"El mundo no se hizo en el tiempo, sino con el tiempo"

San Agustín

domingo, 10 de junio de 2012

Cuento ratonífero


Un día, mucho antes de que Aladino encontrase la lámpara, el genio de la misma se transportó a un lugar escondido donde pensó jamás sería hollado: un parque cualquiera de Madrid. La ocultó tras unos arbustos, más allá de un arroyo, entre los habitantes típicos del lugar: cristales, papeles, latas, compresas, preservativos, jeringuillas…seguro de que nadie la tocaría y así poder descansar un poco de los que le hacían trabajar.

Pero no contaba con que unos audaces ratoncillos la hallarían, hartos también de que las ratas, palomas y gatos que pululaban por doquier a sus anchas no les dejasen ni a sol ni a sombra. Así que enviaron a uno entre ellos, el más valiente aunque el más pequeño (con unas enormes orejas y medio sordo, pero insisto que osado) en su busca. Como si de Indiana Jones se tratase (con sombrero y todo) este trepó y destrepó, esquivó y saltó sobre toda la porquería existente, con riesgo extremo para su vida, y al final alcanzó su objetivo y se escondió en él para descansar.

Allí despertó al genio, que dormía plácidamente, y lo hizo con genio y carácter. Pero pronto se apiadó del pequeño ser, que temblaba y hacía que la lámpara se moviese con él. Así que optó por concederle un deseo si le dejaba continuar descansando durante un tiempo, a lo que el otro le contó sus penas, que eran las de todos los ratones del jardín.

-        Mmm, interesante -comentó el genio mientras se iba encendiendo una lucecita azul en su interior, lo que consiguió que él mismo se encendiese por dentro y aterrorizase más aún al pobre animalito que trataba de escapar.



Poco rato después los gatos, las ratas voladoras y, sobre todo, las enormes ratas terrestres -que eran tan cobardes como su tamaño por otra parte- vieron aproximarse un extraño artilugio con patas que salió de entre los arbustos, y huyeron asustados en todas direcciones. Sobre la lámpara, agarrado con un pequeño cordel para guiar su montura, marchaba el intrépido ratoncito saludando a sus congéneres, que pronto acudieron extrañados para observar a su salvador.

Y por mucho tiempo el parque se vio libre de indeseables e incluso la suciedad disminuyó a placer. Hasta que el alcalde decidió recalificar el terreno para construir nuevos pisos… aunque esto no sucedió en mucho tiempo, cuando la omnipresente crisis concluyó y de nuevo la burbuja inmobiliaria nos visitó de nuevo.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

2 comentarios:

  1. Excelente, mucha imaginación bien dirigida hacia una sonrisa, un pequeño oasis entre todo lo que está cayendo.

    Un cuento como los de antes con moraleja, sutil eso sí, pero presente.

    Me ha encantado la valentía del ratoncito mezclada con la prudencia y el miedo, porque sin miedo no hay valentía.

    Gracias por compartirlo.
    Un abrazo
    Jesús

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  2. Qué cuento tan dulce, Beren, y con un mensaje, como debe ser.

    Besos!
    Blanca

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