrepentirse de haber entablado conversación con ella. Llevaba mucho dinero en efectivo y, lo más importante, temía que al quedarse dormido —y tenía el sueño pesado— ella husmeara entre sus cosas y viera los documentos, pasaportes y tarjetas de crédito, entre otras cosas.
—O mejor tomaremos dos habitaciones —rectificó Ian—. Quiero que estés cómoda y yo también lo necesito, llevo muchas horas despierto. No te preocupes, yo las pagaré.
Ella se le acercó.
—¿Eres gay?
—No. Pero estoy muy cansado y necesito dormir.
—¿Siempre duermes tan temprano? Apenas son las siete...
Ian no contestó, caminó en dirección a la recepción del motel y pidió dos habitaciones. Le dio una llave a Sibylle y fue con la suya a su cuarto. Apenas entró, se quitó los zapatos y cayó en la cama cuan largo era.
Un ruido en la puerta lo despertó. Miró su reloj: 3:00am. Se levantó con sigilo y al acercarse a la puerta volvieron a llamar.
—Soy yo. Sibylle.
Ian abrió y la vio, estaba con la misma ropa, parecía que no había dormido.
—¿Qué sucede?
—Hay unos policías revisando el hotel. Vine a avisarte por si te interesaba.
—Pasa y quítate la ropa, entra en la cama —dijo él, desvistiéndose.
Ella obedeció y se desnudó. Al escuchar la puerta dejó pasar unos segundos. Volvieron a tocar.
—¿Quién es?
—Policía. Necesitamos hablar con usted, por favor.
Ian abrió vestido en ropa interior.
—¿Algún problema?
El oficial lo miró y vio la foto que tenía en la mano.
—¿Ha visto a este hombre?
Ian se miró en la foto.
—Lo siento. No.
—¿Está usted solo?
—Sí. Bueno, no.
—¿Sí o no?
—Nos conocimos en el restaurante. Está aquí solo un momento, yo…
—¿Nos permite pasar? —preguntó el policía. Hizo una seña a su compañera en la puerta y entró. Sibylle, en la cama, se cubrió con la sábana hasta el cuello—. Ya veo que no está solo. ¿No es usted el que pagó dos habitaciones esta tarde?
—Solo quería hacer un favor a la mademoiselle. Ella ya se iba, de todos modos...

—Buena táctica, ¿eh? —dijo el policía comprendiendo la situación—. Nada mal.
— Pardonnez-moi, je ne comprends pas…
—¿Me permite su identificación?
Ian fue a su maletín y sacó el pasaporte. El oficial lo examinó, verificó la foto, y se lo devolvió. Vio a Sibylle en la cama, asintió y salió.
Ian aseguró la puerta y fue hacia la cama, levantó la sábana y examinó a Sibylle.
—¿No deseas entrar? —preguntó ella.
—Quiero que te bañes. Y aféitate todo, señaló los vellos del pubis. Absolutamente todo.
—¿Qué?, ¿estás loco? No me afeitaré.
—Encontrarás una máquina de afeitar en el baño.
—No lo haré.
—¿Quieres ganar trescientos dólares?
La mujer quedó pensativa por unos instantes.
—Está bien —concedió, por fin—. Si no me hubieran robado la cartera…
Ian cubrió la cama para no tocar el lugar donde ella se había acostado.
—¡Y lávate el cabello! —gritó, volviendo la almohada.
Treinta y ocho minutos después Sibylle apareció con una toalla envolviendo su cabeza. Ian se le acercó, examinó sus axilas, comprobó que se había afeitado el pubis y le quitó la toalla que envolvía sus cabellos. Cayeron sueltos en ondas rubias, cubriéndole en parte los ojos verdes.
—¿Satisfecho?
—Todavía no. Échate en la cama y no hagas ningún movimiento. Ninguno. ¿Comprendes? Tampoco gimas ni hagas ningún tipo de ruido.
Sibylle lo miró con el temor reflejado en sus ojos claros. ¿Con quién se había metido? La asaltaron miles de ideas, pero pensó en los trescientos dólares.
—Oye… creo que serán más de trescientos.
—Te daré cuatrocientos si prometes seguir mis instrucciones al pie de la letra.
—No me harás eso del sadomasoquismo, ¿eh? Mira que lo de Cincuenta sombras de Grey es solo una novela…
—No te haré nada que no te guste. Pierde cuidado. Ahora te pido que no me toques. No me acaricies, deja que todo lo haga yo. No es mucho pedir por ese precio.
Sibylle se alzó de hombros y se extendió en la cama. Era todo lo que requería Ian. El resto lo haría él.
Cuatro horas después Ian se daba un baño mientras ella esperaba exhausta echada en la cama. Jamás le había ocurrido algo así, lo más difícil fue retener los gemidos, no recordaba haber tenido tantos orgasmos en su vida. Con todo, no deseaba repetir la experiencia. Llegó un punto en que ya no era placer, sino desesperación. Fabrice le parecía un hombre que no estaba en sus cabales, esperaba que todos los franceses no fueran así. Además, estaba segura de que se ocultaba de la policía. Ni siquiera tuvo oportunidad de revisar sus cosas, se había encerrado en el baño con todas sus pertenencias. ¡Qué hombre tan raro!

Blanca Miosi (fragmento de su novela El rastreador)



Si quieres más información sobre esta estupenda y revolucionaria autora visita blancamiosiysumundo

miércoles, 14 de octubre de 2015

Crónica de Sharimab- de Álvaro Tato

El siguiente es quizás se fragmento del relato más extraño y sugerente de toda la antología Leyendas de la caverna profunda.
El autor es Álvaro Tato, un creador nato y multidisciplinar, pues ya te escribe una poesía flamenca de la mayor calidad, como imagina los guiones teatrales y textos prosaicos de lo más variopintos. Además, es un excelente actor perteneciente al grupo de teatro Ron Lalá, de notable éxito en estos últimos años.
Armaos de paciencia porque el texto tiene miga. Sumérgete en la épica y la mitología hindú...


Crónica de Sharimab

Ava, diosa del Inda, la nada, esposa de................, dios del Inda, creó Dul- Gría, la isla de la no- nada.
Ava creó Dul- Gría con una de sus lágrimas, por la tristeza de no poder llamar a su esposo,................, dios del Inda, hasta su lecho.
Aquella lágrima fue Nim- Gría, el lago de la no- nada, más allá de Nur- Tiló, las montañas orientales, de donde jamás aveneo alguno ha regresado. En torno surgió Dul- Gría con sus campos, sus bosques, sus lagos, sus montañas y la Estirpe Primitiva, los primeros denagrios, hombres- algo. Y la estrella fugaz, Cë- Nedra, luz viajera, señaló a su paso el fin del día y el comienzo del día para todos ellos.
Los denagrios grabaron el Surma- Dib, padre poema, en las rocas de los acantilados de Nim- Tiló, el lago oriental, para guardar memoria eterna de su origen.
El Surma- Dib, que dice de este modo:
Había Nada y Ava lloró Algo,
Nim- Gría fue la cuna de Dul- Gría,
donde los muertos dan luz a los vivos
y un astro errante dictamina el tiempo.
El Tercer Ciclo acabará algún día,
el cielo será sola luz perpetua
y Dul- Gría la nada, y nuevo Algo.
El Espejo del Ser es la respuesta.

Y el firmamento fue poblándose de estrellas como Dul- Gría de denagrios, una estrella nueva por cada denagrio muerto sobre la tierra.
Pues................, celoso del amor de Ava, había dispuesto que al cubrirse el cielo de estrellas todos los denagrios perecerían, ciegos y enloquecidos, de vuelta al Inda, la nada.
Así transcurrió el Primer Ciclo aveneo.
Degara, Lector del Surma- Dib, fue el primer deigirio. Degara entregó a los denagrios su Nueva Lectura. Degara negó la Vieja Lectura del Surma- Dib, padre poema, casi borrado en las rocas de los acantilados de Nim- Tiló.
Degara dijo que Inda, la nada, debía leerse Imeda, el silencio. Degara dijo que Gría, el algo, debía leerse Giria, la palabra. Y propagó la Nueva Lectura.
La Nueva Lectura, que dice de este modo:
Era el silencio y Ava pronunció una palabra:
el Lago de la Voz, la boca de Avenea,
isla donde los muertos cantan para los vivos
y una estrella fugaz marca el ritmo a su paso.
La Era de la Verdad culminará algún día,
y será el firmamento un solo canto eterno
y Avenea el silencio, después otra palabra.
El Espejo del Ser refleja la respuesta.

