"El mundo no se hizo en el tiempo, sino con el tiempo"

San Agustín

domingo, 12 de junio de 2011

Los Caballeros de la Mesa Camilla (Primera parte)


Os presento aquí la primera parte de un relato con un toque digno de los Monthy Python. Cuando lo leí caí en sus garras, al igual que muchos otros hicieron.
Su autor es Rafael Homar y el humor absurdo cautiva y nos envuelve a la vez en un relato medieval muy bien escrito, por otra parte.
Para empezar estos calores de verano que se nos avecinan. Que os refresquéis.

Los Caballeros de la Mesa Camilla (Parte I)

En el periodo más oscuro, pobre y macilento de la Edad Media, en la llanura central de Catapof, se forjó una leyenda. Una persona, un guerrero, un líder sobresaliente aclamado por la gente llegó a acaparar toda conversación más allá de las fronteras del reino.

Quien hubiera tenido oportunidad de conocer a Igner de La Cloaca no dudaría en calificar su aspecto de imponente. En sus facciones se percibía el carácter impetuoso y expeditivo de una persona temeraria. Su trato era afable y muy dado al contacto físico, algo no muy bien visto en la corte, abrazando con efusión y dando notables manotazos, sino agarrando por el cuello, a sus recién conocidos.

Cierto es que la maledicencia pueblerina difundía falsedades por puro anhelo de hacer burla y reír. Decían las gentes que su aliento era mortal, y que no era de pasión que las doncellas se desmallaban en su presencia. Se rumoreaba que nunca en la vida se había pasado por agua, que le crecían setas en el sobaco y que una lagartija vivía entre sus nalgas, alimentándose de los bichos que poblaban su cuerpo. Se contaba también que una vez mató a un contrincante de un escupitajo en un ojo.
En combate a toda ultranza con el Marqués del Rabanito, en las justas organizadas para los esponsales del príncipe heredero, Peponio II, hijo de Clotildo IV, Igner de La Cloaca, tras acumular una notable cantidad de mucosidad en la boca, lanzó una generoso gapo a la cara de su oponente, que no es cierto que murió, aunque sí que tuvieron que extraerle el ojo, pues comenzó a hincharse de forma alarmante. El pobre Marqués gritaba que por favor se lo sacasen que no podía soportar más el dolor.
Igner de la Cloaca fue elegido campeón del torneo y se le hicieron los honores frente al Rey, que posteriormente lo hizo venir a su presencia para decirle:

—Por la virtud, inusitada en mortal, que en ti tengo conocida y admirado por las gestas de perpetuo recuerdo que ensalzan el honor y renombre de tu persona y familia, me complace someter mis esperanzas de recuperación al buen termino de la misión que solo puede ser encomendada al más sagaz. Gustaría te fuera grato atender la voluntad de tu rey y estar dispuesto a enfrentarte al reto que habrá de aumentar la gloria de tu virtud y la fe cristiana.

—Disculpad, Majestad, pero no sé bien qué me quiere decir —dijo Igner de La Cloaca, que acompañó su genuflexión con un pavoroso estruendo totalmente involuntario que aromatizó la estancia con una peste insoportable.

Se acercó entonces el cardenal Peperoni Boñigui, emisario de la Santa Sede y consejero del Rey, y frente a Igner, que se hurgaba la nariz, dijo:

—Hijo, tu misión es la de conseguir de un curandero el remedio a la enfermedad del Rey. En algún lugar de las montañas se esconde, es huraño y reservado, pero ya tiene conocimiento de la enfermedad y de su cura.

“Unos años atrás, sufriendo Nuestra Majestad los primeros síntomas de un deshinchado anormal de la nalga izquierda, y comprobando cada mañana al despertar el avance de la enfermedad, con una comitiva se adentró en el bosque en busca de un curandero del que había oído hablar, pues ningún médico de la corte dio remedio efectivo a este mal. Unas dolorosas inyecciones de grasa de burro mitigaban el aspecto, pero no la atrofia provocada por la perdida de masa muscular.

“En un claro del bosque se les apareció el curandero con un remedio de su invención, pues sabía de la visita del Rey y el motivo de ésta. Rápidamente fue apresado y desde entones, en una de las celdas de palacio, ha sido obligado a fabricar la pócima. Hace tres días que se ha escapado y el Rey vuelve a manifestar los síntomas de su dolencia.”
Para mayor constatación y espanto el rey hizo oportuna muestra de su afección, inclinándose y levantando su capa con majestuoso gesto.

—Súbdito desleal, ya le enseñaré la sumisión que le debe a su señor —gritó Igner desenvainando la espada y haciendo unos aspavientos que asustaron notablemente al cardenal, que vio pasar el filo de la espada muy cerca de su barriga—. Por mis huevos que le haré pagar bien cara esta villanía. Se lo traeré a trocitos metido en una cesta.

—Disculpa, pero no es ésta la idea. Debes traerlo vivo para que pueda seguir preparando la poción.

—Entiendo. Me llevaré la porra.

—Recuerda, nadie debe saber nada. Recurrir a los servicios de un curandero es herejía y pondrías al Rey y a mí en una situación delicada.

Aquella noche, en la cabaña de Igner de La Cloaca, se reunieron con él dos grandes guerreros con sangre de noble estirpe, que tras la estela de su sin igual resplandor formaron la fulgurante constelación que desde entonces guía los designios del espíritu humano. La incandescencia de unas brasas templaron las pantorrillas de quienes crearon el vínculo de lealtad que con el tiempo se daría a llamar “Los caballeros de la mesa camilla”. No tan conocidos como sus coetáneos “Los caballeros de la mesa redonda” fueron también ejemplo inspirador y muy admirados entre las gentes de la época


Rafael Homar

http://rafaelhomar.blogspot.com/

4 comentarios:

  1. Es muy bueno, y como fan de los monthy no puedo perderme este tipo de cosas x´D

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  2. Hola Berem, este cuento lo leí en Prosófagos, y me gustó entonces y me gusta ahora. Rafael Homar es uno de los pocos escritores que sabe contar una historia surrealista que parece realista, ja, ja, las descripciones de sus personajes son únicas, tiene una novela que es una delicia y la postea en su blog, es un chico con mucho talento.

    Espero y ojalá así sea, logre su sueño de publicar, se lo merece más que muchos.

    Besos!
    Blanca

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  3. Hola J.J!
    Ya sabía yo que te interesaría, como buen fan Monthipiano (o como se diga).
    Me alegra "verte" de nuevo por aquí.

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  4. ¡Hola Blanca!
    Ya sabía yo que lo habías leído, porque dejaste un comentario, ya me acuerdo. Yo no había leído nada más de este hombre, pero veo que escribe humor y muy bien, que es algo que no suelo encontrarme muy a menudo. Ya tiene un nuevo fan si va por este camino.
    Gracias de nuevo por pasarte.

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