"El mundo no se hizo en el tiempo, sino con el tiempo"

San Agustín

lunes, 13 de agosto de 2012

Luciano Wong I. Mâ.

Sergio Ross se merece que se propaguen sus escritos por su extrema generosidad para con los demás escritores noveles. Con su blog y foros ha promocionado a muchos, y no voy a dejarle olvidado. Pero sobre todo lo hago porque escribe, y bien, qué demonios. Además de ser versátil, que es algo que yo valoro. Luciano Wong es lo último que ha publicado en formato digital, en concreto en Amazon, y aquí suelto un fragmento del primer capítulo, para que lo devoréis.

Luciano Wong (extracto)



La Habana, 1954.

En medio del frío y de la oscuridad, Zhang Li se aferraba a su vieja y tosca bicicleta cargada de frutas. Regresaba del mercado del puerto atravesando los húmedos callejones que conducían al Barrio Chino cuando tuvo la mala suerte de encontrarse con tres marines norteamericanos.

Apestaban a alcohol.

Uno de ellos, el más gordo, estaba orinando en una esquina y fue el primero en verla. Levantó la mano para señalarla y, sin molestarse en guardarse el miembro, comenzó a gritar algo ininteligible que hizo que los demás, que hasta entonces entonaban una especie de canción, guardaran silencio. Era un silencio que aterrorizaba. Zhang viró en redondo, dejando caer la bicicleta y toda la mercancía, y comenzó a correr, pero fue apresada a los pocos metros.

Su endeble figura de adolescente fue sepultada por rudos cuerpos. Las sombras del callejón se llenaron de insultos y de risas que ahogaron sus gritos. Zhang arañó y pataleó en vano mientras que manos gruesas la despojaban de sus pantalones y lanzaban sus zapatillas por los aires.

―Cógele los tobillos ―dijo el monstruo gordo en inglés.

Zhang gritó más fuerte, hasta que una mano callosa le tapó media cara y otros brazos llenos de tatuajes aplastaron su menudo cuerpo contra el suelo. Sintió un hondo escalofrío al notar que le abrían las piernas.

Cerró los ojos.

No pudo ver al muchacho, apenas un adolescente, que se lanzaba en medio de los hombres. El muchacho empujó al marine gordo para luego abalanzarse sobre el que aferraba las piernas de Zhang. La sorpresa le ayudó a ganar la espalda del hombre para intentar agarrarlo por el cuello. Pero era un tipo fornido, con un cuello corto y grueso, así que su maniobra acabó en un sinfín de arañazos sin ninguna fuerza, por lo que se vio obligado a montar a horcajadas sobre la espalda del hombre.

Zang Li abrió entonces los párpados y pudo ver cómo el hombre se movía violentamente hacia los lados intentando sacudirse al chico de encima al tiempo que vociferaba contra sus compañeros que, apremiados por los insultos, se decidieron a ayudarle. Aprovechando el desconcierto Zhang se levantó, esquivó al otro marine que se incorporaba aún con los pantalones bajados y huyó calle arriba.

No volvió la cabeza ni por un momento. Si lo hubiera hecho habría presenciado cómo uno de los marines agarraba al chico y lo estampaba contra el suelo. Luego los hombres comenzaron a patearle. El muchacho se escurrió entre las piernas y consiguió levantarse, pero el tercer hombre le cerró el paso. Un puñetazo le hizo caer de bruces.

Borrachos y ciegos de ira, se ensañaron con él.

Más tarde, cuando comenzaba a despuntar el día y ya estaban cansados de pegarle, un viejo enjuto se plantó ante ellos. Era un hombre tan pequeño que despreciaron su presencia con miradas de mofa. Pero el viejo se acercó sin vacilar hasta que tocó el hombro del marine que tenía más cerca.

Fue como si una tormenta de arena barriese la calle. El hombre salió proyectado hacia atrás cual guiñapo tirado por una cuerda. Los otros dos marines se miraron desconcertados, poniéndose en guardia. El primero de ellos atacó al viejo con un directo pero éste lo detuvo con un potente giro de cintura y respondió con un gancho que ascendió como una flecha. El marine voló por los aires.

Quedaba el hombre gordo, y debía sacarle más de dos palmos de altura. Aún con su sobrepeso, sabía moverse: había sido campeón amateur en sus tiempos de estudiante. Pero el viejo no tuvo problemas en engañarlo con una finta, simulando un ataque con el dorso de la mano al estómago, para rotar después sobre sí mismo y golpearlo con un puño invertido al cuello. El tipo se tambaleó, no obstante trató de abalanzarse sobre el viejo, pero éste lo detuvo en seco con un golpe recto a la nuez.

Antes de caer inconsciente, entre la razón y la asfixia, la mente del marine bulló tratando de asimilar aquel golpe. Nunca había visto algo así. Un puño con la mano cerrada sobre los nudillos medios.
Era un puño de leopardo.

Sergio Ross
http://elalmaimpresa.blogspot.com.es/2012/05/luciano-wong-i-ma-la-nueva-novela-de.html

2 comentarios:

  1. Muchas gracias por la promoción Javier, se agradece un montón. Respecto a lo de ayudar a los demás autores, tú te estás convirtiendo en un referente, desde luego. Respecto a mí, bueno, muchos a los que ayudé, la gran mayoría, sí que se olvidaron cuando empecé a publicar en Amazon. Pero lo que importa no es eso, lo que importa es la literatura y los lectores. Un abrazo, Sergio.

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  2. Esta es una novela que tengo pendiente, pues las otras de Sergio las tengo en mi Kindle. Es verdad que Sergio promocionó a muchos en su blog cuando aquellos y ni él mismo publicaban, pero el ser humano se vuelve egoísta con sus creaciones, y acaba por olvidar a los que alguna vez tuvieron a bien ayudarlo de manera desinteresada.
    Pero aconsejaría a Sergio que se uniera a la corriente y que disfrutara promocionando a otros, de manera que por compensación, lo promocionaran a él, es lo que sucede en el mundo virtual, especialmente en Twitter, que es el mejor y más directo tablón de anuncios.
    Un abrazo!
    Blanca

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