Así nacieron los deigirios, hombres- palabra, en torno a Degara y sus sucesores, los deigirios, que hablaron el verso y aprendieron la magia de los cantos.
Y el Segundo Ciclo trajo la Guerra Vieja.
Denagrios y deigirios lucharon en los campos, los bosques, los lagos y las montañas de Dul- Gría. Los ejércitos vencidos formaban constelaciones por el cielo brillante.
Hasta que la Alianza denagria batalló con las tribus deigirias en Nim- Troá, el lago de la guerra, y tantos aveneos perdieron la vida que el agua se volvió negra y las estrellas parecían llorar sobre Dul- Gría.
Y se firmó la Paz de Thinakivia, a orilla de Nim- Troá. La Paz que dividió Dul- Gría en las regiones denagrias y deigirias.
Al sur las regiones denagrias: Oma la occidental, junto al Desierto sin Nombre; Lasira y Thinakea, abrazadas por el Inda Soyabana, los desiertos de la nada; Vesenea la oriental, entre las montañas de Nur- Gría, cerca de Nim- Tiló.
Al norte las regiones deigirias: Dum- Garhee, entre el Desierto sin Nombre y Nim- Troá; Dum- Degarhee, entre Nim- Troá y Nim- Tiló, abrazadas por Muhë- Imeda, los desiertos del silencio.
Y surgieron de una y otra estirpe las hermosas ciudades aveneas: en Thinakea, Thinakivia, la de torres de plata; en Lasira, Nevna, la de los cronistas; en Oma, Aru, la de los campamentos; en Vesenea, Vesenia, la de las nieves altas; en Dum- Garhee, Shee, Jihee y Garhee; en Dum- Degarhee, Nimhee, Degarhee y Lephnee, la guardiana del Surma- Dib, a orilla de Nim- Tiló.
Así transcurrió el Segundo Ciclo aveneo.
Shavaran, el de los once pactos, rey de Thinakea, acogió en su palacio a la princesa Aiasarea de Lephnee, la de ojos de lago, huida de su madre, la reina Sib de Lephnee, la de las veinte voces. Shavaran se enamoró de Aiasarea y consumó el primer matrimonio entre denagrio y deigiria, y quiso que fuera éste el duodécimo pacto entre denagrios y deigirios, el que sellase la amistad entre pueblos.
Pero la Alianza denagria y las tribus deigirias se alzaron contra Shavaran. Durante el doble sitio de Thinakivia estalló la Guerra Nueva.
Las aguas de Nim- Troá volvieron a oscurecer como el cielo a cubrirse de estrellas. Y Cë- Nedra, luz viajera, pasaba casi confundida entre todas, y era arduo distinguir los días de las noches.
Fue el comienzo del Tercer Ciclo, en cuyo fin cifra la profecía del Surma- Dib la ceguera y la locura y el regreso al Inda, la nada, de toda Dul- Gría.
Álvaro Tato (fragmento de "Crónicas de Sharimab", texto perteneneciente a "Leyendas de la caverna profunda". Por sólo un euro, que donarás íntegro a Save The Children, puedes conseguir toda esta excelente antología www.1libro1euro.es )


Alvaro Tato (breve biografía)
Álvaro Tato (Madrid, 1978) es escritor, actor y dramaturgo, miembro fundador de la compañía Ron Lalá, con la que ha realizado giras nacionales e internacionales y obtenido el Premio Max a la Mejor Empresa/Producción Privada de Artes Escénicas, entre otras distinciones. Ha publicado Zarazas (2015), Gira (Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández 2011) y Cara máscara (Premio Hiperión de Poesía 2007), entre otros libros de poesía. Como dramaturgo, ha escrito Ojos de agua (con Charo López, dir. Yayo Cáceres, 2014) y El intérprete (con Asier Etxeandía, 2013), entre otros montajes, y es responsable de la versión de El alcalde de Zalamea (Compañía Nacional de Teatro Clásico, dir. Helena Pimenta, 2015). Es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid y ha estudiado Dirección de Escena en la RESAD. Imparte clases de Poesía y Dramaturgia en diversos centros educativos, como la escuela universitaria TAI, el Master en Creación Teatral de la Universidad Carlos III de Madrid (dir. Juan Mayorga) y la Academia del Verso de Alcalá de Henares. Colabora con el programa No es un día cualquiera (RNE).
Puedes saber más sobre su extensa obra aquí

jueves, 24 de septiembre de 2015

El anillo bretón-de Francisco Gijón

Hoy toca el turno a Francisco Gijón y su relato sobrenatural que escribió gustoso para la antología solidaria "Leyendas de la caverna profunda". Poco diré de Francisco, salvo que tiene una facilidad de palabra, tanto escrita como hablada, pasmosa. No le gusta que le definan como "historiador" ni "escritor"; a pesar de haber escrito varios volúmenes sobre la Historia de España y acabar de sacar a la luz su última novela titulada "La felicidad vacante" (sobre Oscar Wilde y su amante).
A ver qué nos cuenta de Marie de Chantilly...


El anillo bretón- un fragmento.

Marie de Chantilly vivía santamente, frecuentaba la iglesia, y todas las mañanas, por muy crudo que fuera el tiempo, salía de su casa para oír misa de seis en la que hoy es mi parroquia. Pero una noche de diciembre la despertó el tañido de las campanas. Segura de que anunciaban la primera misa, vistióse y salió a la calle, donde la oscuridad era de tal modo intensa que no se veían las casas y ninguna estrella brillaba en el cielo. Era tan profundo el silencio en las tinieblas que ni un perro ladraba a lo lejos, ni se sentía la proximidad de ninguna criatura viviente. Pero Marie, tan conocedora del camino que hubiera podido ir a la iglesia con los ojos cerrados, llegó sin dificultad a la esquina de su calle con la de la parroquia, donde se alzaba por aquel entonces un frondoso árbol milenario, un cedro del Líbano que nadie sabe cómo llegó a nuestro pueblo. Desde allí vio que las puertas de la iglesia estaban abiertas y proyectaban una claridad magnífica de cirios.
Avanzó más, y ante el pórtico advirtió que llenaba la iglesia un público singularmente numeroso para aquellas horas previas al amanecer; pero lo curioso es que no pudo reconocer a ninguno de los presentes, y le sorprendió que la mayoría de ellos vistiese traje de terciopelo y de brocado, con plumas en el sombrero, y que los varones llevasen la espada ceñida, según la moda de los tiempos antiguos. Allí había caballeros que se apoyaban en largos bastones con empuñadura de oro, y damas con una cofia de encaje sujeta por un peine en forma de diadema. Hombres engalanados daban la mano a señoras que ocultaban bajo sus abanicos el colorete de sus rostros, de los cuales sólo se veían las sienes empolvadas, y un lunar próximo a cada sien. Todos iban a colocarse en su puesto, sin el menor ruido, y mientras caminaban no se oía el rumor de sus pasos sobre las losas sagradas ni el roce de sus vestiduras. Nada. Las naves laterales se llenaban de una muchedumbre de jóvenes artesanos, con parda chupa, calzones de bombasí y medias azules, que abrazaban por la cintura a muchachas muy bonitas, de buen color y con los ojos bajos. Alrededor de las pilas del agua bendita se sentaban en el suelo, con la tranquilidad de animales domésticos, campesinas de saya roja y corpiño negro, mientras los mozos, en pie tras ellas, las contemplaban con placer y hacían girar sus sombreros entre las manos. Todos aquellos rostros silenciosos parecían eternizados en el mismo pensamiento, suave y triste a la vez.
Arrodillada en el lugar acostumbrado, Marie de Chantilly vio al cura que avanzaba hacia el altar, precedido de dos monaguillos. Pero no reconoció al oficiante ni a los dos acólitos. Empezó la misa, una misa completamente silenciosa, donde no se oía ni el repiqueteo de la campanilla. Marie, influida por la mirada y la figura del hombre más próximo, le miró sin volver apenas la cabeza y reconoció al joven caballero de Aumont-Cléry, que había muerto cuarenta y cinco años antes. Lo reconoció por su perfil y por una pequeña señal que tenía bajo la oreja izquierda, pero sobre todo por la proyección de las largas pestañas negras sobre sus mejillas. Vestía el traje de caza rojo y galoneado que llevaba cuando le salió al encuentro en un bosque cercano y le pidió agua y le dio un beso. Conservaba su juventud y su buena presencia de antaño. Al sonreír enseñaba todavía su blanca dentadura. Marie le dijo en voz baja:
—Monsieur, a vos que fuisteis mi amigo y a quien yo di en otro tiempo lo más preciado que una muchacha puede dar, Dios os tenga en su gracia y me dé al fin remordimiento por el pecado cometido con vos; porque la verdad es que, bajo mis cabellos canos y cerca de la hora de mi muerte, no me arrepiento aún de haberos amado como os amé. Amigo difunto, bello señor, decidme quiénes son estas gentes a la moda del tiempo antiguo que oyen esta silenciosa misa.

