La historia
siempre me ha llamado la atención porque es algo de lo que se aprende, desde el
hecho más loable y alentador hasta la catástrofe o atrocidad más horrorosa.
Está ahí y debería hallarse como referencia para el presente y futuro. Al menos
así lo veo yo.
Sin embargo a mucha gente le
aburre soberanamente leer sobre ella. Algunos se conforman con ver películas o
leer novelas supuestamente históricas. Total, “da igual y es más entretenido”. Lo malo de esto es creerse lo que no
deberían, y de ahí surgen las manipulaciones de las masas, jugando con la
incultura, y las famosas “leyendas Negras” o “mentiras históricas comúnmente
creídas”, como anunciaba algún que otro libro.
Pero centrémonos
en algunas, para aclararlo. Por ejemplo, y refiriéndonos al título de esta entrada, en muchas películas que Hollywood
nos vende, los personajes y hechos se tergiversan según
intereses propios o para adaptarse a los gustos de una época o región del mundo
(y vender más, claro).
Lo primero que
suelto: cualquiera puede pensar, después de haberse tragado cientos de
películas de vaqueros, que los caballos
de manchas son originarios de los indios norteamericanos. Nada más lejos de
la verdad: los caballos se introdujeron en el continente americano con la
llegada de los españoles en 1492. Al igual que los perros de gran tamaño
(alanos, por ejemplo), que no existían tampoco (los que había en el continente
americano eran de pequeño tamaño y no ladraban).
Ahora con Mel Gibson me meto, que últimamente
está que se sale, el pobre. William Wallace, el héroe de “Braveheart” era un caballero de noble familia y a su padre no lo
mataron los ingleses, sino que luchó para Inglaterra a cambio de un favor político.
Por otra parte, las faldas escocesas que lucen en la película con tanta falta
de pudor no se utilizaron hasta varios siglos más tarde. O hablando de Benjamín
Martin, de “El patriota”, basado en
un personaje real llamado Francis “Zorro de los pantanos” Marion. Por lo visto
nunca mató él solo a un pelotón de soldados británico. Y sin embargo sí se
dedicó a cargarse a docenas de indios Cherokee y violar a sus mujeres. Pequeños
cambios de guión para hacer más simpático un personaje.
Hablando ahora
de fimosis…(¡¡¡¡????)
Me refiero a
lo que quedaría mejor en una historia: que un personaje no pueda hacer el amor
por problema de fimosis o que no le de la gana y así especular con problemas
más serios con el sexo, inclinación sexual, etc. Pues eso primero era lo que realmente le
ocurría a Luis XVI de Francia, casado con María
Antonieta. En la película de Sofía Coppola del mismo título se baraja,
entre otras cosas, el conflicto que tuvieron los reyes para tener descendencia,
centrándose en el “miedo al sexo” del rey, cuando el pobre debía ver las
estrellas cada vez que realizaban el coito…Pero, evidentemente, ese tema no
quedaría bien en una película (¿o sí?) Para los que tengan curiosidad, los reyes
ciertamente solucionaron el problema unos ocho años después, cuando el “miedoso”
rey aceptó operarse.
Y si
comentamos de Charton Heston (dejamos la fimosis a un lado) y el Cid Campeador…¿alguien sabe cómo
murió este personaje tan hispano? Le mataron en Valencia de un flechazo, ¿no?,
como dice la película...pues, evidentemente no. Murió años después de la toma
de Valencia, aunque es verdad que en la misma ciudad. Cosas del cine. Es curioso que además, en este
caso, el director contó con la ayuda del historiador Ramón Menéndez Pidal,
aunque se ve que no sirvió de mucho en el rigor histórico.
Llegando, cómo no, a la Leyenda Negra que tristemente acompaña a los españoles y que nos
afamamos por seguir manteniendo. Felipe II es retratado en la mayor parte de
los filmes extranjeros- y algún español- como un monarca fanático religioso, oscuro,
feorro y hasta encorvado y con voz aflautada. Eso es lo que ocurre, por
ejemplo, y en pleno siglo XXI, con la película “Elisabeth”. Quizás este tipo de cine se acerca bastante a lo que
comenté al principio, ya que, si lo tomamos como lección de historia, el
Imperio español de la época sería el Mal Absoluto, al más puro estilo de la
Leyenda Negra, mientras que Isabel I y su corte serían el bien que debe
defenderse de los “malditos invasores”. Según la historia, afortunadamente, ni
Felipe II era tan malo (ni tan feo, lo que no ocurre con la reina Isabel I) ni
vestía de negro de forma continua (por lo visto solo lo hizo al final de su
vida), ni la intolerancia religiosa de, en este caso, los ingleses, era mucho
menor que la de los hispanos. Pero ale, sigamos tragándonos la “historia” que
les convenga a los demás, que así nos va.
Continuando con
Spain pero en época diferente: en Gladiator
el emperador Cómodo mata a su
padre, Marco Aurelio, pero en la realidad no fue así: Marco Aurelio proclamó a
su hijo Cómodo su sucesor, y no murió de forma violenta (probablemente de
peste). Aunque es verdad que Cómodo era un poco “rarito” y que murió después
asesinado…aunque unos trece años después. Evidentemente no hay paciencia humana
para esperar tantos años a que Russell Crowe acabe con él.
Y en cuanto a
la famosísima bandera pirata… ¿una
calavera con dos tibias cruzadas? ¿Verdad que sí? Pues parece que no, ya que la
bandera que más utilizaban estos hombres intrépidos y de no tan buen corazón
como nos hacen parecer en las pelis, era de color rojo, mucho más vistosa que
la negra. La bandera roja significaba que se habían acabado las ofertas (si es
que había existido alguna) y que era tiempo de atacar sin piedad. Lo que ocurre
es que en el cine quedaba mejor y más tenebrosa una con huesos de por medio…
Por cierto,
los barcos piratas en realidad eran de pequeño tamaño, no los galeones con que
nos deleitan en el cine épico. El motivo no era otro que la mayor movilidad
para una rápida y veloz fuga si la cosa se ponía mal. Pero mira, disfruto más
viendo unos tremendos abordajes a cañonazo limpio que desde un barquichuelo de
tres al cuarto. ¿Vosotros no?
Me ha encantado, leerte, Alcoyano, un artículo lleno de ironía y humor, a la par que didáctico. Lo tuiteo!
ResponderEliminarBesos!
Blanca
¡Bravo! Ya era hora de que alguien contara la verdad.
ResponderEliminarEs muy curiosa tu entrada, pero ¿A quién creemos?, puesto que los intereses influyen en el cine, en la politica, en la...
¡Dios, mío! la única solución es inventar el viaje al pasado y vivirlo uno mismo.
Un abrazo
Jesús
¡Gracias, Blanca!
ResponderEliminarUn placer recibirte, como siempre.
¡Buenas, Jesús!
ResponderEliminarEstá claro que nunca sabremos la verdad de muchas cosas, pero tampoco hay que creerse lo primero que se nos muestra, por muy superproducción o bestseller que sea. En estos casos se juega con la incultura y vaguería de la masa, ya sabes.
¡Un saludo!