"El mundo no se hizo en el tiempo, sino con el tiempo"

San Agustín

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Crónica de una Antología anunciada: Leyendas de la Caverna Profunda

Todo comenzó sin mucho pensar, hablando con un amigo. Y su respuesta me animó a seguir planteándolo a otras personas. En una semana ya había casi una docena de participantes ( ¡y de qué clase!) que se habían comprometido.
¡Qué subidón!

Pero aun no sabía dónde me había metido...

Faltaba recibir los relatos, y estar pendiente de ellos, documentos de compromisos, maquetación, formatos digitales, ponerme en contacto con la plataforma solidaria (que fue más difícil de los que pensaba en un principio), idem con el ilustrador y comentarle las ideas del dibujo, (además de tratar de convencerle, que tampoco fue fácil...), etc, etc.
Lo mejor y más fácil se trató de la recepción de los relatos y la calidad: con este elenco de escritores no me ha defraudado ninguno (espero que yo a ellos tampoco...). Y es que las ganas y la motivación es lo más importante en un proyecto. Sé de gente que ha sacado tiempo de donde no había para inventar un relato especialmente para la causa, de escritores cuyas miras no son los relatos fantásticos y que han hecho el esfuerzo de crear algo de este estilo, de un ilustrador (Enrique) ocupadísimo que, sin embargo, ha perdido alguna que otra hora de sueño para llevar a cabo un gran trabajo...

A todos y cada uno los autores les agradezco su esfuerzo y ganas: a Montse, que siempre me ha apoyado, a Blanca y Marta, que sacaron ideas para un estilo que no trabajan pero que esta vez hicieron y estupendamente, a Teo que extrajo un tiempo precioso entre sus miles de compromisos laborales, a Blas que igualmente lo hizo y encima me aconsejó en varios asuntos importantes, a María por su simpatía que encandila y por su interés y buen hacer, a J.J , siempre dispuesto y buen compañero, que cambió sin rechistar un relato por otro por un problema "técnico", a Jesús que también construyó una historia en los pocos ratos de tiempo libre de que disfrutaba, a Daniel que desde el principio mostró mucho interés en acabar un argumento que le rondaba por la cabeza desde hacía tiempo, a Anika que también encontró un hueco para organizarse en sus cientos de historias y familia, a Ana que me sorprendió con un bonito y original relato y no dudó en colaborar para la causa solidaria, a Francisco que me dio miles de consejos que todavía estoy madurando y digiriendo, a Álvaro que me hizo sufrir hasta el final y envió uno de los textos más "complejos" y sugeridos de la antología ( y al que el tiempo entre actuaciones teatrales no le sobra precisamente), a Ramón Muñoz que se me ha dado a conocer gratamente en el mundo de las letras, a Ramón Alcaraz, profesor y consejero al que admiro por su trayectoria y buenas clases, a Alberto, amigo y compañero de tertulias que cada día escribe mejor y al que auguro un futuro inmejorable en las letras, y a Javier, mi gran apoyo y base desde el primer instante en que le hablé del proyecto, con unos consejos constantes hasta el mismo día del nacimiento de la "criatura" (y al que debemos la puesta en escena final del presente cartel  publicitario)
También quiero agradecer a Armando Rodera que, aunque no participó con texto, sí lo hizo en espíritu y ánimos, que no es poco.
Y a todos ellos, los escritores, gracias por todo el esfuerzo en confiar en alguien al que muchos solo conoceis de foros y mensajes, sin más trato que el digital. Para que luego digan que internet es algo frío y que cada uno va a a lo suyo. Una buena causa siempre une, lo digo ahora, y por experiencia.

Un saludo a todos y a por el siguiente reto.

martes, 4 de diciembre de 2012

El espejo rampante- una crónica.

Vino, vio y venció.
Así lo resumiría yo.
Se preparó con tiempo y pausa, pensado y maquinado, sin dejar nada al azar aunque pareciese lo contrario. La falsa desorganización lo resolvió todo como debía ser, un alegato de desahogo en estos tiempo que corren. Convulsos y malditos tiempos en que la palabra "crisis" se ha profanado, siendo refugio de aprovechados que han hecho de ella su "agosto", empeorando si cabe, el vivir de la gente normal de la calle.
Se trató de una reunión de gente que quiso explayarse contra la crisis de la mejor manera que sabía: leer sus escritos, o escritos de alguien que ellos consideraban merecedor de ello. Y todo "contra" la crisis y la situación actual. Y fue genial. Espontaneo y grácil, nada pesado, mantuvo a su aceptable público, desde el más erudito al más cazurro, todos tenían cabida en el evento, pues todos lo entendían al más mínimo detalle, clavados en su sitio. Y los participantes, de la localidad y alrededores, salían uno tras otro con los más diversos textos. Ahí estaba la gracia, señores, ahí estuvo.

Eventos tales son raros de hallar, y cuando se encuentran bien planificados como fue el caso, merece la pena asistir a algo tan fuera de lo común. Y con una copita en la mano mejor que mejor.  Si encima lo aderezamos con una estupenda música en directo (sí, como leen, en directo riguroso) que acompañaba el recital, las quejas a la situación actual, cuentos de la actualidad, de problemas sociales variados, una rebelde poesía, transgresores disonancias, un canto a la libertad que revuelve el corazón y despierta la mente, etc, etc, todo ello lo convirtió en el acontecimiento ideal para una época convulsa como la presente.
Enhorabuena a los participantes, a los que se atrevieron a demostrar que, con la palabra, también se puede salir de la crisis. Pero, sobre todo, a la idea y al creador, uno más entre todos, aunque especial por llevar a cabo lo que muy pocos se atreven.
Felicidades, Álibe.

http://demarco.blogia.com/2012/112601-el-espejo-rampante.php

martes, 20 de noviembre de 2012

Decálogo del escritor (Augusto Monterroso)


¡Genial!
 

Decálogo del escritor


Primero.
Cuando tengas algo que decir, dilo; cuando no, también. Escribe siempre.

