"El mundo no se hizo en el tiempo, sino con el tiempo"

San Agustín

jueves, 23 de septiembre de 2010

Aliado de las Sombras

El siguiente texto que os voy a mostrar pertenece a una joven promesa de la escritura. Con un libro publicado que versa sobre literatura fantástica (titulado La Ira del Dios Oscuro) y con nueve más a la cola (sí, he dicho nueve) pertenecientes a la misma saga creo que va a dar que hablar en los próximos tiempos. Su nombre es Juan Jesús Hernández y tiene tan sólo veinte añitos, con una prosa que va depurando día a día; promete dar mucha guerra, lo tengo seguro.
El relato lo cuelgo tal cual, sin ninguna corrección de estilo, aún a pesar de pequeños fallitos (¿y quién no tiene errores?)
Ahí os va, que aproveche.


Aliado de las Sombras

Oscurece, ya es hora de prepararte para empezar a trabajar, necesitas tomar algo, un trago de algo fuerte antes de empezar, y bajo la lluvia cruzas las calles embarradas. Nadie te mira, eres una sombra en mitad de la noche, embozado en una oscura capa, sólo el largo pelo castaño, recogido para que no se convierta en una molestia, y tus ojos, esos ojos de hielo, igualmente fríos y carentes de sentimientos. Nadie te mira en mitad de la nada, estás lejos de tu hogar, si alguna vez pudiste llamar así a algún lugar.
Entras cruzando la puerta sin llamar la atención, tus pasos te llevan hasta una mesa apartada, sólo deseas alejarte de los parroquianos que beben alegremente. Cuando se acerca el tabernero tus manos, por simple instinto, buscan el calor de la empuñadura, pero no desenvainas. Tienes que trabajar y aún no es el momento de empezar.
Sólo una cosa te ronda por la cabeza, un nombre: Thomas. Acompañado por una descripción y el pago, es sencillo, cinco mil ahora y otros cinco mil cuando el trabajo esté terminado. Evitas pensar en ese nombre, pero no puedes, sólo es un nombre, no sabes si es un buen hombre o un loco, podría ser un santo o el mismo diablo, tal vez no lo merezca.
Has firmado, no en vano te dedicas a esto. Diez mil es suficiente para descansar una temporada, y Thomas es sólo un nombre.
La bebida te da calor, te ayuda a olvidarlo, sin embargo ya sabes que no podrás, y cuando recibas el resto del dinero te sentirás más vil.
Tus ojos se pierden en los de una muchacha, una chiquilla de hermosa sonrisa que te mira. Esquivas esos ojos, aunque siempre has sido atractivo, no puedes perder el tiempo. Mientras el nombre gira en tu mente.
De un trago acabas con la bebida y deseas marcharte, te pone nervioso permanecer allí, vigilado por la muchacha y sus inocentes ojos, parecen juzgarte, como si Thomas pudiese ser su padre.
“Ni mujeres ni niños”, piensas en la premisa por la que has regido tu vida, la condición que siempre has puesto. Sólo cumples con tu trabajo, nada más.
Sales a toda velocidad y tomas aire como si nunca lo hubieses hecho, esas bocanadas te devuelven la frialdad, de nuevo eres tú. Dejas de oír voces, sólo la de tu propia mente que repite el maldito nombre hasta la saciedad.
Cubres tu rostro con la capucha, ahora ya eres una sombra, nadie te volverá a ver el rostro por allí, y al amanecer todos pensarán que el extraño forastero tuvo la culpa, pero no piensas volver.
Cualquier novato habría saltado al tejado para ir sin ser visto, pero eres un experto, y recorres las calles embarradas como si lo hubieses hecho durante cada día de tu existencia, cuidando de no pisar las huellas enlodadas de los carros, porque no debes delatar tu presencia.
Desapareces como si no hubiese estado jamás por allí, perdiéndote entre las callejuelas más oscuras. Una lámpara de aceite ilumina una ventana, es lo que buscas, la casa cuadra con las señas que te han dado, sólo debes esperar para encontrarte a Thomas. Lentamente ese nombre adquiere vida, un alma, huesos y mucha sangre, con cada paso Thomas es tan real que incluso empiezas a temerle.
Todo está en silencio cuando alcanzas el muro, parece una buena casa, Thomas no es pobre, sin embargo no eres un vulgar ladrón, tú tienes cierta dignidad. Oyes pasos y con la agilidad de un gato te zambulles en las sombras, viendo cómo una patrulla cruza por delante de ti. Tu mano sujeta la empuñadura de la espada, no actúas, sólo esperas a que desaparezcan al final de la calle, y sus voces se pierden.
Compruebas que no hay nadie y trepas hasta la ventana contigua a la que está iluminada, está cerca, sólo tienes que aprovechar la fuerza de tus brazos en un corto tramo. Sabes que al otro lado no hallarás un simple nombre. Será Thomas, y probablemente tendrá familia, gente que le llore. Pero debes hacerlo y cuando alcanzas la ventana te quitas las botas. No puedes dejar tus huellas embarradas por toda la casa, eso no es profesional.
Entras en una pequeña sala, un par de muebles es todo lo que tienen allí, pero sabes que alguien respira y no tardas en descubrir una cama con un crío. Duerme sin notar tu presencia, sin saber que en tu mente vuelve a surgir una idea: Thomas ahora también es padre.
Eres más silencioso que cualquier felino, el crío duerme mientras abres lentamente la puerta y cruzas a una sala. Hay una ventana y una lámpara de aceite ilumina la estancia, puedes ver dos personas que charlan tranquilamente: Una mujer de larga cabellera rubia, joven aún, y un hombre de aspecto pulcro que bebe sin dejar de hablar con la mujer.
Esperas, mientras observas el escaso mobiliario de la sala, apenas la mesa y un par de bancos, un estante con algunos libros y objetos que no logran llamar tu atención.
Escuchas el llanto del crío y la mujer se levanta, tienes poco tiempo para ocultarte porque irá en tu dirección, como si fueses un fantasma entras a la habitación en la que llora el niño, está a oscuras y te refugias tras la puerta.
Oyes los pasos de la mujer, se acerca lentamente y por fin cruza la puerta, no la miras más cuando te da la espalda y sales de allí como la sombra que eres. Escuchas su voz mientras intenta dormir al niño.
Avanzas descalzo, Thomas no mira en tu dirección, nunca mira nadie porque no eres más que un fantasma para ellos. Te colocas a su espalda con sorprendente facilidad, sigues oyendo a la mujer y mientras sigas escuchando su voz, estás fuera de peligro.
Con un veloz movimiento cubres la boca del hombre con tu mano y en tu otra mano aparece un cuchillo de hoja curva, cuya cuchilla posas sobre el cuello del desgraciado.
Tiembla, intenta luchar pero no es lo bastante fuerte, le dominas ampliamente y acercas tus labios a sus oídos, seguro de que la mujer está ocupada.
-Sólo voy a hacerte una pregunta, necesito saber tu nombre –dijo en un susurro-, dime como te llamas pero no alertes a tu esposa, porque entonces tendré que mataros.
Apartas la mano de su boca y sientes su terror, sabe lo que sucederá a continuación, pero a ti no te importa. Sabes que es Thomas y jamás matarías a esa mujer. El desgraciado desea gritar, siente lo que sucederá a continuación y percibes cómo suda, los latidos de su corazón son tan fuertes que temes que le mate, pero con un timbre extraño, responde:
-Thomas Vheck, señor.
Le cubres la boca con los dedos y sientes que la voz del niño se ahoga lentamente en la habitación, tienes poco tiempo.
La hoja del cuchillo se desliza poco a poco por su cuello, abriendo la piel. Sientes la sangre entre tus dedos, caliente y pegajosa, sujetas fuerte el convulso cuerpo, evitando que emita sonido alguno, y cuando se detiene le dejas, casi con mimo, con la cabeza apoyada en la mesa. La mujer ya no se oye, y tú sabes que regresa. Sientes por un momento lástima, es joven y hermosa, una pena que tenga que encontrarse con tal espectáculo ahora.
Thomas ahora es un hombre muerto, la sangre gotea desde la mesa formando un pequeño charco en el suelo, tus dedos te molestan, el tacto y el olor de la sangre es algo que no te gusta. Pero tienes prisa y sales por la ventana. Te descuelgas y la corta caída te lleva hasta el suelo. No hay peligro cuando guardas el cuchillo, oyes un escalofriante grito en medio de la oscuridad y corres, saltando a un tejado, porque ahora sí que es mejor ir rápido y sin encontrarse con nadie.
De nuevo piensas en Thomas, que ya no es un nombre junto a una descripción, Thomas es ahora un cadáver, con una viuda y un hijo huérfano. Cuando te detienes te sientes miserable, envidias a Thomas porque, aunque esté muerto, tiene quien le llore. Tú sin embargo eres sólo un asesino, sin nadie a quien amar. No sabes si merece o no la pena, sólo es un negocio. Te desvaneces como la sombra que eres, con una sola idea en tu cabeza:
“Es sencillo, cinco mil ahora y cinco mil cuando el trabajo esté terminado”.



