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"El mundo no se hizo en el tiempo, sino con el tiempo"
San Agustín
San Agustín
viernes, 4 de marzo de 2011
Arenas
La playa. El amanecer. Un lugar de vacaciones tranquilo. ¿Tranquilo? Eso creía yo.
Paseaba por ella una mañana temprano en la que no había podido dormir bien, por lo que decidí despejarme con las olas acariciando mis pies.
El sol salía por el horizonte. ¡Qué imagen más preciosa!, ¡ y cuánto hacía que no la disfrutaba! A ver, allí imposible. Me senté un momento sobre la arena fina. Qué a gusto me encontraba. Las gaviotas revoloteaban sobre mi cabeza, de un lado al otro de la playa. Caray, cuántas eran y qué grandes. Algunas se posaron sin miedo a pocos metros de mí; parecían ignorarme.
“Menudo pico tienen” me dije, y enseguida me vi recordando escenas de la película “Los pájaros” del maestro Hitchcock.
De pronto todas levantaron el vuelo asustadas y una figura pasó corriendo junto a mí y se lanzó al agua. Me había parecido... no, no podía ser. ¿O sí? Tragué saliva. Era una mujer desnuda. Sï, sí. Creo que era rubia, con el pelo ondeando sobre su cabeza, y con un cuerpo...pues...bueno...la vi sólo un momento, pero, sí, estaba bien, pero que muy bien. Mi cuerpo comenzó a temblar, y mi respiración se hizo más rápida. Nadaba muy velozmente, y en pocas brazadas se había alejado de la orilla.
Me levanté y me giré, alejándome de allí. “¡Qué demonios! – me dije-“¿es que no va a poder hacer uno nada sin que le molesten? La chica tiene derecho, ahora no hay nadie. Excepto yo, parece que no se ha dado cuenta de mi presencia.”
¿O sí se había dado? Me giré un momento, aunque ahora no la vi. En fin, era mejor que siguiese mi camino, no fuera a ser que...Reprimí los instintos como tantas veces había hecho en la empresa donde trabajaba, como ejecutivo que soy, y desvié la mirada.
Caminé descalzo sobre la arena. Vaya por Dios, todo lleno de algas ahora. Ay, ¿qué es esto? Una chapa. Y botellas. Pero qué mierda era aquello (y nunca mejor dicho). Perdóname los tacos, pero es que a veces....Vale, nada de tacos, que si no se me enfadan...Sigo. En ese momento vi tanta suciedad junta que no vino mal desahogarme un poco. En fin, ahora tranquilidad. En ese momento también lo pensé, necesitaba tranquilidad, y la playa estaba para eso, para desahogarme de la vida pasada. Debía demostrar que no necesitaba nada más que paz, y todo arreglado.
Dejé a un lado las botellas y reprimí mis impulsos de liarme a mamporros con ellas; pero, claro, eso no se debe hacer nunca. Los problemas son muchos y hay que ir sobreponiéndose a ellos, si no, te consumen.
Una pareja de novios se acercaba hacia mí. Oh, l`amour, un amanecer, qué imagen. Les saludé con una sonrisa, sin detenerme. Me recorbaban a nosotros, mi mujer y yo, cuando éramos novios. Ahora no, ella estaba fea y gorda, como siempre ocurre. O al menos así la recordaba yo, hacía tanto que no la veía...Desde que se fue. ¡Qué pena! Aquellos sí que eran tiempos.
Me tumbé en la arena para controlar mis temblores, que habían vuelto. Los finos granos se introdujeron entre los dedos, calmándome los nervios de nuevo. Ah, eso sí que no cambia, siempre es igual de bueno. Me gustaba, me gusta. Me habría quedado allí toda la vida.
Me dormí no recuerdo cuanto rato. Noté algo asqueroso sobre la cara, algo que resbalaba por mis labios y mejillas. Desperté sobresaltado y golpeé a lo que se encontraba a mi lado. Un niño salió despedido hacia atrás. Su cubo cayó a un lado, derramando el agua sobre la arena. Me había salpicado el muy hijo de...vale, sí. Se trataba de agua. Pedí disculpas a la madre, la cual había venido pronto a socorrer a su bendito hijo. Les presté un pañuelo para limpiar la sangre que caía de su nariz a chorros. A veces no mido mi fuerza. ¡Es que no dejan dormir a uno tranquilo! Tanto bañista de pacotilla y domingueros todos. Me alejé rápidamente de allí para no oír a la mujer cómo me insultaba. Me daba igual, si no hubiesen venido a molestar... La playa se había llenado, ya era medio día y hacía calor, mucho calor. Mi cuerpo volvía a temblar. Qué asco de lugar, estaba como siempre, hasta la bandera de gente de...Sí, no te preocupes, estoy tranquilo, sólo lo recuerdo ahora.