Segundo.
No escribas nunca para tus contemporáneos, ni mucho menos, como hacen tantos, para tus antepasados. Hazlo para la posteridad, en la cual sin duda serás famoso, pues es bien sabido que la posteridad siempre hace justicia.

Tercero.
En ninguna circunstancia olvides el célebre díctum: "En literatura no hay nada escrito".

Cuarto.
Lo que puedas decir con cien palabras dilo con cien palabras; lo que con una, con una. No emplees nunca el término medio; así, jamás escribas nada con cincuenta palabras.

Quinto.
Aunque no lo parezca, escribir es un arte; ser escritor es ser un artista, como el artista del trapecio, o el luchador por antonomasia, que es el que lucha con el lenguaje; para esta lucha ejercítate de día y de noche.

Sexto.
Aprovecha todas las desventajas, como el insomnio, la prisión, o la pobreza; el primero hizo a Baudelaire, la segunda a Pellico y la tercera a todos tus amigos escritores; evita pues, dormir como Homero, la vida tranquila de un Byron, o ganar tanto como Bloy.

Séptimo.
No persigas el éxito. El éxito acabó con Cervantes, tan buen novelista hasta el Quijote. Aunque el éxito es siempre inevitable, procúrate un buen fracaso de vez en cuando para que tus amigos se entristezcan.

Octavo.
Fórmate un público inteligente, que se consigue más entre los ricos y los poderosos. De esta manera no te faltarán ni la comprensión ni el estímulo, que emana de estas dos únicas fuentes.

Noveno.
Cree en ti, pero no tanto; duda de ti, pero no tanto. Cuando sientas duda, cree; cuando creas, duda. En esto estriba la única verdadera sabiduría que puede acompañar a un escritor.

Décimo.
Trata de decir las cosas de manera que el lector sienta siempre que en el fondo es tanto o más inteligente que tú. De vez en cuando procura que efectivamente lo sea; pero para lograr eso tendrás que ser más inteligente que él.

Undécimo.
No olvides los sentimientos de los lectores. Por lo general es lo mejor que tienen; no como tú, que careces de ellos, pues de otro modo no intentarías meterte en este oficio.

Duodécimo.
Otra vez el lector. Entre mejor escribas más lectores tendrás; mientras les des obras cada vez más refinadas, un número cada vez mayor apetecerá tus creaciones; si escribes cosas para el montón nunca serás popular y nadie tratará de tocarte el saco en la calle, ni te señalará con el dedo en el supermercado.

 

El autor da la opción al escritor de descartar dos de estos enunciados, y quedarse con los restantes diez.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Qué recuerdos


Me llamaron por teléfono aquella tarde, preguntando por mí.

-Llamo del ayuntamiento-me dijeron- Nos gustaría saber si va usted a asistir a la entrega de premios de Relato Corto, ya que nos consta que usted participó, ¿no es así?

-Exacto, sí. Iré, por supuesto. ¿Cuándo es?

-Mañana a las seis de la tarde.

-Perfecto, allí estaré.

Al día siguiente estudié un rato y me marché a correr para desestresar. Aguanté como un campeón y acabé derrengado pero feliz. Una duchita y después me puse informal, en vaqueros, zapatillas y algo despeinado, como me gustaba ir siempre. Rehuía de los zapatos y pantalones. Me parecía estar demasiado arreglado para casi todas las ocasiones, en fin.

Aspiré antes de salir las páginas del libro antiguo que mi padre tenía sobre el armario. Páginas amarillas, rugosas.  Mis abuelos volvieron a la memoria. Un hábito diario, una manía más. Después comí en un chino y de nuevo pedí cerdo agridulce. O, mejor dicho, algo agridulce. Sin preguntas. Ese sabor me inquietaba a la vez que me gustaba.

Más tarde me encontré a varios amigos que me retuvieron lo suficiente para casi llegar tarde al evento. Siempre igual, vamos.

Medio sudando y con la respiración a mil por hora, pasé de puntillas al patio interior donde acababa de comenzar la entrega de premios. Por detrás, naturalmente. Alcancé una silla libre y me senté lo más elegantemente que pude, relajándome de la carrera final.

Entregaban en ese instante el mejor premio al relato infantil. Un niño salió a recoger un bonito diploma de manos del concejal y la bibliotecaria de turno. Aplausos varios y yo secándome el sudor todavía.

Entonces pasaron a la categoría juvenil, en la que yo participaba. Nombraron mi relato y mi nombre. Yo no salí, seguro de haber escuchado mal. Esperé a ver si lo repetían de nuevo. No podía ser, claro. Lo dijeron de nuevo. Era yo. ¡Había ganado! Pero nadie me había dicho nada. Serán…

Me catapulté de la silla, en un mar de dudas todavía pero ya seguro de que me llamaban. Y me hicieron entrega del galardón, mostrando yo una sonrisa nerviosa que todavía no se creía lo sucedido y sudando de nuevo la gota gorda. Lo sostuve mientras aplaudía el público y me fui a mi sitio. Después del evento charlé un poco con los organizadores y otros participantes, y les conté que no me habían dicho nada al llamarme, cosa que les sorprendió y se rieron, buscando un culpable al hecho en cuestión y disculpándose. Fue divertido.

 ¡Si lo llego a saber ese día sí que me pongo zapatos!

lunes, 5 de noviembre de 2012

Volveremos a ser valientes


Aterriza por fin un estreno esperado en el mundo digital. Recientito, recientito.  Llega un libro que, pienso, va a enganchar a mucha gente, sea del gremio suyo o no. Por su fluidez, su expresividad y por su saber hacer.  El autor se llama Luis Moreno y es un desconocido para el mundo mundial, menos en su localidad y alrededores, porque experiencia en el mundo artístico tiene un rato. Joven pero sobradamente preparado, como se decía hace tiempo. Y, además, vale la pena.
Os dejo un fragmento de su nuevo libro titulado Volveremos a ser valientes, basado en ficción y experiencias propias. El título, a mi parecer, también acertado. Pues eso, que volveremos y requetevolveremos.
 ¡Un impulso al muchacho!
A ver qué opináis, no os engaño. Distruten.

