Luciano Wong (extracto)
En medio del frío y de la oscuridad, Zhang Li
se aferraba a su vieja y tosca bicicleta cargada de frutas. Regresaba del
mercado del puerto atravesando los húmedos callejones que conducían al Barrio
Chino cuando tuvo la mala suerte de encontrarse con tres marines
norteamericanos.
Apestaban a alcohol.
Uno de ellos, el más gordo, estaba orinando
en una esquina y fue el primero en verla. Levantó la mano para señalarla y, sin
molestarse en guardarse el miembro, comenzó a gritar algo ininteligible que
hizo que los demás, que hasta entonces entonaban una especie de canción,
guardaran silencio. Era un silencio que aterrorizaba. Zhang viró en redondo,
dejando caer la bicicleta y toda la mercancía, y comenzó a correr, pero fue
apresada a los pocos metros.
Su endeble figura de adolescente
fue sepultada por rudos cuerpos. Las sombras del callejón se llenaron de
insultos y de risas que ahogaron sus gritos. Zhang arañó y pataleó en vano
mientras que manos gruesas la despojaban de sus pantalones y lanzaban sus
zapatillas por los aires.
―Cógele los tobillos ―dijo el
monstruo gordo en inglés.
Zhang gritó más fuerte, hasta que una mano
callosa le tapó media cara y otros brazos llenos de tatuajes aplastaron su
menudo cuerpo contra el suelo. Sintió un hondo escalofrío al notar que le
abrían las piernas.
Cerró los ojos.
No pudo ver al muchacho, apenas un
adolescente, que se lanzaba en medio de los hombres. El muchacho empujó al
marine gordo para luego abalanzarse sobre el que aferraba las piernas de Zhang.
La sorpresa le ayudó a ganar la espalda del hombre para intentar agarrarlo por
el cuello. Pero era un tipo fornido, con un cuello corto y grueso, así que su
maniobra acabó en un sinfín de arañazos sin ninguna fuerza, por lo que se vio
obligado a montar a horcajadas sobre la espalda del hombre.
Zang Li abrió entonces los párpados y pudo
ver cómo el hombre se movía violentamente hacia los lados intentando sacudirse
al chico de encima al tiempo que vociferaba contra sus compañeros que,
apremiados por los insultos, se decidieron a ayudarle. Aprovechando el
desconcierto Zhang se levantó, esquivó al otro marine que se incorporaba aún
con los pantalones bajados y huyó calle arriba.
No volvió la cabeza ni por un momento. Si lo
hubiera hecho habría presenciado cómo uno de los marines agarraba al chico y lo
estampaba contra el suelo. Luego los hombres comenzaron a patearle. El muchacho
se escurrió entre las piernas y consiguió levantarse, pero el tercer hombre le
cerró el paso. Un puñetazo le hizo caer de bruces.
Borrachos y ciegos de ira, se ensañaron con
él.
Más tarde, cuando comenzaba a
despuntar el día y ya estaban cansados de pegarle, un viejo enjuto se plantó
ante ellos. Era un hombre tan pequeño que despreciaron su presencia con miradas
de mofa. Pero el viejo se acercó sin vacilar hasta que tocó el hombro del
marine que tenía más cerca.
Fue como si una tormenta de
arena barriese la calle. El hombre salió proyectado hacia atrás cual guiñapo
tirado por una cuerda. Los otros dos marines se miraron desconcertados,
poniéndose en guardia. El primero de ellos atacó al viejo con un directo pero
éste lo detuvo con un potente giro de cintura y respondió con un gancho que
ascendió como una flecha. El marine voló por los aires.
Quedaba el hombre gordo, y debía
sacarle más de dos palmos de altura. Aún con su sobrepeso, sabía moverse: había
sido campeón amateur en sus tiempos de estudiante. Pero el viejo no tuvo
problemas en engañarlo con una finta, simulando un ataque con el dorso de la
mano al estómago, para rotar después sobre sí mismo y golpearlo con un puño
invertido al cuello. El tipo se tambaleó, no obstante trató de abalanzarse
sobre el viejo, pero éste lo detuvo en seco con un golpe recto a la nuez.
Antes de caer inconsciente,
entre la razón y la asfixia, la mente del marine bulló tratando de asimilar
aquel golpe. Nunca había visto algo así. Un puño con la mano cerrada sobre los
nudillos medios.
Era un puño de leopardo. Sergio Ross
http://elalmaimpresa.blogspot.com.es/2012/05/luciano-wong-i-ma-la-nueva-novela-de.html
Muchas gracias por la promoción Javier, se agradece un montón. Respecto a lo de ayudar a los demás autores, tú te estás convirtiendo en un referente, desde luego. Respecto a mí, bueno, muchos a los que ayudé, la gran mayoría, sí que se olvidaron cuando empecé a publicar en Amazon. Pero lo que importa no es eso, lo que importa es la literatura y los lectores. Un abrazo, Sergio.
ResponderEliminarEsta es una novela que tengo pendiente, pues las otras de Sergio las tengo en mi Kindle. Es verdad que Sergio promocionó a muchos en su blog cuando aquellos y ni él mismo publicaban, pero el ser humano se vuelve egoísta con sus creaciones, y acaba por olvidar a los que alguna vez tuvieron a bien ayudarlo de manera desinteresada.
ResponderEliminarPero aconsejaría a Sergio que se uniera a la corriente y que disfrutara promocionando a otros, de manera que por compensación, lo promocionaran a él, es lo que sucede en el mundo virtual, especialmente en Twitter, que es el mejor y más directo tablón de anuncios.
Un abrazo!
Blanca