Francisco Gijón (fragmento de "El anillo bretón", perteneciente a la antología "Leyendas de la caverna profunda", cuya finalidad es la donación a Save The Children. Si quieres conseguir la colección de relatos fantásticos y sobrenaturales, la tienes por sólo 1€ aquí )



Francisco Gijón (breve biografía)
Nacido en Madrid, Francisco estudió Geografía e Historia en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) especializándose en Arte Prehistórico e Historia Antigua. Su inquietud intelectual lo llevó a ampliar su formación con estudios de Ciencias Políticas y Estadística.

Conferenciante, corrector de estilo y con varias novelas en su haber, posee una bitácora divulgativa sobre Historia de España que ya ha sido visitada por más de 500.000 personas en todo el mundo. Puedes visitar su web aquí Actualmente se encuentra envuelto en un nuevo proyecto editorial.

martes, 4 de agosto de 2015

Revientatumbas-de Alberto Lominchar


Si existe un autor que ama la Historia y, en especial, la de España del siglo XIX ese es Alberto Lominchar. Poeta hasta la médula, crítico y algo revolucionario, Alberto no es un escritor conocido, aunque lo que hace, lo hace realmente bien.
En este interesante relato con título de lo más sugerente nos plantea la historia de Gumersindo Robles, un alma descarriada de la Villa de Madrid, y su desventurada incursión a un lugar al que nunca debió ir...


REVIENTATUMBAS

—¿Qué es eso? –pregunté a Nicomedes.
—¿Qué diablos sé yo? —replicó mi compañero.
—¡Pues alumbra, recontra, que no habremos de quedarnos con la duda!
— ¡Alumbra y ve tú, Gumersindo, que prefiero vegetar en la ignorancia y conservar en buena hora mi pellejo! —dijo el pusilánime.
Así que tuve que armarme de valor y proceder a acercarme al lugar de donde parecía provenir el sonido. Al poner luz al asunto, tan sólo resultó ser un osario, un triste montón de huesos apilados que, un momento antes, había colapsado de improviso.
—¿Qué? —interrogó Gumersindo.
—Las reliquias de otros tiempos, que no soportan la humillación de las montoneras y han decidido separarse y tirar cada cual por su lugar.
Esta aclaración no pareció lo suficientemente prosaica para la mollera de mi compadre, así que tuve que expresarme en términos más pedestres, acordes con sus magras entendederas. Una vez lo hubo asimilado, no se le ocurrió otra cosa que espetar:
—Pues esto es un mal augurio, Gumersindo, un mal augurio. Con este presagio de mal agüero, lo más sensato sería no meterle mano a este sinvergüenza.
—De eso nada, compadre. Una anécdota que no infundiría temor a una vieja no ha de privarme del placer de saquear a conciencia los restos de este pajarraco.
Y así levantamos la lujosa lápida, cavamos la tierra que cubría el sepulcro, descendimos inmisericordes sobre la caja y la descerrajamos con la palanqueta, acción ésta última que hubo de costarnos arduo esfuerzo, como si el condenado chivato de alguna manera estuviera haciendo fuerza desde dentro, dificultándonos la labor que con tanta pericia y pulcritud habíamos llevado a cabo en innúmeras ocasiones. Saltó al fin la tapa por los aires, y, aplicando el haz de luz de la linterna sobre los despojos, pudimos contemplar el macabro espectáculo: El rostro del chivato, descarnado, aparecía dotado de una mueca grotesca y horrible, a semejanza de una sonrisa torcida y malévola.
— ¡Carajo, qué mala pinta tiene el menda! —exclamó Nicomedes.
— ¡No la ha de tener, zopenco! —repliqué yo—. Habrá que verte a ti en este trance… Pero déjate de comentarios y mira, mira que tesoros nos tenía reservados este endemoniado.
Efectivamente: Acompañando al traje de gala del Santo Oficio, un ajuar compuesto de reloj de oro, condecoraciones, cadenas y un soberbio bastón se presentaba a nuestra vista con lujuriosa ostentación. Para rematar el cuadro, de la huesuda falange del anular derecho del menda refulgía un anillo coronado de una magnífica piedra: La noche no podía resultar más provechosa. Pero, claro, había un detalle que resultaría preludio al dicho ése de que poco dura la alegría en la casa del pobre:
— Oye, Gumersindo. Fíjate —soltó Nicomedes— Tiene un pergamino cosido al pecho del traje. Y algo hay escrito…
Y es que con la emoción del descubrimiento –y con el brillo del oro, ¡qué diablos!- no habíamos reparado de primeras en ese hecho.
— ¡Aparta, mendrugo, que tú no sabes leer! —le solté, no sin antes haberle propinado un soberbio empujón.
Y dicho lo cual arranqué sin miramientos el legajo del pecho de la momia, aplicándome a leerlo en alta voz a la somera luz del hachón que mi compadre sostenía.
-“Despreciable y mísero mortal; Deplorable detritus, hez inmunda, poso bastardo de esta inicua sociedad: Si tu ignorante osadía y tu codicia han sido tamañas que te han llevado hasta mi último refugio, sirvan estas líneas como postrera advertencia: Guárdate de pretender enajenar las reliquias de este humilde siervo del Señor, de este hermano del Santo Oficio que te anda vigilando desde el Cielo. Medita y sopesa el crimen que vas a cometer, y retira tus manos pecadoras de mis terrenales galardones. Hazlo, detestable engendro, o atente a las consecuencias.”
— ¡Hola! —exclamé yo, al terminar de leer la jaculatoria— ¡Pues sí que nos las desea buenas el muy respetable señor!
— ¡No te chancees, Gumersindo! —acertó a articular Nicomedes, lívido como un ánima en pena—. Mira que a mí estas cosas me imponen respeto…
— ¿Respeto? Miedo y pánico, Nicomedes, querrás decir miedo y pánico —le espeté, indignado por ver temblón como un cachorrillo a un hombre acostumbrado a reventar mausoleos y expoliar sus cadáveres—. Pues contigo o sin ti —le advertí con firmeza— yo pienso dejar tieso a su “santísima”, aunque sólo sea por reírme de estas amenazantes supercherías dignas de fábula para asustar octogenarias.
Dicho esto, comencé a guardar en un zurrón las resultas de tan provechosa jornada. Después tuve que rematar el re-enterramiento solo y por mi cuenta, ya que el pusilánime de Nicomedes no quiso saber nada sobre el asunto en cuestión y se escabulló a la carrera, linterna en mano, trastabillándose con cruces, túmulos y montoneras de huesos, que parecían haberse conjurado para frenar aquella alocada y ridícula fuga. Regresé a casa tan ufano con mi botín, en un camino sin más incidencias que las que tuvimos en el camino de ida –sólo que sin la compañía del colega desertor-. Entré en el catre, y me sumergí en un sueño profundo y reparador, pensando en los pingües beneficios que me habría de reportar aquella jornada de trabajo tan intensamente productiva. Al levantarme, dirigí mis pasos a la covacha de Peláez, mi perista de cabecera, hombre amable y correctísimo en el trato, pero ladrón, intrigante y abusivo a partes iguales en lo tocante a las negociaciones. Sobradamente confiado en las posibilidades que ofrecía mi botín, no reparé en la rastrera condición del perista, que hubo de atrincherarse en dar un mísero puñado de reales por el opulento contenido de un saco repleto de tesoros, fruto de una noche de ardua labor. Él no cedió. Yo no di mi brazo a torcer. Él se enrocó. Yo no me bajé de mi metafórico burro: Aquel enorme desencuentro hubo de salvarme la vida.
Pasé ese día entero sopesando las posibilidades que me ofrecía el mercado para colocar mis recién adquiridas posesiones y, juzgándolo como más oportuno, decidí finalmente plantear mis vacilaciones al modorro de Morfeo. Así pues, cansado de divagar, penetré en mi humilde yacija de trabajador por cuenta propia y, no bien tomé posición horizontal, quedé temporalmente fuera de este mundo. Recuerdo que, tras un periodo de sueño reparador, un frío húmedo y desagradable comenzó a adueñarse de mí. En lo que me pareció un estado de inquietante duermevela, creí distinguir unas pisadas cansinas, como de pies que se arrastran lenta, pero inexorablemente. Yo pugnaba por abrir los ojos, pero mis esfuerzos resultaron estériles. Un olor a azufre, un aroma acre y repulsivo pareció extenderse por mi sueño. Los pasos se acercaban sigilosos hacia mi lecho y entré en paroxismo, desesperado pero incapaz de despertar. Sentí sobre mí un aliento gélido y putrefacto, y unas manos que operaban una extraña ocupación sobre mi pecho.
Me desperté gritando. El vocerío atrajo a mi madre hacia mi desastrada y mísera habitación. Tras tratar de apaciguarme –y conseguirlo, en efecto-, reparó en algo en lo que yo, en mi azoramiento, no había reparado: Sobre mi camisón sucio y ajado, en pleno pecho, un pergamino cosido campaba a sus anchas. Como mi “veneranda” no posee el don de la lectura, arranqué con ansiedad el escrito, dejando un escasamente estético boquete en mi prenda. El texto, escrito en tinta roja y que desprendía un hedor a cabrito quemado, venía a ser breve pero contundente. Decía así:
“Escoria humana; Pecador inmundo: No has sido capaz de refrenar tu codicia, ni de respetar las advertencias de un difunto. No dilates lo que debes hacer, pues el tiempo ya corre en tu contra: ¡¡Devuélveme lo que es mío!!”
— ¿Pero qué significa esto, hijo? —preguntó mi madre.
Todavía en pugna con mi angustia, sólo acerté a balbucear:
— No… no…. No se preocupe usted, madre. Esto ha sido cosa de Nicomedes, que hubo de colarse en casa para gastarme esta chanza de mala baba. ¡Ya sabe lo bromista que es el pollo!

Alberto Lominchar (fragmento de "Revientatumbas", relato perteneciente a la antología "Leyendas de la cavernas profunda" que puedes descargar donando sólo 1€ para Save The Children. ¿ Dónde? Pues aquí )



Alberto Lominchar (breve biografía)

Nació en Aranjuez (Madrid) el 24 de Abril de 1973. Es maestro y licenciado en Filología Inglesa.
En el plano literario, ha publicado dos poemarios:
Errático Albor (2006)
Ante tanta indiferencia (2011) (puedes obtenerlo aquí )
También es autor de dos novelas, de corte radicalmente diferente:
El hombre bueno que supo hablar (2009), obra de humor surrealista, ácido y crítico con la sociedad. Puedes conseguirlo aquí
Numancia contra el tirano (2011), novela histórica en homenaje a José de Espronceda, y que bucea en el periodo más desconocido de la vida del genial vate: Su primera juventud. Consíguelo aquí
En la actualidad, se encuentra en preparación de una segunda novela dedicada a José de Espronceda, que pretende ser una continuación de la ya mencionada Numancia contra el tirano.

viernes, 24 de julio de 2015

El conjuro de las brujas-de Anika Lillo

Anika Lillo creó allá por el 1996 la primera de todas las versiones de su portal de webs, todas relacionadas con el mundo de la escritura y el cine. Desde entonces no ha parado de dedicarse, muchísimas veces sin ánimo de lucro, a todo este interesante mundo cultural, sobre todo lo relacionado a la lectura. Ya en 2013 Anika reestrenó Anika Entre Libros con nuevo formato, y aquí sigue, dando caña.
Sin conocerla demasiado, yo diría que Anika es de las personas que realmente aman los libros, sin más, de las que se mueven sin cesar buscando entrevistas, eventos, nuevos relatos, cualquier idea que fluya en su brillante cabecita. Y la pone en práctica o, al menos, lo intenta con todas sus fuerzas.
En este relato, de lleno dentro del ámbito fantástico, la autora nos lleva a una época de brujas y hechizos. Un texto que perfectamente podría ser parte de una novela. ¿Quieres saber más?


EL CONJURO DE LAS BRUJAS
Acostumbrado como estaba a la sobriedad impecable de mi habitación en el monasterio me extrañó, y mucho, despertar en un recinto reducido, en penumbra, de bajo techo rocoso y poco mobiliario. Desde luego la primera pregunta que me hice fue ¿dónde estoy?... evidentemente la segunda era ¿cómo he llegado hasta aquí?
Cuando mis ojos se acostumbraron a la penumbra descubrí que estaba en una cueva, tumbado en un catre de madera y paja, cuya manta roída por el tiempo –y quizás las ratas- semejaba ya una tela de araña. Sólo le acompañaba una arcaica mesita de madera hecha con palos, sin gusto ni dedicación. El suelo era de tierra y el olor que desprendía, algo húmedo, tal vez porque aquélla parecía una casa habilitada como escondite, no como hogar.
La redondez del recinto se asemejaba a una castaña, y por suerte había una obertura por la que entraba algo de luz. Aquello debía ser la puerta por la que de alguna forma había llegado yo hasta allí. Sopesé la posibilidad de que me hubieran secuestrado pero ni recordaba olor a éter, ni por supuesto golpe alguno en la cabeza. Aún así me la toqué. Cuando comprendí que aquello no parecía real, me pellizqué… Pero no. No era un sueño.
A punto estaba de levantarme cuando, sacudiéndome la sotana para quitarme la paja que se había adherido a la tela, escuché unos ruidos. Eran pasos. De la puerta sin hojas surgió una belleza escuálida. Sé que parece absurdo que un cuerpo como aquel pareciera bello… pero lo era. Más tarde supe su nombre. Carla. Carla Landeoille. Su cabellera albina, larga, descuidada y bastante sucia no ocultaba el brillo de su mirada entre tan poca luz. Era ella la que la desprendía.
Detrás de Carla apareció la pequeña Mara, su hija. Tan albina como la madre, igualmente vestida con lo que parecía un saco de patatas, arrastrando tras de sí una cabellera sucia y con el mismo brillo en la mirada. Paró junto a Carla y ambas sonrieron.
—Lo hemos conseguido. Está aquí. —Anunció la mujer.
Mara Landeoille tenía diez años pero la desnutrición le hacía aparentar apenas cinco. Era pequeñita y sus rasgos parecían de primera infancia, tal vez de bebé. Lo que le diferenciaba de los demás bebés que yo conocía era la ausencia de carrillos sonrosados, síntoma de buena salud.
—Señora —dije, muerto de curiosidad— ¿qué hago aquí?
—Mara —ordenó la joven— ve a por una escudilla y trae algo de caldo para Arturo.
Al escuchar mi nombre sentí una impresión muy fuerte.
— ¿Nos conocemos?
—Arturo, llevamos tres años buscándole… tres largos e infructuosos años durante los cuales hemos sufrido miseria y hambruna, pero en todo este tiempo ni mi pequeña ni yo hemos cejado en el empeño. Ha llegado hasta aquí a través de un conjuro. —Confesó.
Arqueé las cejas de tal forma que debí parecer estúpido, pero si bien hacía años que la brujería no existía ni era tomada en cuenta, no hay que olvidar que yo era un sacerdote, y que en mi Iglesia existía gran cantidad de libros que hablaban de aquellas viejas prácticas como si de cuentos infantiles se trataran. A pesar de todo jamás había creído en ello porque tanto el Gobernador Julián el Mesopotámico como el Papa Casto IV habían asegurado que la brujería no era otra cosa que literatura barata. En aquel momento empecé a preguntarme por qué los libros de brujería sólo existían en nuestra Iglesia y, además, encerrados a buen recaudo, lejos de miradas curiosas.
Aquella noche, a la luz de una lumbre realizada con el más arcaico método, el de frotar un palito sobre una tabla y hacer chispas para que la paja encendiera, Carla Landeoille me contó quiénes eran ellas y por qué me habían traído al pasado.
Carla había nacido con el signo de las brujas, -el pelo albino-, y además profesó poderes desde su más tierna infancia, dones que la pequeña Mara heredó. En su época ser bruja no era del todo malo, había muchas y también muy buenas –al menos eso es lo que la joven me relataba-, sin embargo hacía ya tres años un poderoso guerrero al que llamaba el Dictador Omnipresente, llegó al poder con un golpe de estado y asesinó a cuanto hombre encontró en el camino. Sediento de sangre y poder, como si de una enfermedad rabiosa se tratara, ordenó cortar el cuello también a las mujeres adultas y a una gran parte de la juventud, dejando tan sólo a tres docenas de personas en el pueblo. Muchas de estas personas, la mayoría niños y jovencitas, huyeron hacia otras ciudades en busca de ayuda, pero el Dictador también era brujo, y su poder lo llevó a empuñar la espada y recitar conjuros ante su caldera para desdoblarse en cuanta ciudad existía.