 

 Volveremos a ser valientes (fragmento)
Rafa y yo seguíamos caminando por el pasillo, y el nervioso mutismo de mi compañero resultaba cada vez más insoportable. Sin embargo, la naturaleza sensible de éste requería abordar el asunto con tacto.

−Ya me tienes hasta los huevos, ¿sabes? Déjate los deditos de una puta vez y dime qué te pasa.

Silencio y ronchar de uñas.

−¿Me oyes?

−Luego.

−¿Luego?

−Luego

−Pues bueno.

Entramos en la salita y comenzamos a revisar la documentación del informe que nos habían endilgado. A la paciente se le había pasado una batería de test excesiva incluso para una elefanta histérica, lo que significaba que el primer informe era cosa de alguno de los pimpollines de prácticas. Estaba por mandarles preparar la historia para la sesión clínica, pero… qué demonios, la verdad es que aquella mañana casi prefería trabajar antes que lidiar con esos lebreles. Por cierto, que aún no conocía a los estudiantes de mi nueva rotación –cosa que tampoco tenía nada de particular; procuraba verlos lo menos posible-.

Ahí estaba, con toda la mesa llena de papeles y un compañero cuyos tics en alza me ayudaban más bien poco a reprimir mi instinto asesino aquella mañana.

El caso en sí no parecía nada particular.

−Sara Olías Téllez, de diecinueve añitos. ¿Cuándo ingresó ésta?

−Hace dos semanas.

−Mmm… ¿Es la que está buena?

−No −algo me decía que la ceja izquierda de Rafa se tensaba más de lo normal ante alusiones sexuales.

−¿Estás bien?

−¡Como una rosa! –mueca.

−¿Seguro?

−¿Has visto su historia?

La cortina de humo era burda, pero no dejaba de ser nuestro trabajo.

La chica tenía varios ingresos, en general por intentos autolíticos de escasa gravedad, probablemente como llamadas de atención. Ya se sabe, no va en serio pero acojona.

−Viene diagnosticada de las otras veces. ¿A qué viene hacer la sesión con ella?

−Rasgos antisociales, alucinaciones auditivas, fantasías escasamente elaboradas… piensan que es un ejemplo de libro de esquizo paranoide. Quieren que lo vean los chavales.

−Pues bueno, ¿pero por qué quieren que lo vea yo también? Ah, claro, es que me han visto tocándome los cojones… −nuevo movimiento de cejita− Oye, me estás poniendo nervioso; relájate ya. ¿Qué narices te pasa?

−Es por si debemos preocuparnos por un posible suicidio. Las tendencias autolíticas…

−¡Los cojones! Aquí pone que los cortes en las muñecas eran transversales, no longitudinales; es decir, heridas leves que cicatrizan pronto.

−No todo el mundo lo sabe.

−Lo más seguro es que ella sí. Aquí dice que habla mucho de ese libro sobre el suicidio, el que escribió el tío este… Carranza; si te has tragado todas esas recetas para joderte y haces algo así, es que quieres ser la reina por un día.
 
−Pero una esquizo llamando la atención…

−La de sus padres, sólo la de sus padres. Vale que un esquizo se encierra en casa, pero puede atar férreamente a sus figuras paternas. Al fin y al cabo, le dan seguridad y un entorno conocido. Además, puede torturarlos cuanto quiera. Llama su atención, ata aún más a sus padres. Y ahora, si ha terminado la lección, ¿me vas a decir qué coño te pasa?

−¿Diagnóstico?

−Esquizo y no se suicida. Ya hemos acabado. Habla de una puta vez.

Mis métodos de persuasión al más puro estilo académico, unidos a estos diagnósticos fugaces, podían dar una imagen equívoca de mí. Suelo ser un gran psicólogo. Al menos durante los veinte o veinticinco minutos que dedico a cada paciente. Eso es lo que tiene ser el encargado de peritajes e informes. Una entrevista, un perfil y listo. Rara vez vuelves a ver a los pacientes, y en los tribunales, si te citan como experto, nadie te discute, y si lo hacen… bueno, todos somos humanos y los test apoyan tu hipótesis.

Mi hipótesis aquella mañana era que mi compañero debía guardar algo realmente interesante –alguna vez tenía que hacerlo-. Sólo le temblaba la ceja cuando mentía o cuando ocultaba algo. Ese día, su ceja parecía un tiovivo.

Al fin arrancó, haciendo todo tipo de contracciones con los escasos músculos faciales que no tenía agarrotados.

−Marcos… tú sabes que yo… soy tu amigo y te quiero; te quiero de verdad −creí que cualquier cosa me aliviaría con tal de que no se tratase de una declaración de amor− .Bueno, a lo que me refiero es a que yo no creo que seas un bastardo amargado.

−Hombre, gracias.

−No, no… en serio, y si te hablo así es porque quiero que sepas que… bueno, yo nunca te haría daño. A mí me gusta jugar limpio.

−Sí, a veces te lavas, es cierto –la broma no era de las mejores, lo reconozco, pero necesitaba relajar el ambiente; me estaba empezando a preocupar. Al muy imbécil no le hizo gracia.

−Ya, ya. En fin, lo que quiero decirte es que… -gesticulación espasmódica, silencio dramático y mi puño apretado para hacerle arrancar- que… ha ocurrido algo entre Rosa y yo.

Mi puño se relajó.

−¿Qué?

−Sí, es así. Ya sé que no lo entenderás, pero las cosas entre vosotros no funcionaban desde hace tiempo, y tú lo sabes.

Bufidos.

−¿Me estás diciendo que…?

−Ella no quería decirte nada, pero yo no podía verte todos los días y… así… yo no podía, porque soy tu amigo.

−¡Tú lo que eres es un hijo de puta! Rosa es mi… mi… bueno, es mía, vive conmigo, ESTÁ conmigo. ¡Y tú me dices que te las has tirado!