Juan Jesús Hernández Gómez

6 comentarios:

  1. Vaya, qué gusto verlo así XD. A veces pienso que debí currarlo más, pero bueno, no estaba para eso XD.
    Un saludo, Beren

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  2. Beren, solo decirte gracias por este rinconcito, alcoyano generation. Este es unos de mis rincones preferidos de net.
    Ithur ya sabes lo que pienso, pero cada día que pasa me sorprendes más. Mi preferida sigue siendo la del galeón, pero esta historia es más inquietante.
    Para quien no lo sabe, soy Betali.

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  3. Os recomiendo que visitéis la web goodnberg (buscarla en google), creo que todos los que nos gusta escribir podremos encontrar esta iniciativa cuanto menos que innovadora e interesante. Lungarno

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  4. Hola J.J.
    Un honor que pases por aquí, mi fiel compañero. Aunque con retoques que tú mismo sabes, es un buen relato que merece la pena leerse. Por lo menos lo es para mí, por supuesto.
    Un saludete

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  5. Silvia, me alegra mucho que te animes a escribir por aquí. Y muchas gracias, que se me suben los colores...

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  6. Bienvenido a esta humilde morada, Israel. Espero que repitas visitas otras veces. Ya sabes que todo escritor/ aprendiz de escritor o simplemente lector tiene un hueco en este blog.
    Y tomo nota de la página que comentas, faltaría más.

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