Anika Lillo (fragmento de "El conjuro de las brujas", relato fantástico perteneciente a la antología solidaria "Leyendas de la caverna profunda" que puedes conseguir aquí )


Anika Lillo ((8 de abril de 1968)(breve biografía)

Anika nació en Valencia. Fundadora, Directora, editora, Jefa de Contenidos, entrevistadora, reseñadora y articulista de las revistas "Anika Entre Libros" y "La Casa de Kruela" (anteriormente también de "Anika Cine Magazine" y "Vinilo") desde 1996, comenzó como articulista en revistas comarcales y como creativa publicitaria por libre además de ser webmaster de dramaturgos, cantantes y actores, entre otros.
Ha participado con relatos en varias antologías, frases de contraportada, o con entrevistas en la revista Más Allá de la Ciencia.
Tiene una mención de honor por una novela inédita y algunos de sus relatos han sido escogidos para realizar cortometrajes. Además de dedicarse a la revista literaria "Anika Entre Libros" con la idea de fomentar la lectura, ha dirigido mesas redondas y participado como ponente, ha dado charlas en colegios, ha presentado libros y ha sido jurado profesional de premios literarios.

Desde febrero de 2015 es colaboradora en la mítica revista en papel "Qué leer".
Anika dirige, reseña, entrevista, escribe artículos y crea espacios especiales en Anika Entre Libros además de ser la webmaster.

Si quieres conocer algo de esta mujer que es referente en este interesante mundo de la escritura, visita www.anikaentrelibros.com

domingo, 14 de junio de 2015

El verano se acerca: ¿Y qué hago yo ahora? Por ejemplo, leer.

Como el verano se acerca y la Feria del Libro de Madrid está próxima a su fin, me voy a permitir una entrada algo fuera de lo común. Se que no soy quién para recomendar libros, pero en este caso lo haré con algunos que creo se merecen dedicar algo de nuestro tiempo. Debo admitir que hay parte subjetiva, así que no le hagáis mucho caso.
Mercedes Gallego y varios de sus libros acaban de pasar por la misma (Feria del Libro de Madrid): Operación Maletín, El asesino del Ajedrez, o Matar al Mensajero son varias de las opciones que disponéis para refrescaros este verano. Novela Negra que parte de una mujer que ha vivido lo suyo (yo la denomino cariñosamente la "Señorita Marple"), y que plasma en estos escritos parte de su extensa experiencia y sus particulares intereses. Aconsejo probar este cóctel molotov, al menos en alguna dosis.
Javier Pellicer y su Legados, cambiando de registro, es otra de las opciones que siguen estando bien vivitas. A pesar de no ser un libro que acaba de salir, la calidad intrínseca de los escritos de este joven escritor es marca obligada para probar esta fantasía épica. Te animo a ello si tus gustos se acercan a la obra Tolkiana.
Concepción Perea y su Nicasia Recorretúneles podrían ser otra buena opción dentro de la fantasía. Una escritora con amplio bagaje cultural, dedicado en cuerpo y alma a los talleres literarios y sus escritos no pueden quedarse atrás. "La corte de los espejos" es un buen ejemplo de su obra.
Teo Palacios, Blas Malo o Ramón Muñoz son tres escritores que aconsejo a todo el que le guste el ámbito de la novela histórica. Los tres autores, creo que excelentes narradores, se encuentran a gusto en estos temas y consiguen que los lectores lo estén y disfruten. "La predicción del Astrólogo", "El señor de Castilla" o el "Señor de Madrid" son ejemplos de cada uno de ellos (respectivamente). La Historia no es aburrida, digan lo que digan. Estos son tres ejemplos de ello.
A Francisco Gijón, persona a la que admiro, no le catalogo como "historiador", porque entonces sé que me mataría. Divulgador de historia, crítico con lo que le rodea hasta extremos, y fiel conocedor de su entorno, es una persona cuya obra debería conocerse más de lo que está. Al encontrarse la mayor parte de sus novelas descatalogadas, aunque sé de buena tinta que alguna nueva en poco tiempo verá la luz, remito directamente a su interesante web. No os la perdáis, en serio. No tiene desperdicio.
Cambiando de registro, Marta Querol es otra deslumbrante mujer que me fascina (no soy el único) y que se está labrando un camino firme en este enrevesado mundo de las letras. Sus dos novelas pertenecientes a una trilogía cuyo final está por desvelar (pronto tendremos el placer): "El final del ave fénix" y "Las guerras de Elena". Obras que miles de lectores ya han disfrutado y se hayan esperando el desenlace. Para el verano, ideal.