−No… no es eso… joder, dicho así… no es que me la haya cepillado ahí, a lo burro, como si…

−¿Ah, no? ¿Y me vas a contar lo delicado que fuiste?

−Hombre, no creo que debamos hablar de esto.

−¿No? Pues yo sí lo creo.

−Mira, estás muy alterado y así no se puede…

−¿Qué estoy alterado?

−Sí, mírate. Y lo entiendo, pero… No queríamos que pasara. No lo tomes como un complot, porque fue algo espontáneo.

Deseaba estallar, destrozarlo todo, y algo me decía que debía empezar por Rafa. Sin embargo, no podía; no sabía por qué, pero no era capaz.
Entonces lo miré y comprendí: no podía porque él era un buen tipo. Así que no le di ningún puñetazo, como esperaba. Estrellé su cara contra la mesa. Fue violento, pero justo. Al ver el alivio que experimenté contemplando cómo rebotaba su cabeza contra el tablero, lo aferré por el pelo y repetí el movimiento otra vez, y otra, hasta que milagrosamente se zafó de mí, tambaleándose, y seguimos la coreografía de mordiscos, patadas y arañazos por el suelo.

De lo que vino después recuerdo más bien poco, excepto alivio, gritos y una sensación extraña que empezaba a drogarme. Algo había reventado, y aún no sabía que sólo era el principio de un desplome general.

 
 
Luis Moreno Carmenado

 
Breve biografía:
Perteneciente a la generación nacida en los 70 s, lleva tocando palos artísticos desde tiempos remotos: obras de teatro como guionista y/o director(Prometeo Encadenado, Clásicos Etílicos, Clásicos Bíblicos), guiones varios para cortometrajes, un libro de poesía que, según sus palabras "le une más el cariño que el orgullo"(Agujas de Agua), trabajos de actor no profesional en frecuentes  funciones teatrales, o la participación en diversas antologías donde tuvo la suerte de compartir páginas con Aute, Sabina o Luis García Montero.
Y ahora, Volveremos a ser valiente, su primera novela en formato digital a través de Publicaciones Lulú. Como él mismo comenta, una novela cargada de humor negro, problemática social, drogas y parte de locura: " De todo ello he aprendido que si hay algo que nos caracteriza es que la vida siempre merece una risa, a pesar de todo".

 

 

 

 

domingo, 28 de octubre de 2012

¡12.000 visitas!

¡Por fin llegamos!

A todos aquellos que sin-queriendo y con-queriendo han caído alguna vez en esta perdida página de internet, gracias.
Gracias por caer y leer al menos durante unos pocos minutos, y doblemente gracias a los que dedicásteis vuestro tiempo en escribir comentarios. Como se dice siempre, sois la razón de estos escritos. Me siento satisfecho si ha servido de algo, si alguien disfrutó con las historias, se enteró de eventos que a mi parecer son interesantes, o de nuevos libros que igualmente no deberían caer en el olvido. Ojalá haya servido al menos un poquito para dar un minúsculo empujón a los escritores noveles que luchan por llegar a más.
Y una cosa es segura: el número seguirá subiendo, sin duda (más que nada, porque el contador de visitas no puede disminuir...a no ser que lo borre, claro)

viernes, 19 de octubre de 2012

"Siglo de Oro, siglo de Ahora", de Ron Lalá

Aquí dejo uno de los videos que hay colgados por Youtube de este magnífico grupo que son Ron Lalá.
¿El motivo? Pues porque creo que se lo merecen y quiero anunciar a los que no los conozcáis que durante estos pocos días que quedan de octubre y los primero de noviembre esta´ran actuando enm los Teatros del Canal en Madrid.
Si quieres ver buen teatro cómico, crítico, d eépoca y a la vez muy actual, realñizado todo por cinco jóvenes genios multidisciplinares ( ya veréis por qué si tenéis ocasión), no dejéis pasar la ocasión.
Por lo menos, antes de que sean tan famosos que las entradas valgan un pico...
En serio, ved el video y os haréis una idea.

lunes, 15 de octubre de 2012

El salto imposible: Alkemade y la supervivencia

Si la anterior historia que mostré era increíble, no menos es la que a continuación voy a exponer. No os la creeréis como yo lo hice, pero son hechos constatados pese a quien le pese.

Nicholas Alkemade era un sargento de la RAF en tiempos de la Segunda Guerra Mundial. Sucedió que, durante una misión como cañonero de cola en un bombardero aliado, y situado en un estrecho habitáculo en el que ni siquiera cabía su paracaídas, el avión fue alcanzado y se vio en la necesidad mas absoluta de lanzarse al vacío. Sin paracaídas y a unos 6000 metrillos de altura. Morir consumido por las llamas o hacerlo aplastado contra el suelo.
Decidió lo segundo y saltó al vacío. Mientras lo hacía observaba cómo los Junkers alemanes disparaban luminiscentes ráfagas dirigidas contra el resto de su escuadrón. Cayó y cayó, y al final golpeó sobre un bosque de pinos, cuyas ramas fueron aminorando su velocidad de caída hasta tal punto que el colchón de nieve que cubría el suelo lo salvó amortiguando el trompazo. Según unas fuentes se torció un tobillo, y según otras tuvo un esguince de rodilla. Eso después de una caída de unos seis kilómetros....
Como vio, sin embargo, que el frio sí que lo mataría a pesar de haberse salvado de lo peor, tocó su silbato y fue encontrado por el ejército alemán. En principio parece que estos pensaron que sufría un shock traumático, y después lo tomaron por un espía. Cuando hallaron los restos del avión del que aseguraba Alkemade que provenía y corroboraron que la narración se sustentaba, se dice que lo soltaron. Además, le regalaron una biblia con un certificado de veracidad de su historia (algo que no entiendo muy bien, pero así consta), ya que nadie en su sano juicio la creería.
Como parece ser que esto le supo a poco, posteriormente Nicholas trabajó en una  planta química donde sufrió varios accidentes como una fuerte descarga eléctrica, la caída de una viga metálica o la inmersión durante una hora nada menos que en un pozo de cloro...
Murió el 22 de junio de 1987 por causas naturales.
Sin comentarios.

domingo, 7 de octubre de 2012

La increíble historia del capitán Zapata

A veces la historia oculta hechos insólitos que no deberían ser olvidados. Relatos sorprendentes dignos del mejor libro o la mejor película. Os voy a relatar algunas que a mi juicio son de lo más interesante que hallé indagando. Espero que os guste como a mí.
Comienzo con la siguiente.
 
