"El mundo no se hizo en el tiempo, sino con el tiempo"

San Agustín

viernes, 5 de agosto de 2011

El Amazonas , el gran herido (II): el nacimiento de los mitos


EL NACIMIENTO DE LOS MITOS


El primer descanso del Amazonas ha concluido.
Como se cuenta en el capítulo anterior, Francisco de Orellana lo realizó en 1542, desde los Andes hasta su desembocadura, en ocho meses. Pero había algo increíble en el relato que contó a su vuelta a España: su encuentro y combate con unas mujeres guerreras, las Amazonas. Nadie le creyó, como es natural, aunque sí logró renacer el antiguo mito de estas feroces guerreras griegas, y con él se puso en marcha la imaginación de todos los que se sentían atraídos por el misterio de la América equinoccial.
¿Había algo de verdad en esta historia? Orellana y los que le acompañaban así lo creían, pues según ellos las habían sufrido en las propias carnes en el transcurso de un combate. Que quede ahí, entonces.
Dejemos por elmomento a estas mujeres y vayamos a otros de los mitos que aparecieron por aquel entonces: el mito de El Dorado. La leyenda asegura que existía un lago, el Parimé, de enormes proporciones, en cuyas orillas se alzaba una ciudad de piedra sin igual en el mundo, llamada Manoa. Esta era la rica capital donde residía El Dorado, un rey que se sumergía en dichas aguas tras ser cubierto de polvo de oro. Entre varios de los que supuestamente vivieron en en esa ciudad, se hallaba un tal Martínez. Habitó allí siete meses:
No le era permitido salir de la ciudad ni ir a parte alguna sin escolta y sin llevar los ojos cubiertos. Al cabo de siete meses se le dejó en libertad con un buen cargamento de oro, aunque los indios de las fronteras le robaron todo excepto dos botellas llenas del dorado elemento porque creyeron que era la bebida de Martínez. Este llamó a la ciudad El Dorado a causa de la cantidad de oro que allí vio. Su ídolos eran de oro macizo, e incluso sus armas.”
Al menos eso es lo que Sir Walter Raleigh, noble y corsario inglés del siglo XVI, afirmaba haber leído en los documentos del gobernador de Trinidad, al que había hecho prisionero. Además, según él, el reino de las Amazonas debía encontrarse cerca de Manoa. Con esto las dos leyendas se fundieron en un doble mito, y numerosos aventureros corrieron en busca de los fabulosos tesoros que se decía que hallarían, como el propio Raleigh, quien creyó tanto en la veracidad de la leyenda que abandonó todas sus posesiones (que no eran pocas) para ir en su busca.
“Las Amazonas entregan a los hombres que van a visitarlas cada año los hijos varones que han parido en el intervalo, si es que no los han matado, y para agradecerles la hembras que se guardan para perpetuar la raza, les regalan unas piedras verdes que sólo encuentran en su territorio. Cada una de ellas promete un caudal de oro y plata, y algunas no tienen rival bajo el sol.”
Las maravillas continuaban fluyendo, presentando como un Paraíso terrenal lo que después sería el Infierno Verde. Pero al pobre Raleigh se le murió aquella que más le apoyaba en sus empresas, la reina Isabel I de Inglaterra y, tras volver de su segundo viaje sin traer un duro de tan increíbles tesoros, no hubo ninguna compasión y su cabeza rodó bajo el verdugo allá en Londres, el lugar que lo vio partir.
El 1560 se organizó una expedición al mando del general español Pedro de Ursúa con el fin de encontrar la ciudad de El Dorado. Apenas llegó al Amazonas, un desconocido suboficial llamado Lope de Aguirre se sublevó, ejecutó al general y se proclamó no solo jefe del ejército, sino también rey de la Amazonia. La aventura de Aguirre le llevó a descubrir, sin saberlo, y más de un siglo antes que los científicos, el canal natural que une el Orinoco con el río Negro. Pero nada más. Después de apoderarse de la isla Margarita fue derrotado por las tropas del rey en Venezuela y, por supuesto, condenado a muerte.
¡Cuántas cabezas cayeron, una tras otra, con los primeros sueños que engendró la Amazonia! Cabezas de héroes, cabezas de bandidos. ¿Qué tenían en común todos estos hombres, además de la codicia, sino un anhelo incombustible por lo sobrenatural, por lo mágico? Y además, ¿no había nada de cierto en todo esto? ¿se trataba de simples embustes?.
Para finalizar de alguna manera, expondré a modo de ejemplo lo único que se sabe con certeza de la historia de El Dorado: existió un reyezuelo, el supuesto El Dorado, que vivía en la cordillera de los Andes, en Colombia, y que se bañaba en un lago de montaña, el Guatavitá, cerca de Bogotá. Allí se sumergía ritualmente, rodeado de ofrendas de vasos y joyas como homenaje al Sol. Pero justo antes de la llegada de los españoles a América dicho rey fue destronado. Así son las cosas.

Estos y otros mitos rigieron por un tiempo la vida del Amazonas, aunque poco a poco se volvió la vista hacia este lugar con otros ojos, cuando los científicos comenzaron a aparecer y participar masivamente en esta nuestra historia.

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