Blanca Miosi y "La búsqueda", autora independiente, Peruana, exponente y referente de numerosos autopublicados. Sencillamente no puede dejarse escapar por nadie. Nombro "La búsqueda" porque es su texto más querido, conocido y vendido, aunque no el único. Aconsejo, desde aquí, "El manuscrito I" y "El manuscrito II" de reciente salida. Si te gustan los bestseller plagados de misterio, los disfrutarás, sin ninguna duda.
Jesús García Lorenzo, autor con numerosísimos relatos cortos, se ha atrevido a reunir los mejores de ellos (no todos, que lo sé), en un compendio titulado "Brelatos". Textos variados donde el miedo, el humor, la muerte o la fantasía sorprenderán en su lectura. Para trayectos cortos, genial.
Daniel Franco y su "Mister N", autor esporádico con un léxico y cultura que siempre he admirado (debilidad mía) debería ser otra visita obligada en el mundo de las letras. Siempre sorprendente y, a veces, más ácido que el Sulfúrico, cualquiera de sus textos guardan algo en común: calidad literaria. Y no digo más.
A "Pepe pepino" ningún crío debería dejarlo escapar. Un cuento delicioso para niños escrito por una autora, María José Moreno, que se siente a gusto en casi cualquier registro. Quizás este ha sido un soplo de aire fresco en sus escritos, no lo tengo claro. Desde aquí la animo a que continúe sorprendiéndonos tan gratamente.
Y a Alberto Lominchar, autor no muy conocido pero con una calidad cultural que, personalmente, admiro, le quiero nombrar, sobre todo su novela "El hombre bueno que supo hablar". Una historia de crítica social muy bien escrita desde el punto de vista del humor. Disfrutaréis de lo lindo como yo lo hice en su día.
Para ir casi concluyendo, aunque me dejo muchos, lo sé, y lo siento (me arrepentiré nada más publicar esta entrada), hablaré de dos autores que acaban de sacar varias novelas a la luz. Los dos tienen en común que sus obras se han hecho desde el reposo y la tranquilidad que el tiempo les ha ofrecido. Lo hicieron por placer y abordando temas que les ilusionaban, sin ninguna presión. Por experiencia (corta), me da a mí que estas obras no suelen ser malas, aunque sean primerizas.
El primero, David Cañaveral, con no una historia, sino dos obras publicadas este año, ha decidido darlas a conocer con pocos meses de separación, aunque, como el mismo autor confiesa, no son de "ayer mismo";su gestación se realizó durante años, cada una en una época y con mucha dedicación particular. "El triángulo escaleno" y "Dados de cristal" son sus títulos. Obras de difícil clasificación, mas, por escoger uno, el autor se decanta por una fantasía fuera de lo común. Que las Fortunas le acompañen,lo deseo.
Y el otro autor, Noa Velasco, escritor y diseñador gráfico, nos deja un libro esta vez sin ninguna duda dentro de esta fantasía: "Kelvalad: La Espada Oscura". Con una estupenda ilustración propia y una historia épica de "espada y brujería", pienso que este libro se merece un hueco en las lecturas de este verano.

Todos ellos son consejos desde el perspectiva "personal", naturalmente. Algunos son amigos, otros conocidos, y a otros no los conozco en absoluto. Simplemente porque creo que merece la pena conocerlos, al menos eso. El caso es que se disfrute de la lectura, sea cual sea y donde sea, que leer no está de más nunca (a mí me queda mucho, muchísimo).

Feliz verano

miércoles, 20 de mayo de 2015

El loco Casimiro- de Blanca Miosi

Si existe una persona que es referencia para muchos escritores independientes, esa es, sin ninguna duda, Blanca Miosi.
Con un amplio bagaje en el mundo de las redes y en perseverancia y esfuerzo por hacer llegar a todo el mundo sus "productos", Blanca ha sabido moverse como nadie. "La Búsqueda", "El Legado", "El Manuscrito", etc, son varios de sus libros que se encuentran entre los más vendidos de Amazon, con miles de lectores fieles que siguen con avidez sus pasos y movimientos. Blanca, además, es una autora generosa y amiga de sus amigos, apoyando a otros escritores noveles siempre que puede y aportando útiles consejos para aquellos que se deciden a publicar por libre. Todo un ejemplo a seguir.
En este relato, perteneciente nuevamente a la antología solidaria "Leyendas de la caverna profunda", nos encontramos con un tal Casimiro al que parece ser que, al final, la vida le sonríe...o no. Se trata del texto, quizás, menos fantástico de todos los de la citada antología.
Se salva, en el sentido más "fantástico" de la palabra, como comenté en una ocasión, por un café.


El loco Casimiro

Casimiro Espinoza llevaba casi media hora metido hasta el cuello en la tina de agua caliente.
La gente que lo había recogido de la calle esperaba que aflojara lo sucio antes de proseguir con su aseo. Mientras aguardaba a que continuasen con el plan de convertirlo en caballero, según habían dicho con sus propias palabras, él hacía un recuento de su vida observándose las uñas.
Diez años. Diez años habían transcurrido desde que empezara su camino cuesta abajo en la rodada, como diría el tango de Gardel, pensaba Casimiro. Un buen día se vio en la calle: su mujer y su hija lo echaron de casa y, claro, después de un tiempo él mismo les dio la razón.
¿Cómo soportar a un hombre sin trabajo, borracho y encima, celoso? La verdad de todo era que a los cuarenta y ocho años difícilmente podría encontrar empleo, por lo menos uno acorde con el nivel de vida que habían llevado hasta entonces. Después de la reducción de personal no hubo manera de volver a trabajar en algo que valiera la pena. Y lo cierto de todo era que él no era hombre para empezar un negocio, ni siquiera de buhonero. Así que pronto se bebió los últimos ahorros que le quedaron y un buen día apareció literalmente en la calle, pero estaba tan ebrio que lo único que le importaba era encontrar algún buen lugar donde echar una siesta. Después la siesta se convirtió en sueño nocturno y al cabo de algunas semanas se encontró peleando con otros indigentes por un buen lugar en el alféizar de la ventana del Banco Exterior, el que daba a los jardines. El mejor lugar de Los Ruices. Afortunadamente pudo quedarse con el sitio, y la figura de Casimiro pasó a formar parte del entorno del lugar. Después de un tiempo se había habituado a un programa de actividades. Él siempre había sido un hombre de hábitos.
Su recorrido empezaba temprano por la Panadería Los Cortijos, donde el portugués parecía tenerle cierta simpatía, algo difícil entre aquella masa de inmigrantes, pero cada mañana, Casimiro sabía que en cuanto llegase a la panadería el portugués le convidaba a un café con leche grande y una canilla de pan.
—Tu no te pelas una... —le dijo cierto día el portugués en tono de cachaza.
—Ni muerto, portu... ni muerto —prometió Casimiro solemnemente, poniendo la mano en el pecho.
Blanca Miosi (fragmento de "El loco Casimiro", perteneciente a Leyendas de la caverna profunda, antología solidaria hacia Save The Children. Sólo por donar 1€ obtendrás un conjunto de relatos donde disfrutarás de este y 17 historias más)


Blanca Miosi (breve biografía)

Blanca Miosi nació en Perú y vive desde hace décadas en Venezuela. Publicó su primera novela El pacto en 2004 y en 2005, otra obra suya, El cóndor de la pluma dorada, quedó finalista en el concurso Yo escribo. La búsqueda, publicada en 2008, Barcelona España, una novela basada en la vida de su esposo, prisionero superviviente del campo de concentración de Auschwitz, tuvo una gran acogida. Fue ganadora del Thriller Award 2007.
En 2009 publicó de la mano de Editorial Viceversa,Barcelona, España: El legado, una novela sobre una saga familiar basada en el personaje Erik Hanussen, considerado durante muchos años el mejor vidente de Berlín y consejero personal del Adolf Hitler. A la venta en España, Sudamérica y ahora en Amazon en formato Kindle. 
EL MANUSCRITO 1 El secreto, se publica en la actualidad por el sello B de Books de Ediciones B, se encuentra a la venta también en edición de bolsillo y también en idioma turco.
LA BÚSQUEDA estuvo un año y cuatro meses consecutivos en el primer lugar del ranking de todas las categorías en Amazon. Actualmente lleva tres años como una de las novelas más vendidas. También figura en la lista de libros en papel más vendidos. Está traducida a los idiomas francés e inglés.

Obras publicadas en Amazon (Todas en el top 100 de bestsellers)

La búsqueda
El legado
El manuscrito 1 - El secreto
Dimitri Galunov 
El piso de la calle Ryden y otros cuentos de misterio
La última portada
El cóndor de la pluma dorada
Amanda
El gigoló
El manuscrito II El coleccionista
Waldek, The Boy Who Defied The Nazis
¿Quién era Brian White?
The Manuscript I The Secret

Puedes conocerla más a fondo en: blancamio

sábado, 2 de mayo de 2015

El triángulo escaleno (un fragmento) - por David F. Cañaveral


Una nueva de fantasía que no parece tal entró con fuerza en el mundo de las publicaciones hace sólo unos meses. Su autor, un joven llamado David F. Cañaveral, ha dedicado varios años de elaboración para este bello escrito, muy bien perfilado y cuidado al máximo. Un autor que en breve, según ha anunciado, hará público otro de sus trabajos. Un autor independiente que, lejos de la etiqueta que muchos dan a los "independientes", autores de baja calidad literaria, ávidos de reconocimiento y de que su obra salga a la luz lo antes posible sin dedicarse a las revisiones oportunas ni a los filtros que (supuestamente) otorgan las editoriales, ha optado por hacer su sueño realidad por sí mismo. Quizás haya que dar más oportunidades a gente de este tipo.
Sin más preámbulos, disfrutad de este fragmento de una historia que son en realidad tres, o de tres historias que confluyen en una única. Tres épocas diferentes y distantes entre sí guardan un nexo común. ¿Cuál es?


