"El mundo no se hizo en el tiempo, sino con el tiempo"

San Agustín

martes, 10 de diciembre de 2013

La calle de los diez minutos- de Anika Lillo

Para celebrar a mi modo que Anika Lillo, una de las bloggeras de referencia en este mundo literario y virtual, ha estrenado nueva web, voy a colgar un cuentecillo suyo que a mí me encanta. Simple pero original, y que bien puede servir como comienzo de una novela, por qué no.
Animo, por cierto, a que os paséis por su web. Cualquier forofo y apasionado de la literatura debe hacerlo al menos una vez y tomar nota. Pero yo lo haría más veces...


La calle de los diez minutos


Ocurrió después de una noche concreta y oscura. Alertados ante una tormenta eléctrica, los animales y algunas personas especialmente sensibles se mostraban ansiosos y no sabían la razón. Pero estaba ahí, latente. Lo respiraban, lo sentían en la piel y lo esperaban.
¡¡¡¡¡¡¡zrrhhhhhhhmmmmmmmmmm!!!!!!
El primer trueno se hizo oir cuando ella entraba en una calle. Aunque la sobresaltó, no se dejó amilanar. La placa de piedra lucía vieja su leyenda "Calle de los Diez Minutos".

Natacha caminaba con su largo y lacio pelo moreno por la calle mientras las pocas farolas que había daban un brillo azulado a su melena. Abrazada a su abrigo y casi tiritando, trataba de sortear las piedras de esa calle aún sin asfaltar. No había un alma con el que se pudiera cruzar y preguntar la hora. A la mañana siguiente iría a la relojería y se agenciaría con una pila. Miró su inútil reloj parado y respiró hondo. Siempre pasaba igual, las cosas se fastidiaban cuando menos lo esperabas.
La calle se le hizo extrañamente larga, era como si no avanzara, y los tacones de sus botas no paraban de trastabillar con piedrecitas perdidas. Salía vaho de su boca y tenía la nariz roja.
¡¡¡¡¡¡¡zrrhhhhhhhmmmmmmmmmm!!!!!!
El segundo trueno zumbó en el aire rompiendo el silencio y a lo lejos se escucharon un par de alarmas de coche. El firmamento se iluminó y Natacha casi tuvo que cerrar los ojos. Le dio tiempo a ver que aún le quedaba media calle. ¿Cómo era posible que una calle tan larga no tuviera tránsito ni estuviese asfaltada? ¡A qué mala hora le había prometido a su prima estar en media hora en su casa!. Podía haber cogido un taxi, pero no, se dejó convencer por Elisa. “Dicen que si coges la Calle de los Diez Minutos, esa que está sin asfaltar, llegas antes a mi calle. Por favor, date prisa o me tomo las pastillas. No te entretengas”.
Natacha se abrazó fuertemente y maldijo en voz baja por un agujero inesperado que había aparecido ante ella haciéndole tambalearse.
- Sólo falta que me rompa un tobillo.
Miró a izquierda y derecha y se preguntó por qué no había más calles colaterales que rompieran esa larga monotonía gris.
- No me extraña que se llame la Calle de los Diez Minutos.

Anika Lillo
http://libros.ciberanika.com/