La increíble historia del capitán Zapata
 
Remontémonos al siglo XVI, en plena sudamérica. Tiempo de conquistas y colonizaciones, a la par que exploraciones. Concretamente a una rica villa con más habitantes que Madrid, Londres o París en la misma época. Suena curioso y sorprendente que fuese así, pero cierto fue por las crónicas. Me refiero a la Villa Imperial de Potosí, en Bolivia.
 
En 1561 apareció en tal lugar un capitán llamado Giorgio Zapata, quien afirmaba haber estado al servicio del Duque de Medinaceli y del Virrey de Sicilia. Se convirtió entonces en aprendiz de un minero alemán y poco después descubrió un filón de plata sumamente rico; lo explotó durante diez años en sociedad con un asturiano con el que trabó amistad llamado Rodrigo de Peláez. Zapata se convirtió en uno de los hombres más ricos de Potosí y uno de los más respetados.
Después de quince años, Giorgio Zapata decidió regresar a su país. Obsequió con regalos a todos su amigos y se despidió de ellos, llevando consigo dos millones de reales de a ocho además de 138 kilogramos de oro puro. Pero su destino no fue la península. Se dirigió a Estambul para presentarse al sultán Murad II.
Porque se trataba de su ciudad natal, y el nombre verdadero de Zapata era Amir Çighala. El capitán era súbdito de la Sublime Puerta, el más feroz enemigo de España y de la Cristiandad. Narró sus aventuras al sultán y le regaló parte del oro que traía. Como agradecimiento se le concedió el mando de la flota, en general de las galeras. Cargo desde el cual fue catapultado al de visir del sucesor de Murad II, el sultán Mohamed.
El 11 de octubre de 1588 Çighala participó en la toma de Agria y en otras victorias turcas sobre los cristianos, con lo que hizo méritos para ser designado, finalmente, virrey de Argel.
Mientras Çighala no paraba de escalar posiciones, su socio Rodrigo de Peláez había decidido volver a su tierra natal, Asturias, tan rico como el turco. Pero al cabo de los años, el indiano sucumbió a la nostalgia por las Indias y, resuelto a regresar a Potosí, se dirigió a Cádiz para embarcarse.
 
Corría el año 1596. Los ingleses, comandados por el conde de Essex, bombardearon la Tacita de Plata  mientras el asturiano esperaba su navío y tomaron al asalto la ciudad. Peláez no solo perdió todas sus riquezas sino también su libertad: los británicos lo tomaron como presa de guerra y fue convertido en esclavo.
Como tal viajó a Inglaterra y luego a Francia pasando por distintos amos hasta que cayó en manos de unos árabes que lo condujeron a...Argel. En esa ciudad norteafricana lo vendieron a un poderoso turco, Kara Çigala, hermano menor de Amir Çigala.
Allí lo descubrió su antiguo amigo, el ahora virrey, y lo rescató de su cautiverio. Uno y otro se relataron sus aventuras desde que se despidiesen en la lejana Potosí. Çighala confesó que siempre había profesado la ley de Mahoma, ocultándola a los cristianos durante toda su estancia en América. Dos meses más tarde el otomano envió al asturiano de regreso a España, con una carta escrita en buen español con "algunas frases en árabe" y bien cargadito de regalos de oro.
 
Toda una historia digna del mejor Spielberg, ¿no?
 

domingo, 30 de septiembre de 2012

Curiosidades cinéfilas

Ahí van unas cuantas de curiositis de cine, para variar.


 
-                      " Gracias a Dios, soy ateo"                     ( Luis  Buñuel )
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-   Una de las mejores producciones realizadas sobre la II Guerra Mundial es, sin duda, Un puente lejano(1977), dirigida por Richard Attemborough. Basada en la operación "Market Garden", el filme se realizó casi como una "operación militar" auténtica, ya que el director formó su propia compañía para rodarla, consiguiendo reunir más de 100 vehículos originales de ambos bandos, aparte de varios aviones. Además, para las escenas del desembarco aerotransportado, colaboró el 1 Batallón de paracaidistas británicos, junto con 30 oficiales de la RAF, que supervisaron el entrenamiento de los "extras". Como dato cabe señalar que se habilitó una fábrica en Holanda para la fabricación de todos los uniformes e insignias, sabiendo que en algunas escenas participaron más de 1500 "extras"( que debían tener el servicio militar cumplido).
Para concluir, se eligió uno de los mejores repartos masculinos que jamás se ha visto en una película: Robert Redford, Sean Connery, Michael Caine, Gene Hackman, Anthony Hopkins, James Caan, etc, etc... Es decir, toda una superproducción al estilo "hollywood".
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-  Bela Lugosi, el mítico actor que encarnase al Conde Drácula en los años 1920-30, solía dormir en un ataúd a imagen y semejanza de éste. Tal era su obsesión por él que al morir lo enterraron vestido como el vampiro, con capa y todo.
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-  Brad Pitt se cortó una mano en Seven(1995) y necesitó cuarenta y nueve puntos y rehabilitación para recuperarse.
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-  Rara es la estrella de cine que no ha tenido alguna vez problemas con el alcohol o las drogas: Drew Barrymore los tomaba de niña, el propio Bela Lugosi consolaba su fracaso con morfina, Judy Garland se levantaba con estimulantes, tomaba adelgazantes durante el día y tranquilizantes para dormir, Cary Grant hablaba maravillas del LSD, el botiquín de Marilyn Monroe era un polvorín de fármacos y, para terminar esta muestra, Dennis Hopper aspiraba rayas de cocaína de la longitud de un bolígrafo.                                      
 
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-  En 1938 , un año antes del estreno de Lo que el viento se llevó, la revista "Photoplay" publicaba una lista prestigiosa de posibles candidatos al papel de Rhett Butler: Clark Gable, Ronald Colman, Errol Flynn, Gary Cooper, etc, etc... e incluso ¿¿¡¡¡Groucho Marx !!??.                                             ------
 
-  Brian de Palma realizó más de 1200 cambios cuando adaptó del cine al formato video su película Los intocables de Elliot Ness(1987).
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-  El director Robert Rodriguez se prestó a ser utilizado como cobaya humana de un medicamento experimental para reunir el dinero necesario para filmar El mariachi(1992). 


