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"El mundo no se hizo en el tiempo, sino con el tiempo"
San Agustín
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miércoles, 26 de junio de 2013
La leyenda del bosque que nunca existió-(un fragmento)
El mismo día en que el mago cambió sus cachivaches a su nuevo hogar, decidió realizar una de sus largas caminatas junto al pequeño Dámerfel. En cierto momento, el chico se alejó demasiado y acabó descubriendo unas ruinas, una especie de pueblo abandonado del que no había tenido noticias por lo escondido del lugar, aunque no por lo lejano, que no lo estaba. Se trataba de restos de procedencia romana, sin duda. Una de las casas parecía, sin embargo, estar más en pie que las demás. Incluso hallaron un antiguo camastro y varios restos de zurrones que se les deshicieron entre los dedos. Excepto uno que contenía varias bellotas.
Mientras Dédalo deambulaba por el sector, el crío se alejó correteando, ya aburrido, y cayó sin peligro por un terraplén hasta la entrada de una cueva. Una antigua mina abandonada. Cuando el mago se acercó poco después, encendió una antorcha que portaba y descubrió multitud de túneles que se bifurcaban en todas direcciones. Salió por temor a perderse, además de que su interés por las cavernas era mínimo. Sin embargo, antes de alejarse captó algo que solo la magia que llevaba consigo podía anunciarle. Un sentimiento casi imperceptible, algo que había aprendido muchos años antes, en una congregación de brujos allá por los Pirineos. Su mente voló rápida, aunque no logró recordarlo. Sí evocó, de todas formas, cómo había escapado de ellos tras tacharle de renegado por oponerse a aceptar unas prácticas necrománticas.
Esbozó una sonrisa y miró a Dámerfel, quien le observaba de manera atenta. Meneó la cabeza acariciándole el cabello.
—Qué tiempos aquellos, Dam.
Durante el viaje de regreso, el niño le recitó de memoria algunos encantamientos que había aprendido, en latín la mayoría. Gozaba de una retentiva prodigiosa, se decía Dédalo.
—Maestro —dijo al rato—, me he fijado en que nunca me enseñas el libro negro que guardas en el bolsillo.
El otro sonrió al oírse llamar de ese modo.
—Te mostré algunos hechizos de él, ¿no lo recuerdas, Dam? El que hice del agua lo escogí de estos.
—Pero yo los puedo aprender también. Sé que son poderosos y sé que puedo aprenderlos.
Dédalo sonrió, aunque en su interior se encontraba inquieto. Aceleró el paso.
—Todo llegará, no te preocupes.
"La leyenda del bosque que nunca existió"- Javier G. Valverde
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