El triángulo escaleno

Melchor se inclinó sobre la cama, besó la frente de su benjamín y arropó a sus dos chicos. Apagó la luz de la mesita de noche y corrió tras de sí la cortina que separaba las dos estancias. Se sentó en el suelo, delante del televisor. Lo conectó y puso el volumen al mínimo, lo justo para poder escuchar sus voces extranjeras sin perturbar a sus hijos.
Tardó en asimilar lo que veía. Estaba saliendo en todas las cadenas. Se acercó a la pantalla hasta casi dar con la nariz en ella. Estaban hablando de Alemania. Las fronteras se habían abierto. El muro estaba cayendo. La gente, eufórica, pasaba al otro lado. Era una marea de personas, una riada humana, una cascada de vida.
–Acuario… –murmuró, impresionado.
¿Estaría ocurriendo realmente? ¿Era aquella la señal del comienzo? El cambio se avecinaba. El ciclo se cerraría. Y una nueva era daría comienzo.
Como siempre.
Aquel torrente humano… Los individuos se convertían en colectividad. La fuerza de uno se transformaba en la de todos. Piscis daba paso a Acuario.
Melchor desconectó la televisión y se puso en pie. Se quedó allí parado, flotando en sus pensamientos. Se dio cuenta de que respiraba agitado. Se había puesto nervioso.
Cayó en la cuenta de dónde y cuándo estaban, de adónde había conducido a su familia. A Praga, a Checoslovaquia. La noche de la caída del muro de Berlín.
Tuvo miedo: miedo por Dora; miedo por los niños; miedo por sí mismo.
Melchor tenía cincuenta y tres años. Le llevaba casi quince a su esposa. Era alto y corpulento, de hombros anchos y tórax prominente. Su abundante cabello moreno peinaba ya bastantes canas. Tenía una frondosa barba negra con vetas blancas. Había arrugas de sabiduría en torno a sus ojos oscuros. Era un hombre culto y respetable, como inspiraba su mirada.
Melchor era el padre. Su nombre significaba “rey de la luz”.
Sintió una súbita punzada de dolor en el pecho. Instintivamente, presionó con la mano la zona agarrotada, tratando de calmar tan inesperado malestar. Respiró con calma unos instantes, y logró reponerse. Pues no, todavía no había llegado su hora. Pero Melchor era consciente de la herida centenaria que había arraigado en su corazón; un designio que tarde o temprano le alcanzaría.
Y sintió pena por sus hijos, sabiéndose impotente ante la idea de que, algún día, él ya no estaría a su lado. El día que faltase, ya no sería nada. Nada.
Un ruido le sacó abruptamente de sus cavilaciones: una pisada, fuera en el pasillo. Melchor se puso alerta. Cerró los puños inconscientemente, haciendo acopio de fuerzas, deseando tener algo que utilizar como arma.
Más ruidos, más pisadas. Lentas y cautelosas, procurando pasar inadvertidas, pero indudablemente dirigidas hacia la puerta de aquella habitación. El picaporte se giró con insoportable lentitud, y la puerta se abrió despacio.
Melchor respiró aliviado cuando reconoció a Dora en el umbral. Su mujer le miró en silencio. No sonrió, y Melchor se percató de ello. Parecía consternada, superada por algo que hubiera ocurrido durante su escapada nocturna.
Dora cerró la puerta cuidadosamente y caminó hacia su marido. Se encontraron en mitad de la estancia, contemplándose el uno al otro, con gesto profundo y circunspecto. Melchor no pudo soportar más la incertidumbre, y preguntó:
–¿La has encontrado?
Dora mostró una mirada temblorosa a su marido. Parecía estar a punto de prorrumpir en un desconsolado llanto. Se metió la mano en el bolsillo de la chaqueta y la extendió ante él, desvelándole lo que guardaba entre sus dedos. Melchor admiró ensimismado el objeto, casi boquiabierto. Era una joya, una joya magnífica. Era un triángulo equilátero, de unos dos centímetros de
lado; grueso y robusto. Estaba hecha de algún material precioso, negro con ribetes marfil. Era una oscuridad que a la vez brillaba. Era fabulosa. Estaba engastada en un triángulo de oro que protegía su reverso y le otorgaba un matiz de majestuosidad.
Melchor puso una mano bajo la de su esposa, como si así la ayudara a sostener el peso de aquella maravilla. Colocó la otra mano por encima, ocultando el curioso brillo que el objeto despedía.
Melchor y Dora se miraron a los ojos. Los dos comprendían el significado de la existencia de aquella gema. Se fundieron en un arrebatado abrazo, conteniendo toda su emoción, perdiéndose cada uno en el pecho del otro, buscando su protección.
Sentían el peso de muchas vidas sobre sus hombros.

David F. Cañaveral (Fragmento de "El triángulo escaleno")


Su novela, en formato digital y en papel, la puedes conseguir aquí

Si quieres saber más sobre el autor puedes hacerlo en su página: davidfcanaveral.es

jueves, 23 de abril de 2015

Encuentro de Literatura fantástica

Mañana viernes 24 de abril, como actividad del Día del libro, se ha programado un encuentro de dos autores de literatura fantástica.

David Cañaveral y Javier G. Valverde se "enfrentan" mediante Daniel Moreno (moderador y lector compulsivo, así como corrector editorial) conocedor en profundidad de las obras de estos autores noveles.

¿Te lo vas a perder si estás cerca?
¿Teniendo la oportunidad de charlar con los escritores?
¿Escuchar su motivaciones?
¿Su proyectos futuros?
¿Asistiendo a unas lecturas dramatizadas por actores, proyección de vídeos, etc?
¿Escuchando nuevas sorpresas?

¿Consiguiendo ejemplares de las novelas a precios especiales? ¿Y encima dedicados por los autores?

Y lo mejor: concluir con un refrigerio organizado por la Biblioteca Municipal de Ontígola para todos los asistentes.


Si te lo vas a perder después de lo leído, es que no tienes sangre en las venas...

jueves, 19 de marzo de 2015

Última reflexión- de Ramón Alcaraz

Pocos son los que viven por y para sus escritos. En cuanto a vivir de todo lo que tenga que ver con ello, me refiero.
Pero Ramón Alcaraz lo consigue. Es escritor, director del taller literario "El desván de la memoria", fundador y dirigente de la editorial del mismo nombre, guionista...Muchas son las actividades que le ayudan, aunque trabajo le cuesta, y más en esta hora que vivimos. Puedo añadir sin dudar, en este caso, que se trata, además, de una persona querida en el ámbito literario.

En este relato, perteneciente a "Leyendas de la caverna profunda", la antología, el protagonista se despierta con la angustiosa una carencia...pero que muy importante...


Última reflexión

Despertó sin la prisa de los amaneceres impacientes; acompañado al finalizar su sueño por la sensación feliz de un vuelo placentero. Se elevaba maravillado por encima de praderas despejadas, planeando sobre mares tranquilos y acantilados inaccesibles. Aquella tranquila evocación le permitió despreocuparse de qué día sería, de si era tarde o temprano. Le extrañó haber soñado también con ángeles; porque soñar con ángeles, creía, era solo el privilegio de un último sueño.

