"El mundo no se hizo en el tiempo, sino con el tiempo"

San Agustín

domingo, 15 de septiembre de 2013

Un romano, un viaje...y Bárcenas




El cuerpo se hallaba a las puertas de la cueva. El soldado romano se alejó de la cohorte, abajo en el valle. Su odiada misión de vigilancia parecía que no iba a ser aburrida ese día. Miró las extrañas vestiduras antes de acercarse con su afilada hasta. Nunca antes había visto estas ropas. Lo íberos no vestían así que él supiese…o lo mismo los habitantes del lugar al que se aproximaban sí…
El cuerpo se hallaba quemado en su mayor parte, y a su lado descansaba un zurrón también especial. Todo era raro y curioso en los restos de aquel hombre.
Entonces lo vio. Atisbó un artefacto que brillaba todavía agarrado entre los dedos del fallecido. Una luz intermitente, azulada. Dudó una vez más, pues el campamento iniciaría su andadura en no mucho tiempo. Dudó si comunicar el encuentro antes o acercarse e indagar. ¿Qué podía pasar? Estaba muerto, ¿no? Y bien quemado, además.
Arrimó su hasta hacia el cadáver, y lo tocó asegurándose de que no había ningún signo de vida. Le separó los chamuscados dedos y tomó el objeto, que empezó a brillar más rápidamente, pero no lo soltó. Abrió la palma aunque alejó su propia mano. Desprendía un agradable calor y el color comenzó a cambiar hasta tornarse amarillo intenso. Entonces sintió miedo y giró la cara hacia sus lejanos compañeros, allá abajo.
Fue a gritar pero no le dio tiempo. Algo le impulsó hacia la cueva y desapareció al instante.

Comienzos del XXI. Año 2008

—El Viaje fue un fracaso, señor— comunicó el científico a su superior— Jaime debió de morir abrasado en algún instante del pasado. Perdimos el contacto en cuanto se convirtió en una bola de fuego. Calculamos mal la subida de calor y la trayectoria. Debemos tener en cuenta, además, la proximidad de aviones en las cercanías de esta instalación. Al “emitir” al sujeto al pasado se produce en verdad un lanzamiento inicial, como si fuese una catapulta, aunque sea invisible. Supongo que la estela de aquel avión comercial fue lo que provocó los fallos en la transmisión y en las ondas electromagnéticas, y que consecuentemente ardiese.
—Bien, Rodríguez, entiendo de qué me habla. Y creo que tenemos un problema. Le voy a decir una cosa: cabe la remota posibilidad de que Jaime no muriese ya que, si bien comprendí, se intentó traer de vuelta al viajero y no lo lograron. O, al menos, así lo pensábamos.

Le mostró entonces la portada del periódico del día. Un accidente de avión originado por la explosión en una de sus alas había provocado la muerte de todos sus ocupantes. Se trataba del Jet privado del tesorero del gobierno que se dirigía hacia Suiza: su nombre, Luis Bárcenas.

—Señor, si eso es lo que creo que es, hemos cambiado el futuro…

2 comentarios:

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    Un saludo, Jayja

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  2. ¡Un saludo, Janett! Le echaré un vistazo.

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