-  La semilla del diablo(1968), película de terror psicológico dirigida por el polémico Roman Polanski, fue un auténtico bombazo en la sociedad americana de la época. A pesar de ser calificada por la Iglesia Católica con una C ("Condenada"), fue un éxito de público inmediato. Pero el éxito no fue lo único que trajo el film, sino algo peor. Un año después del estreno , en agosto de 1969, la compañera sentimental del director, Sharon Tate,embarazada de ocho meses, apareció asesinada brutalmente en su casa de una forma que coincidía extrañamente con los rituales diabólicos de los que se habla en la película. Además, por si fuera poco, el compositor de la banda sonora, un tal Komeda, murió unos meses después del estreno de una caída en extrañas circunstancias.   
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-  En cierta ocasión, un perturbado envió a Cher una oreja humana con restos de sangre.
Un regalito para no olvidar a sus muchos "fans", que la quieren...                                    
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-  En los cálculos comerciales de las películas, a pesar de estar tan bien estudiados, a veces se cometen fallos estrepitosos: Cuando se estrenó Toy Story en la Navidad de 1995, al salir de la sala, el público infantil americano iba a las tiendas a comprar los muñecos; pero no los héroes, sino los villanos, los malos mutantes. Esta imprevisión supuso la ligera pérdida de unos 250 millones de dólares.                                           
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-  Entre 1991 y 1994  Charlie Sheen ( Hot Shot I y II, Wall Street) se gastó 60000 dólares en bailarinas porno y prostitutas.
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-  Gazapilandia: Volviendo a Lo que el viento se llevó(1939), en la escena en que Scarlett es atacada por dos bandidos, aparece "Big Sam", su antiguo esclavo negro, que la salva y se dispone a llevarla de vuelta a casa, subiéndose al coche de caballos junto a ella.. En el siguiente plano vemos de nuevo el coche  y...  ¡ "Big Sam" ha desaparecido!. (¿Invisibilidad?)                                           ------
-   En el ataúd de Errol Flynn, se dice, sus colegas metieron seis botellas de whisky.
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-  El cartel anunciador de Acoso(1994), en el que se ve a Demi Moore abalanzándose con una sugerente minifalda sobre el "desventurado" Michael Douglas, provocó serios problemas de tráfico en Francia e Inglaterra; por lo que, para evitar accidentes, se ordenó retirar los anuncios de las paradas de autobuses y todo lugar próximo a las calzadas .                          
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-  Para terminar, quiero hablar sobre el primer famoso león símbolo del estudio de la Metro Goldwyn Mayer, llamado "Leo". Capturado en Sudán, fue casi un milagro el que llegase vivo a América. Su avión chocó antes de despegar, dos trenes colisionaron después de bajarle a él y el barco que le llevó se supo que acabó arrastrado por el agua. Su efecto fue tan devastador, que su llegada coincidió con el terrible terremoto de 1921, durante el cual la "Metro" se incendió. Un león de fuerza arrolladora, sí señor.


 

 

jueves, 13 de septiembre de 2012

Monólogo de una fea


Un divertido relato de Blanca Miosi.
Porque las feas también lo valen... (y no va por Blanca)


Monólogo de una fea (Estrictamente autobiográfico)