Anduve esquivando toallas. La gente me miraba y eso me producía mayores temblores. Debía ser que estaba vestido, sí. No como ellos, todos enseñando sus chichas y michelines. Gordos de mi...Un autobús aparcó en la carretera, a pocos metros de donde yo caminaba. Comenzaron a salir viejos, muchos viejos. Todos iban cargados de sombrillas, bolsas nevera, sillas y demás mi...¡Más gente no!.
Sonreí. Había que buscar el lado positivo. Algún viejo cogería una insolación y alguno más, si había suerte, se ahogaría (je,je). “ Las Últimas Vacaciones del Reumático” titularía yo a esta excursión. Escribiré un libro, sí señor, ahora que tengo tiempo. Bueno, qué malo soy. Es broma, claro. Si al menos uno de ellos no me hubiese recordado a aquel capullazo de la empresa...Cuando volviese se iba a enterar el muy cabrón. Despedirme así. Decía que yo era un inestable, que era un peligro. Será maricón. El sí que es eso y mucho más. De todas formas no sé cómo me lo recordó, es un hijoputa más joven, aunque aquella figura se le parecía, para qué negarlo. Tenía unas ganas de cogerle y...
Agarré un canto de la playa, lo admito, vale. Pensé que había que librar a la sociedad de tipos como aquel. Seguro que el viejo era muy parecido, tenía la pinta... La verdad, creo que me pasé un poco, aunque...
La primera pedrada no le dio, aunque la segunda le alcanzó en la pierna. ¡Cómo chillaba el condenao! Los demás soltaron todos los trastos y ¡pies para qué os quiero! ¡Ja, ja! ¡cómo corrían! ¡Ni reuma ni artrosis, ja, ja!
-¡ Cobardes, ahora corréis!- gritaba yo persiguiéndoles- ¡Fuera de esta playa, carcamales!.
El revuelo que se armó fue de los gordos. Lástima que la gente se me echase encima, y lástima que por no reprimir mis impulsos ante aquello (hijo de puta) supiesen de mi paradero. No recuerdo bien qué pasó después, pero el hecho fue que me libré de mis agresores como un valiente, y corrí, corrí...Oh, qué agobiamiento de playa, la gente gritando, gente por todas partes. Todos a exhibirse, ¡puercos!. ¡¿Dónde estaba aquella tía tan buena de la mañana?! ¡¡Como la volviera a pillar se iba a enterar, so zorra!! ¡¡ Me cago en la madre...!!
Bueeeeeno, tranquiiiilo, que me sulfuro al recordarlo, lo sé, no volverá a pasar. Sosiego es lo que necesito, y qué mejor que en mi hogar, aquí, en el hospital. No sé cómo se me ocurrió eso de escaparme. Fue un punto, lo admito. Ja, ja, menuda carrera se dieron mis colegas de blanco, sobre todo Jaime, con lo gordito que está. Hasta que dieron conmigo en aquella maldita playa. Y todo por culpa de los viejos, ¿o fue por la zorra? En fin, ya pasó. Ahora me voy a tomar el zumito y a pensar en cosas más alegres. Nada de alteraciones, que me lo prohiben. Mira, ahí llega Elisa, le enfermera, a ver qué nos cuenta hoy.
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Este cuento desde el principio es una reflexión. O al menos así lo leí yo. El narrador, que al comienzo parece una persona normal, sentado en una playa desierta, de pronto ve una mujer desnuda que se sumerge en el mar y de inmediato, ¡Ah, hombres! siente que si la sigue viendo no podrá controlarse. Luego más tarde, se cruza con una pareja de enamorados y recuerda cuando su mujer no era gorda (como si todos los hombres se conservaran de vientre plano y como unos Adonis)
ResponderEliminarPero el cuento se va transformando. De pronto la actitud del personaje deja de ser coherente, sus pensamientos confluyen de una manera atropellada, insultos van y vienen, ve enemigos donde no los hay... así y todo, el final es inesperado, al menos a mí me tomó de sorpresa.
Bueno el cuento, Javier, tiene garra.
Un abrazo,
Blanca
Gracias, Blanca. Fue una ida de cabeza, lo siento...:)
ResponderEliminarjaja, me gusta cómo lo describes. Exacto.
De hecho me sorprendió hasta a mí el final y la misma evolución, porque en principio el tema no iba a ser este. Quizá por ello es tan inesperado el giro.
Un saludo