"El mundo no se hizo en el tiempo, sino con el tiempo"

San Agustín

jueves, 20 de enero de 2011

Allí estaba

ALLÍ ESTABA



Allí estaba.
Cerca. Cada vez más.
Un olor desagradable culebreaba hasta él. Algo insufrible. Gotas de sudor resbalaban por su angustiado semblante, y sus pasos resonaban en el siniestro pasillo. Al fondo se hallaba aquel ser.
Pensó en lo que había hecho para merecer aquello. Era inhumano, un ritual demoníaco.
Oía su respiración entrecortada, sus gruñidos hirientes. Pero debía hacerlo, no había ya vuelta atrás. Lo decidió y ahora se trataba de su obligación.
Llegó a la puerta. La Criatura callaba. Ahora le espiaba, estaba seguro. Tantos años renegando y al final había caído como todos. Nadie se salvaba, ni aún el más agudo y advertido.
Un sonido que se le antojó terrorífico partió de su blanco, y los pelillos se le erizaron una vez más. A punto estuvo de salir corriendo, abrir la puerta y escapar de una vez por todas dando alaridos y desahogando su ansiedad y pavor contenido.
Entró y se colocó delante, mostrando una valentía que no sentía.
Sus manos temblorosas se acercaron hasta el cuerpo que se retorcía, ahora observándole desde su blanca y fina piel. Ya no perdía detalle, todo movimiento era captado por esas largas pestañas.
“Huye”, se dijo, “aún estás a tiempo”. Se engañaba.
“¿Pero si otros lo han conseguido por qué yo no?” admitió su parte menos cobarde.

Ahora el olor era insufrible, nauseabundo para él. Su pituitaria intentaba cerrarse, pretendiendo desembarazarse de los efluvios insanos que se colaban por todo resquicio. La rapidez era fundamental si quería realizarlo, disponía de unos segundos sin respirar, un minuto a lo sumo. No sería capaz. Aquello se lo impediría. Emitió entonces varios sonidos guturales. De hecho comenzó a moverse, reptando hacia su persona.
¡No! ¡Eso no!

Tomó la decisión en el último instante, cuando las extremidades sobresalían de la plataforma donde se hallaban.
Sus manos se adueñaron de aquello y lo levantaron. El Ser no le quitaba ojo y exhibió una mueca desdentada. Asió sin perder tiempo el odiado objetivo, repugnante y pegajoso, y lo apartó a un lado, mientras terminaba con aquella abominada operación. Sólo unos segundos y habría concluido por esta vez.
¡Oh, no! ¿Por esta vez? Era la primera de muchas, lo había olvidado.
- ¡Nooooooooooooooo!- gritó angustiado, y los estertores de aquel chillido permanecieron en el ambiente durante semanas.
Su primer pañal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario