Para quien quiera conocer un poco más cómo escribe el señor Teo Palacios y por qué va arrasando con los pocos libros (todavía) en su haber. Un fragmento de su última novela de corte histórico que domina a la perfección.
(Por cierto, en poco más de tres meses va por la segunda edición...no quiero decir nada...)
La predicción del astrólogo (fragmento)
—Ah, hijo mío… Las rutas de las
caravanas no sólo llevan esclavos, oro y sal. También transportan noticias a
través del desierto. Por ejemplo, ¿has oído hablar de Sijilmasa?
Pensé durante unos momentos
mientras masticaba el cordero que, aunque sabroso, estaba un poco duro, y al
fin negué con la cabeza.
De nuevo me regaló aquella risa
franca y supe que había errado por completo, aunque era evidente que no se reía
de mí, y por tanto no pude tomarme a mal aquel estallido.
—No, no… Se trata de una ciudad.
Una ciudad preciosa y grande, justo al norte del Gran Desierto. Es desde allí
desde dónde salen las caravanas que se dirigen al sur, hacia Ghana, atravesando
el desierto, tomando la sal de las minas y regresando con los camellos cargados
de oro y cientos de esclavos. No he estado nunca allí, pero sí tengo un amigo
de hace muchos años que la visita con frecuencia. Vive en Fez y es comerciante
de cerámica.
—¿De cerámica? —La sola mención
de la palabra le había dado un giro completo a la conversación—. ¿Qué hace un
comerciante de cerámica en Fez?
—Pues comerciar, claro. Sijilmasa
tiene una industria cerámica de gran calidad. ¿Por qué? ¿Te interesa
convertirte en comerciante? —preguntó con su buen humor.
Negué con la cabeza mientras
tragaba un trozo de pan antes de contestar.
—Soy ceramista.
Continuó hablando durante un
rato, pero apenas pude prestarle atención, pues en mi mente comenzaba a
formarse una alocada idea. Dejé el plato sin tocar, se me había cerrado el
estómago, y en un momento concreto lo interrumpí.
—¿Podrías escribir una carta en
la que me recomendaras a ese amigo tuyo?
Al-Bacri me miró fijamente, los
ojillos hundidos se cerraron casi por completo, como si quisiera ver algo que
se encuentra a una enorme distancia. Al fin habló:
—Estás huyendo de algo.
—No… yo…
Mi voz debió sonar aguda y
alarmada, porque de inmediato alzó una mano y me detuvo.
—No me mal interpretes: un ladrón
o un bandido no llega a una ciudad como esta y lo primero que hace es sentarse
en una posada a comer mientras habla con un desconocido. Pero eso no es
impedimento para que huyas. Conozco muy bien a las personas, recuerda que hablo
con cientos. Con el tiempo, aprendes a leer en el corazón y los ojos de la
gente. Has llegado desde Silves sin saber muy bien por qué y qué buscas, y ante
la primera mención de poder continuar tu camino hacia un lugar aún más
recóndito y alejado, te lanzas a ella como el lobo hambriento al cabritillo. Y
eso sólo lo hace alguien que huye. Eres joven, y veo que el color prende en tu
rostro, y eso sólo puede querer decir una cosa: detrás de tu huida hay una
mujer. ¿Me equivoco?
Lo miré profundamente,
sorprendido por su sagacidad, pero no pude mentirle. Ahogando un suspiro afirmé
quedamente:
—llevas razón.
—Si lo deseas, te escribiré esa
carta. Pero, antes, deja que te diga algo. Tal vez ahora sientas que el mundo
no tiene sentido, que tu vida misma no tiene razón de ser, que todo se ha
perdido.
»Escúchame bien, Ibn Abdūn,
porque lo que voy a decirte es una verdad tan grande como las que dejó escritas
el profeta: cuando un hombre se enamora, su corazón se convierte en un odre de
agua fresca y pura que está deseando entregar a la mujer que ama, a aquella que
muestra su sed por pasar el tiempo junto a él. Si en algún momento ese
sentimiento deja de ser correspondido, el odre se rompe y pierde ese líquido
vivificante que es el amor. Es entonces cuando se produce el duelo y el dolor,
cuando sufrimos. Pero, poco a poco, nuestro odre se repara; mucho mejor de lo que
podría hacerlo cualquier ceramista. Y, sin que nos demos cuenta, comienza a
almacenar nuevamente el agua fresca y pura en su interior. Siempre tiene que
volver a llenarse por sí solo antes de poder derramarse en otra persona. Y tú
tal vez no me creas ahora, porque eres joven y estás sufriendo, pero esa es
otra de las grandezas de esa agua que nos da la vida, joven amigo: el amor
siempre duele, tanto cuando lo encuentras, como cuando lo pierdes.
No dijimos una palabra más aquel
día, pero, una semana más tarde, subía en una barca de pescadores que me
llevaría a la costa africana.
La Predicción del Astrólogo
Teo Palacios
PD: estos días en la Feria del Libro de Madrid, por si quieres conocerle. (días 7 y 8 de junio)
http://www.edicionesb.es/catalogo/autor/teo-palacios/1055/libro/la-prediccion-del-astrologo_2617.html
http://teopalacios.com/
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