Atrajo su atención la luz inexistente. La oscuridad resultaba tan absoluta que intuyo una noche cerrada, profunda y fría, que le invitaba a seguir volando. Alargó su mano hacia el interruptor de la lámpara y varias veces lo pulsó. La bombilla no se encendió. Tampoco podía ver la pantalla luminosa y rojiza del reloj digital. Visto lo no visto, se lamentó de la inoportu¬na avería en el sistema eléctrico; quizá ocasionada por una densa tormenta, de negros nubarrones.
Sí, eso debía de ser. Se incorporó y a tientas se acercó a la ventana y descorrió las cortinas. Ni siquiera un resquicio de luz; ni siquiera la más insignificante manifestación de la presencia del mundo. “Pero estoy vivo”, bromeó consigo mismo. Tarareó una melodía, se pellizcó la cara, golpeó con los nudillos levemente sobre el cristal y escuchó con atención el sonido provocado. La noche era absoluta, hosca y completa.
“La oscura oscuridad. Lluvia sobre mojado”, pensó con indolencia…
Imaginó las calles de la ciudad sin alumbrado, un cielo olvidado por la luna, el sol moribundo tras una esquina de la noche, a las nubes brunas abrazando tinie¬blas. La perfecta rebelión de la madrugada.
Como los relojes atados no funcionaban, rastreó en los estantes. Se acercó el despertador de pilas al oído y escuchó un tictac infatiga¬ble. Tentando con las yemas de los dedos sobre las manecillas, calculó que eran las cinco y diez. Faltaban cincuenta minutos para la hora habitual de levantarse, pero era necesario anticiparse; las circunstancias adversas exigían un gasto extra de tiempo que debería ser robado al descanso.

Ramón Alcaraz (fragmento de "Última reflexión", relato perteneciente a la antología solidaria "Leyendas de la caverna profunda", que se vende por 1 sólo euro, destinado además a Save The Children, en la página www.1libro1euro.com )



Ramón Alcaraz (breve biografía)
Ramón Alcaraz García nació en Cartagena en 1962. Actualmente reside en Madrid y desde hace más de diez años dirige el taller literario “El desván de la memoria”, donde imparte clases de escritura creativa, técnicas narrativas y guión; labor que compagina con la redacción y corrección de textos para diversos medios, empresas y autores.
Fue ganador y finalista de diversos premios de poesía, relato y guion, entre los que se encuentran el de Poesía Ciudad de Purchena, el Internacional de Poesía Ramón Llul, Islas Baleares de cortometraje, El Mundo de microrrelatos..., a los que se suman los varios centenares obtenidos por sus alumnos.
En 2011 puso en marcha el proyecto editorial también llamado “El desván de la memoria”, para publicar sobre todo a escritores noveles y rescatar del olvido a otros autores de épocas pasadas.
Ha trabajado y colaborado en algunos proyectos de series para televisión y en diversas antologías de relato y poesía.
Visita la página de su editorial www.eldesvandelamemoria.com

miércoles, 4 de marzo de 2015

La otra senda-de Blas Malo

Blas Malo es un escritor de corte histórico con pocos libros en su haber( por ahora) y mucho en la chistera. Desde que empezó con "El esclavo de la Al-Hamra" en Ediciones B no ha parado. Además, lleva desde hace pocos años en sus espaldas el peso de las Jornadas de literatura histórica de Granada", encuentros que van creciendo en calidad e importancia. El trabajo, si se hace, hay que hacerlo bien, y Blas es una muestra de ello.
Retrocedamos en este relato, de corte histórico aunque con una inquietante presencia que se sale de lo normal, hasta la época del Imperio Romano de Oriente, hasta el momento del emperador Justiniano...

La otra senda
En Constantinopla miles de espectadores gritaban en el hipódromo, llenándolo de insultos con sus voces y de huesos de aceitunas, escudillas, pequeños guijarros, higos secos a medio comer y de todo aquello arrojadizo que estuviera a su alcance. En la arena, dos hombres encadenados con grilletes en pies y manos avanzaban fatigosamente tras sufrir el tormento de la tortura, y desde lo alto del palco imperial el emperador rio a carcajadas contemplando la humillación de los usurpadores. Pero su risa no era humana. Los patricios y los grandes terratenientes que estaban a su lado obligados por el temor a una muerte espantosa sonreían con una risa falsa y sardónica mientras gruesas gotas de sudor recorrían sus frentes y descendían por sus rostros hasta caer sobre los suntuosos ropajes senatoriales.
—El ejército de los búlgaros está a las puertas, merodeando como perro esperando un hueso de su amo, y él todavía cree que podrá eludir la muerte. Que Leoncio y Apsimar hayan fracasado no significa que haya vencido —murmuró uno de los senadores a otro.
— ¡Cállate! ¿Quieres conocer la arena tú también? ¡Dios bendito, aléjate, que creo que nos ha oído!
El emperador comía uvas negras con furia y las esferas maduras estallaban en su boca liberando sus jugos como si fueran sangre. Después, limpió sus manos con un lienzo púrpura que le ofreció un sirviente. Los dos cautivos terminaron la larga vuelta alrededor de la espina central del hipódromo y los guardias a caballo que tiraban de ellos y sus cadenas se detuvieron bajo la vista del palco imperial, desmontaron y les obligaron a arrodillarse.

Exultante, el emperador Justiniano se levantó de su asiento y alzó la mano derecha, exigiendo silencio al populacho. El heraldo, la boca del emperador, levantó la voz para que todos le oyeran. Treinta mil almas callaron, atentas a aquél que hablaba en nombre de quien tenía en sus manos respetar Constantinopla, o destruirla por medio de sus aliados búlgaros.
— ¡El emperador Justiniano, el segundo de su nombre, ha alcanzado la gracia en Dios, y con él, el legítimo trono ha sido restaurado! ¡La sangre de Heraclio y su linaje están destinados a no perecer nunca, y sus enemigos conocerán el castigo destinado a los que se oponen al igual entre los apóstoles! ¡En verdad, el emperador es un elegido por Dios vivo, y en su santa palabra está su justicia y su poder! ¡Subid a los dos reos de traición a la presencia del emperador!

— ¡Mira su rostro, míralo! ¿Acaso crees que no sé lo que está pensando? ¡Sangre y sólo sangre! —continuó entre dientes el primer senador.
— ¡Calla! Va a hablar.

El emperador Justiniano miró hacia su derecha, hacia los dos senadores, que palidecieron, porque, ¿quién podría sostener su mirada al contemplar sus facciones desfiguradas? ¿Quién no le tomaría como reflejo de la Muerte al sentirse petrificado por su rostro anguloso, su sonrisa cruel y la terrible mutilación que había arrancado su nariz de cuajo?

Él recordaba vívidamente el día de su deposición, dos años atrás. El logothete Teodoto y Esteban el persa, su secretario, habían oprimido tanto a los ciudadanos de la capital en su sedienta búsqueda de oro destinado a los delirios de grandeza del emperador, que Leoncio, comandante y miembro de la aristocracia extorsionada hasta la asfixia por los dos codiciosos ministros, se sublevó junto a los pretorianos, y con el apoyo del patriarca y de una facción del hipódromo logró arrebatarle el trono. Justiniano aún sentía el peso terrible de las cadenas, y el peso aún mayor de los salivazos que los aristócratas le arrojaron desde las gradas, las mismas gradas en las que en ese momento se sentaban quienes decían alegrarse de su retorno. Le perdonaron la vida. A cambio, antes de ser decretado su exilio, le mutilaron para siempre y con ello ardió su alma.

Blas Malo (fragmento de "La otra senda", perteneciente a la antología solidaria -donación a Save The Children- y de relatos fantásticos "Leyendas de la caverna profunda"). Por sólo 1 euro. Puedes adquirir esta antología en www.1libro1euro.es




Blas Malo (breve biografía)
Blas Malo (Alcázar de San Juan, Ciudad Real, 1977) vive y escribe en Granada, ciudad de adopción. Ingeniero y lector voraz, y un apasionado de la historia, ha dado conferencias sobre literatura histórica y ha organizado rutas literarias en Granada por los escenarios de sus escritos.
Ha visto publicadas tres de sus novelas con Ediciones B: 'El esclavo de la Al-Hamrá', 'El Mármara en llamas', y "El señor de Castilla".

Su página web donde hallar más información es www.blasmalopoyatos.com