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San Agustín
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sábado, 20 de agosto de 2011
El Amazonas (III): El Siglo de las Luces
" Con un entusiasmo capaz de superar todos los obstáculos, escalaron los Andes, descendieron por sombríos y misteriosos ríos, atravesaron desiertos y, a fuerza de luchar, se abrieron camino entre la maraña inextricable de junglas estrelladas de insectos fosforescentes.
De este modo, América fue explorada, codificada, y se dio a conocer a través de una literatura que arrancó por fin al continente del dominio de la fantasía".
Victor Wolfgang von Hagen
El Dorado y las Amazonas rigieron un tiempo el gran río, acompañados de otros mitos y fantasías que renacían como la espuma en la mente de los europeos. Walter Raleigh, Lope de Aguirre o el mismo Gonzalo Pizarro sucumbieron por su causa, al igual que otros muchos aventureros harían, buscando siempre lo desconocido. ¿ Eran todo invenciones?. El futuro iría colocando las cosas en su lugar, o al menos muchas.
Casi un siglo después del descubrimiento de Orellana (1639) se organizó otra expedición, esta vez desde territorio portugués, en Belem. Su fin era remontar el Amazonas y llegar hasta Quito, en Perú. Una vez alcanzó su objetivo se propuso regresar, esta vez tomando datos sobre el viaje a través de un jesuita español, el padre Acuñá.
De este modo se escribe el segundo relato del inmenso río, en el que ya se comienzan a observar matices de la cercanía del Siglo de las Luces. Las descripciones se hacen ahora exhaustivas, sobre todo en cuanto a las especies animales y vegetales encontradas, así como las plantas que los indios cultivan y sus herramientas y usos en materia de pesca y caza.
Esto no impide que, pocas páginas más adelante del gran relato que escribiese este concienzudo observador, se informase de la existencia de unos gigantes de altura entre diez y dieciséis palmos (más de tres metros), y de enanos " no más grandes que tiernos bebés", además de:
" ...gentes que tienen los pies al revés, de modo tal que, al querer aproximarse a ellos siguiendo sus huellas, no se logra sino, por el contrario, alejarse de ellos".
Respecto a "las Amazonas", este jesuita defiende desde el primer capítulo su existencia, argumentando que se habla de ellas en todas partes (aunque en este viaje no encuentren ni rastro).
Sin embargo, a pesar de las maravillas de las que habla Acuñá, España se dejará arrebatar estos inmensos territorios por su vecino Portugal, aunque una "pequeña" parte de la Amazonia seguirá siendo hispana.
A mediados del siglo XVIII Charles Maríe de La Condamine realiza un viaje con el propósito de medir un grado del meridiano del Ecuador, debido a una controversia que lo enfrentaba con Newton. Botánicos y astrónomos, así como los más prestigiosos sabios franceses de su siglo lo acompañan. Una vez cumplida su misión en Quito, decide emprender el descenso del Amazonas. Serán entonces los franceses los que aporten finalmente más datos "verídicos" sobre el río, cambiando en parte el concepto que hasta ese momento se tenía aunque sin romper tajantemente el sueño y la realidad, sino mezclando ambos.
Según La Condamine y respecto a las Amazonas, todo induce a pensar que "tras una migración de sur a norte, las mujeres guerreras pudieran haberse instalado en el centro de la Guayana". Pero Alexander von Humboldt, otro prestigioso científico estudioso del Amazonas, va más lejos y supone que " algunas mujeres, desde distintas partes de América, se unen hartas de la esclavitud a que las tienen sometidas los hombres".
Tanto La Condamine como Humboldt saben que no tienen suficientes pruebas para zanjar la cuestión de la existencia de "repúblicas de mujeres" en el Nuevo Mundo. Y sin embargo, la leyenda se va minando de un modo u otro. Así, en 1756, el capitán de fragata Solano, enviado por el rey de España, menciona a las mujeres de los Guipuinavi, que acompañaban a sus maridos a la guerra, mostrándose muy bravas y valientes. Esto es lo que dice, para terminar con el asunto de las mujeres guerreras:
"Debemos pensar que estas mujeres u otras semejantes, son las Amazonas de Orellana, aquellas que se veían en medio de los hombres, ya que desde el alto Orinoco hasta el Amazonas, las mujeres participaban en los combates en aquel entonces, igual que hoy."
La ciencia comienza a abrirse paso, a trompicones a veces, en el mundo del Gran Río. Después de la "desaparición" de Las Amazonas lo empiezan a hacer otros mitos, como Manoa, la ciudad de El Dorado, o el lago Parimé, este último considerado como la mayor invención de los geógrafos de todos los tiempos. Dicho lago se suponía más extenso incluso que el mar Caspio(tan enorme que uno se pregunta cómo era posible que no lo viera nadie) y permaneció en todos los mapas de la zona hasta este siglo XVIII. Tiempo después se transformaría en la Sierra Parima, una de las más inexploradas regiones de la Amazonia. Porque los ríos y montañas van encontrando, poco a poco, su lugar verdadero; geómetras y agrimensores empiezan a trazar fronteras que atraviesan tierras aún sin explorar, y por fin se van aclarando diversas dudas que venían de antaño y que hasta entonces se encontraban en completa oscuridad.
A Humboldt, anteriormente nombrado, se le atribuye la gloria del descubrimiento del canal que comunica el Orinoco con el Amazonas, llamado Casiquiare, ya que el propio científico lo remontó personalmente en 1800. Como nota recordemos que el verdadero descubridor fue el rebelde Lope de Aguirre, allá por el siglo XVI, aunque de pura casualidad, eso sí.
La noticia de este descubrimiento tiene su importancia, ya que la ruta del Casiquiare desempeñará un papel transcendental en el rápido desarrollo que va a producirse en la Amazonia, debido en parte a la naciente revolución industrial. Cientos de eruditos se acercan ahora a las orillas del inmenso río para estudiarlo, animados por una inflamada curiosidad europea. Nos encontramos ya en el siglo XIX, época en que las exploraciones están a la orden del día. Estos sabios son, como es natural, los fundadores de la etnografía amazónica. Sus relatos de viajes son hoy indispensables para conocer los hábitos y costumbres propias de gentes y pueblos que actualmente, o están culturizados o, sencillamente, no existen.
Por el momento, la llegada de estos estudiosos detiene de algún modo algo que llevaba sucediendo desde el descubrimiento de América: la matanza de indios. O, al menos, lo aminora por un tiempo. Porque, como La Condamine ya señalaba en sus escritos:
"Los indios van despoblando las orillas de los ríos tan pronto como ven a los europeos, retirándose al interior de la selva fuera de su alcance, no siempre provechoso para ellos".
Además, entre los numerosos descubrimientos que van a sucederse, se produce uno que destaca sobre los demás en cuanto a su valía; pero también en cuanto a lo poco inofensivo que es para los propios indígenas de la época y que, para su desgracia, proporcionará al Amazonas el resurgir de su leyenda: el caucho.
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Esta serie de artículos relacionados con la Amazonía, son muy interesantes, Javier, ¿vas a proseguir?
ResponderEliminarEstoy segura de que muchos de los que vivimos por aquí ni nos hemos enterado de tanta historia.
Gracias por compratirlo!
Besos,
Blanca
Bueno, pues al menos alguien lo comenta...:)
ResponderEliminarLos publiqué en una revista literaria local hace unos añitos (ya desapareció, snif), y me dije que podía colgarlos para compartir lo que aprendí en su día. Me parece bastante interesante y curioso, al menos.
Quedan dos artículos, Blanca.
Muchas gracias por estar ahí siempre