Cuando nací era tan fea, que mi padre apenas me vio abandonó a mi madre. La pobre tuvo que cargar conmigo porque tenía un amor maternal demasiado arraigado. Ella tenía la firme convicción de que algún día yo resultaría convertida en un hermoso cisne, como el del cuento. El asunto era que yo ni siquiera era como el patito feo. Al paso del tiempo, mi madre no perdía las esperanzas, y ahora que lo pienso, creo que ella realmente me veía hermosa. Luchaba contra cualquiera que me mirara torcido, o que hiciera una mueca de desagrado al mirarme. En el colegio yo siempre me sentaba en el fondo del salón porque la maestra decía que la perturbaba y perdía la concentración, aquello llegó a oídos de mi madre y allá fue ella, blandiendo a diestra y siniestra; la diestra. Abofeteó a la maestra Débora y me echaron del colegio. Cuando estuve en la secundaria, la cosa se puso peor; pero esta vez, competía con otras niñas por el asunto del acné, y cuando había que disfrazarse, generalmente me llamaban porque no necesitaba disfraz, cumplía a cabalidad mi papel de jorobado de Notre Dame, enano de Blanca Nieves, espantapájaros del mago de Oz, y hubiese sido feliz de ser la madrastra de cenicienta pero no era tan bonita, así que tuve que conformarme con ser la esposa de Frankenstein. Dentro de todo, no me puedo quejar, las chicas no encontraban en mí una rival que les quitara el novio, y generalmente era acompañante violinista de mis amigas.
En todo grupo debe haber una gorda, una flaca, una bonita y una fea. Yo cumplía con este requisito, así que me hallaba en la gloria, al fin conseguí mi lugar en la sociedad estudiantil. Pero el verdadero problema empezó cuando terminé la secundaria. Ya no habían más amigas que apoyaran mi fealdad, ni violines que tocar, ni personajes que representar, entonces, mi madre creo que se dio por vencida y cayó en cuenta que debía hacer algo en honor a su belleza, porque ella era muy bonita. Ese era el motivo por el que siempre había pensado que yo algún día también lo sería. ¿Qué sería de mí en un mundo tan competitivo? –decía. Fuimos entonces camino al cirujano plástico. Cuando me vio, el médico preguntó: ¿Qué fue lo que le sucedió? Pensando que yo era producto de un accidente. Para ese momento, yo estaba acostumbrada a ese tipo de reacciones, así que pasé por alto el comentario. Pero mi madre, se enfureció. No sé si fue por eso, o porque el cirujano tenía razón, pero el caso es que él dijo que yo no tenía remedio, que debía esperar los avances de la ciencia para solucionar un problema como el mío, así que regresamos a casa, y en el camino tuve que aguantar las arengas de mi madre que nunca se daba por vencida. Ella aseveraba que debía tener algo dentro de mí que me haría destacar en la vida, y yo trataba de ayudar a encontrarlo, pero falleció sin lograr nuestro objetivo. Poco tiempo después, me di cuenta que podía sacar provecho de mi voz. No precisamente por el canto. La gente que no me conoce, se porta muy amablemente conmigo por teléfono, y en especial, si son hombres.
Cierto día, llamé a un número publicado en el diario, se necesitaban mujeres para la línea caliente. Mi voz les encantó, y yo, por primera vez, siento que soy bien recompensada. ¡No pueden imaginarse la cantidad de cosas que me dicen por teléfono! ¡Y las que digo yo! Aprendí a hacer feliz a los desventurados solitarios, a levantarles el ánimo y otras cosas más, a hacer ejercicios de imaginación que en mi vida podría lograr si no fuera por el invento grandioso de Alexander Graham Bell, a quien estaré eternamente agradecida.
En Internet estoy empezando a dar mis primeros pasos en el arte de escribir. Puedo hablar con mucha gente sin que me vea la cara, es una suerte, porque empieza a caerse mi cabello y ya no puedo tapar con mi pollina los dos extraños bultos que siempre he tenido en la frente, últimamente he notado que mi nariz es cada vez más larga y tiende a ir hacia abajo, lo cual me da un aire severo. ¡Y yo soy tan alegre! Cuando no estoy trabajando, entro a los foros literarios y he hecho magníficas amistades. Estoy segura de que mi madre donde sea que se encuentre finalmente estará satisfecha, pues sé que en el fondo, lo único que ella quería era verme feliz. Sí, mamá, ¡soy muy feliz!
Blanca Miosi

lunes, 3 de septiembre de 2012

Las manos

Un estupendo relato corto de Jesús García. De esos que con pocas palabras consiguen mucho.


Las manos

Con las manos manchadas de sangre miraba aterrorizado la consecuencia de un sin saber, de una sin razón, y mis manos, actuando por iniciativa propia, me miraban de frente.


La mente me gritaba: “¡Aléjalas!”, pero por más que lo intentaba no podía. Allí estaban, plantándome cara, desafiantes. “¡Atrévete!”, me decían. Mi corazón, consejero durante años, se lanzó al galope intentando huir.


Luché para detenerlas, pero ellas continuaban en su avance hacia mí. Parecían reírse, burlarse. Miré de soslayo el cuerpo inerte que yacía a mis pies, y sentí pánico.

Intenté gritar, pero una de ellas aferrándose a mi boca me lo impidió, mientras que la otra, amenazante, se acercó a mis ojos. El terror me atenazó.


A ciegas y tambaleándome huí a la desesperada. De pronto, sin saber de dónde, oí un fuerte bocinazo y sentí un golpe.


Ellas habían acabado con el único testigo.

Los titulares del día siguiente rezaban: “El receptor de las manos de un condenado muere atropellado por un camión”.


Jesús García
http://luzypapel.blogspot.com.es

miércoles, 22 de agosto de 2012

Sicario

Profunda como una puñalada en el costado clavo aquí un relato de María Martínez- Anxana en el mundo virtual (ya va siendo hora de que te des un garbeo por su blog, si no lo conoces)
A ver qué piensas de Lilliam...


Sicario

Asentí en respuesta a la cortesía de la secretaria y enfilé el pasillo en busca del aula donde tendría lugar mi primera clase, Historia. Iba a ser una hora muy aburrida, qué podría enseñarle un libro de instituto a alguien que conoce el mundo desde que se creó.

Mientras el profesor me presentaba, recorrí con la mirada cada uno de aquellos rostros que me observaban con curiosidad. La localicé de inmediato. Piel pálida, ojos verdes, larga melena negra como el ébano; bonito envoltorio, aunque el problema estaba en el interior .

Me sonrió cuando tomé asiento a su lado y su luz eclipsó al sol, sumiendo al resto del mundo en las sombras. Le devolví la sonrisa sin darme cuenta e inmediatamente aparté la vista de su rostro, consciente de dónde residía su peligro.

–Podemos compartir el mío –dijo en voz baja.

Su voz sonó como el agua que fluye de un manantial: clara y fresca, vibrante como el eco de las campanillas de un carillón. Me rozó el brazo al mover su libro hacia mí y mi cuerpo reaccionó como si sufriera la sacudida de una descarga eléctrica. Empujé la silla con disimulo, apartándome de ella todo lo que me permitía el pequeño pupitre. Hice todo lo posible para ignorarla, algo que resultaba más y más difícil conforme pasaba el tiempo.

La clase terminó y yo me entretuve comprobando el horario que me habían facilitado en secretaría.

–¡Vaya, tenemos las mismas clases! –exclamó ella, inclinándose sobre mí para ver mejor el horario–. Por cierto, me llamo Lilliam.
Miré la mano que ofrecía, después sus ojos salpicados de máculas doradas, los más bonitos que había visto nunca.
–Lukas –respondí.

