En estos
momentos convulsos a veces se vuelve la vista a otros tiempos para buscar
respuestas, aunque no se obtienen más que otras preguntas.
Hace poco
visité el parque donde se encuentra la
casa que Federico García Lorca tenía en Granada. Solo la vi por fuera, pero me
dio por saber más sobre los últimos instantes de este genial escritor. Me
embarga entonces la tristeza porque vuelvo a encontrar lo mismo: ignorancia,
fanatismo, venganzas personales y envidia, mucha envidia. Lo hallo esto no en
su persona, por supuesto, sino en los motivos que supuestamente acabaron con su
vida. Fue otra crónica de otra muerte más que anunciada. Queriendo el autor huir
de la tensión política que se mascaba cada vez más en Madrid, al encerrarse en
la campiña granadina no consiguió sino facilitar el trabajo a los ruines y
mezquinos, siempre abundantes en este mundo, para quitarlo de en medio del modo
menos llamativo. Y lo quitaron, sin duda, aunque el hecho tuvo más notoriedad
de lo que pensaban.
Se dice que H.G. Wells, el
escritor de “La guerra de los mundos” y “La máquina del tiempo”, entre otros
libros, envió una carta al Coronel Gobernador de Granada, un tal Espinosa,
pidiéndole nuevas de “su distinguido
colega Federico García Lorca, decía en la misiva, y apreciará grandemente la cortesía de una respuesta” Carta
enviada tiempo después de que Lorca
hubiese desaparecido. El mundo se temía lo peor. La respuesta fue la siguiente:
“Ignoro lugar hállase D. Federico García
Lorca”. Fdo: Coronel Espinosa.
Circunstancias nunca esclarecidas
(ni lo estarán), además de uno de los errores que más pesó al gobierno
franquista y que trató por todos los medios de desviar la atención y buscar
culpables (se llegó a acusar a Lorca de ser
espía soviético entre otras cosas). Sin duda el desconocimiento e ignorancia
del alcance y envergadura que ya gozaba el genial poeta en el mundo entero
evitaron que su asesinato quedase oculto y difuminado en medio de la naciente
guerra. Un error que, repito, desprestigió durante mucho tiempo al Gobierno que
comenzaría su andadura tras la Guerra Civil.
Federico se definía católico,
anarquista, comunista, libertario, etc, etc. No militó en ningún partido ni se
distanció de amigos por sus convicciones políticas. De hecho él mismo hablaba
de su amistad con José Primo de Rivera, fundador de la Falange Española, y de
sus encuentros con él “juntos en un taxi
porque ni a él le conviene que le vean conmigo, comentaba, ni a mí que me vean con él”.
Repito: me embarga la tristeza al
recordar estos hechos horribles, esta injusticia contra una persona que solo
quería vivir con sinceridad, sin ocultar tampoco su homosexualidad en un tiempo
donde esto era lo primero que se escondía. Pesadumbre porque me da la impresión
de que no se ha avanzado nada, de que la intolerancia sigue presente y de que
las rencillas personales continúan moviendo y manipulando los tejidos
políticos, resaltando mezquindades por
intereses partidistas y machacando genialidades por idénticos motivos.
Quizás no fue lo mejor que pude
hacer aquella tarde de paseo por la Huerta de San Vicente. Desde luego la
crisis sempiterna que nos rodea no se me olvidó ni mucho menos en esos
momentos. Me llevó a pensar, eso sí, en
lo injusto y a rebuscar en el pasado para hallar lo mismo del presente.
Concluyo ahora con unas frases
que Lorca dejó para la historia en la última entrevista que realizó antes de su
muerte. Su sencillez resulta magistral. Ojalá las tuviesen más presentes
aquellos fanáticos y extremistas que hoy en día pululan, parecidos todos a los
que llevaron a la tumba al autor de “Poeta en Nueva York”:
“Yo soy español integral y me sería imposible vivir fuera de mis
límites geográficos; pero odio al que es español por ser español nada más, yo
soy hermano de todos y execro al hombre que se sacrifica por una idea
nacionalista, abstracta, por el sólo hecho de que ama a su patria con una venda
en los ojos. El chino bueno está más cerca de mí que el español malo. Canto a
España y la siento hasta la médula, pero antes que esto soy hombre del mundo y
hermano de todos. Desde luego no creo en la frontera política”
F.G. Lorca. Para el periódico “El Sol”, año 1936.
Este artículo es tan impactante que después de leerlo y tras unos leves movimientos verticales de cabeza, no salen los comentarios, porque no tiene comentarios o palabras lo que hicieron.
ResponderEliminarUn sector de éste país odiaba y odia la cultura, el saber, el que alguien sea mejor, más listo o con más cultura. Ellos son los más ricos, los más altos y los más guapos.
Pero el otro sector no se queda atrás. Ya lo dijo el poeta: "Españolito, te guarde Dios, una de las dos Españas ha de helarte el corazón"
Me encontraba en el ocaso del día cuando paseaba por el lugar. Una casa sencilla, en un lugar mágico pero triste. Cuando indagué no pude resistirme a realizar esta entrada. Demasiadas similitudes encontré para dejarlo pasar, aunque se me encogiera el ánimo.
EliminarMuchas gracias otra vez, Jesús