–Encantada, Lukas.
Estreché su mano con un rápido apretón y observé como se levantaba y abandonaba el aula abrazando sus libros. Miró una sola vez atrás, y una tímida sonrisa de triunfo se dibujó en su cara al comprobar que yo la miraba fijamente. Se sonrojó y me ocultó sus ojos bajo un lento parpadeo. Aquel gesto me desarmó.
Por primera vez en mi larga vida dudé. ¿Y si no era ella? ¿Y si esta vez las señales no eran correctas?Podía sentir el mal con la misma claridad que la brisa sobre la piel, pero con ella algo fallaba. No conseguía percibir ni el más leve atisbo de su naturaleza, sólo aquellas extrañas sensaciones que se estaban convirtiendo en un dolor físico en mi pecho. Y supe que no sería capaz de llevar a cabo mi cometido, no sin estar seguro de si era Lilliam aquella a quién buscaba. En otro momento no hubiera dudado, habría actuado sin más, una vida a cambio de muchas parecía justo. Aunque esta vez, esa vida parecía un precio muy alto si estaba equivocado.

La observé durante dos días: en clase, a la hora de la comida, en casa. La vigilaba mientras dormía, espiaba sus sueños y con ello, mi desconcierto aumentaba. Era la inocencia en esencia, tan hermosa que hacía daño a mis ojos y a ese punto que latía en mi pecho.

Esa mañana, a pocas horas del nuevo advenimiento, supe que la profecía no iba a cumplirse, no esta vez. Hasta el más sabio puede equivocarse. Ningún ser es perfecto en su forma, incluidos los profetas, sólo el que los creó.

Mi misión había terminado sin que mis manos se mancharan de sangre. Ahora tenía por delante otros cien años de paz, cien años hasta que las señales iluminaran de nuevo el cielo, marcando el punto donde despertaría aquel capaz de conjurar el caos. Y yo iría a su encuentro y acabaría con su vida en el momento exacto. Tal y como había hecho tantas otras veces, ése era mi cometido, para eso fui creado.

Palpé la hoja de la daga bajo mi camisa, sentir su contacto me ayudaba a no olvidar para qué estaba allí. La luz de la habitación que había estado vigilando se encendió y a través de la ventana pude ver su silueta paseando de un lado a otro. Vi cómo se desvestía y se ponía aquel pijama tan inocente e infantil. La luz se apagó.

Aguardé oculto entre las sombras del callejón, con aquel nudo en el estómago que me acompañaba los últimos días. Otra sensación desconocida, abrumadora, que amenazaba con poner patas arriba siglos de autocontrol. Salí de mi escondite con la vista puesta en el cielo, debía terminar con aquello que había venido a hacer, y debía hacerlo ya.

Mis pies se posaron sobre el alfeizar y la ventana se abrió con un leve roce de mis dedos. Dentro olía a nubes de azúcar y a su perfume. Me colmó el olfato y mi respiración se aceleró, como la primera vez que aquel aroma a limón y menta llegó hasta mi como una estela sinuosa a través del aire, golpeándome como una bofetada.

Miré el reloj sobre la mesita, faltaba un minuto para medianoche, y cuando llegara ese momento, mi tiempo allí habría terminado. Me senté a su lado, en la cama. Aún no entendía por qué en esta ocasión me costaba tanto regresar. Sabía que tenía que ver con Lilliam, pero no conseguía vislumbrar aquel lazo invisible que me mantenía atado a ella. El deseo de tocarla ocupó mi pensamiento. Con la primera campanada, mi mano se deslizó por su larga melena desparramada sobre la almohada. Mis dedos acariciaron su mejilla hasta rozar sus labios entreabiertos, eran suaves y estaban húmedos. Sentí un leve cosquilleo en los míos y sin saber muy bien por qué, me incliné sobre ella buscando el contacto de su aliento. La respiración me silbaba en la garganta, y se transformó en un gemido cuando mi boca se posó en la suya.

Entonces, sonó la última campanada, y Lilliam abrió los ojos. Pude ver mi reflejo en ellos, ya no eran verdes sino negros. Moví mi brazo, saqué la daga y la alcé en el aire. Tras de mí, el umbral se abrió inundando de luz la habitación. Sólo disponía de una décima de segundo, no necesitaba más.

–¿Lukas?

Noté su filo abriéndose camino en mi pecho, llegó hasta mi corazón y se clavó en lo más profundo, pero no dejó de latir, al contrario, su palpitar cobró fuerza. Podía sentirlo en la garganta, ascendiendo hasta adueñarse de mi cabeza. La daga se escurrió de entre mis dedos y cayó al suelo con un golpe sordo, mientras el umbral se cerraba con la misma rapidez con la que había aparecido.

Me llevé la mano al pecho, para comprobar asombrado que no tenía ni la más mínima herida. Me había desarmado y vencido con una sola palabra. El sonido de su voz al pronunciar mi nombre fue lo único que necesitó para despojarme de mi voluntad.

–Lukas –susurró ella mientras se incorporaba.

Cerré los ojos extasiado.

–Dilo otra vez.

–Lukas –repitió posando su mano sobre la mía.

Me estremecí al descubrir el deseo en el tono de su voz. Estaba condenado, supe que jamás podría vivir sin ese sonido. Abrí los ojos y la miré. Lilliam sonrió al ver mi cara de sorpresa, con un rápido movimiento se sentó a horcajadas sobre mi y me abrazó. Sobre nosotros estalló la tormenta, los edificios comenzaron a desmoronarse y bajo nuestros pies el suelo escupía fuego. Nada me importaron los gritos, ni los lamentos, sólo su cuerpo entre mis brazos y sus labios susurrando junto a mi oído.

“No hay mayor poder que la fuerza del amor. No lo olvides nunca, Lukas. Cada vez que levantes tu daga, piensa en estas palabras y aleja tus remordimientos”, eso me decía mi padre cada vez que afloraban mis dudas, y yo le creía. Por eso mataba una y otra vez, para salvar vuestras almas, porque mi amor por vosotros era infinito.

Y mi padre tenía razón, no hay mayor poder que la fuerza del amor, por eso alzo mi daga una y otra vez. Vuestros cuerpos se extienden como una alfombra a mis pies y mis remordimientos desaparecen bajo la sonrisa de Lilliam al recibir vuestras almas. No hay nada más fuerte que el amor, y mi amor por ella es infinito
María Martínez
http://anxana.blogspot.com.es/